Lo he intentado todo, desde bajar de peso, sacar músculos, hacerme tratamientos de belleza, pero no hay caso, mi compañera de la U no me pesca ni en bajada.
Hace años que ando con una compañera de la pega que ha sido apañadora. Desde un principio supo que yo tenía dueña y que lo nuestro sería sexo. Nunca, jamás una queja.
Quiero expresar en esta carta algo que no tiene que ver con dramas amorosos, ni con aventuras sexuales de la cintura para abajo, ni problemas de virilidad, ni romances en el trabajo, ni infidelidades.
Debo decirle que estoy acostumbrado a que mi señora no me infle. Llevo fácil dos años sin tener sexo, pero soy feliz con ella, porque es cariñosa, se porta increíble con los niños y conmigo, cocina muy bien y en su trabajo le va mejor.
Necesariamente voy a separarme. Mi marido ni me toca y estoy en la plenitud de la vida. Tengo 29 años y mi hombre, el hombre que me conquistó a punta de rosas y palabras bonitas, ahora no me toca.
Uno no elige a la familia, pero sí escoge el amor. Y ese es mi tormento, señor. Vengo de un mundo tradicional, tengo el apellido compuesto y somos de veranear en Cachagua.