Chile

El asalto a Del-Ivery: Crónica de la caída de cuatro aprendices de las sombras

Un relato fantástico inspirado en un hecho real.

Imagen referencial creada con Image Creator.

En los confines de la comarca de Cerillos, donde los caminos se cruzan entre Vostok y El Universo, una sombra se extendía entre los pasadizos de la noche.

Cuatro jóvenes, sin edad aún para tener voto en los asuntos del reino, se habían desviado del sendero de la luz para jurar lealtad a las triquiñuelas de las artes oscuras.

Sus acciones en el día a día avanzaban por las rutas del pillaje, el comercio de pócimas indebidas y la portación de armas prohibidas.

De acuerdo a los reportes emanados por los mensajeros del Bío-Bío, fue en la noche del quinto día de la semana que algunos de esos jóvenes atacaron a un viajero solitario: un repartidor de viandas que, montado en su corcel de acero, llevaba alimento a un hogar de la zona norte de la ciudadela. Algunos lo llamaban Del-Ivery.

Actuando a gran velocidad, y con un afán malhechor, los jóvenes lo intimidaron con hechizos de temor y robaron no solo su bolsa de tesoros personales, sino también los manjares destinados a su misión.

La víctima, herido en su orgullo pero no en su valentía, acudió al puesto de los Guardianes de la Ley de la ciudadela. Y más pronto que tarde, algo inusual según los reclamos de la plebe, estos montaron su cacería.

Dos de los pillos intentaron perderse entre las sombras, escapando hacia un estrecho corredor entre las calles de la ciudadela. Pero los Guardianes, hábiles en el arte del rastreo, los siguieron hasta una guarida escondida.

Allí encontraron a los cuatro: los dos fugitivos y sus aliados cómplices. Y en el techo, entre las vigas de la morada, dormían algunas armas.

En los rincones del lugar también habían recipientes y polvos que generaban extrañas reacciones en sus usuarios. Algunos decían que sus manos podían tiritar, se les secaba la boca o inclusive se les habría el apetito. Pero lo importante es que todo se relacionaba con el comercio oscuro de pócimas ilegales a las que los cuatro eran afines.

Al final del reporte de captura se agregó un último dato importante: uno de los jóvenes portaba, además, el estigma de una orden de detención por acciones ilícitas pasadas. Su nombre estaba escrito en tinta roja en los libros de los infractores de robos reincidentes y eso solo reforzaba su destino.

Por eso solo basta terminar todo con una advertencia, ya que las artes oscuras siempre tienen un final amargo: los Guardianes sellaron el destino de los jóvenes maleantes, encerrando a los cuatro en los calabozos en donde no hay mayor esperanza de corregir el camino. Y según cuenta la leyenda, el camino oscuro solo se intensifica detrás de esos barrotes.

Disclaimer: Esta es una recreación narrativa basada en hechos reales, inspirada por un antiguo texto de La Cuarta leído por el redactor en su infancia durante los noventas. En aquel entonces, una historia de crimen pasional fue reinventado como una historia de samuráis.

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