Fotorreportaje: los superhéroes sin capa del Barros Luco en medio de la pandemia

Se abren las puertas del Metro y hace frío en Santiago, como casi todos los días desde que empezó la pandemia y el tiempo parece haberse detenido. Salgo de la estación El Llano y la cuarentena no se nota en San Miguel. Un mar humano se ve caminando y, sobre todo, rumbo al Hospital Barros Luco, donde la vida y la muerte conviven a diario.

Cruzo Gran Avenida y ahí está la entrada imponente del hospital. Escucho mi respiración agitada por la mascarilla y empiezo a ver una calle en perspectiva y como punto de fuga, a lo lejos se vislumbra el Centro de Diagnóstico y Tratamiento (CDT) mientras la cordillera adorna atrás como una postal de esas antiguas, que las abuelas colgaban en la cocina.

Entrar al Barros Luco trae recuerdos de infancia. A mano derecha estaba la antigua sala de urgencias, ahora es un edificio sin uso. Más adelante estaban las canchas de tierra, donde perdí la cuenta de las veces que fui local o visitante. San Miguel ha sido mi casa desde la cuna, así que conozco cada rincón. Y por eso he visto la vida crecer y morir, como ahora que en ese antiguo espacio habita el Hospital Exequiel González Cortés. Es más moderno, sólido e imponente. Pero adentro están los recuerdos y la pena de estos días.

Ahora no voy a ningún partido. En vez de canilleras voy armado de una máquina fotográfica, mi alimento, y la meta es retratar la batalla de los funcionarios de la Salud contra el Covid. No miento. En mi mente voy repasando las imágenes que espero graficar, también pienso en las situaciones que podrían pasar, emergencias, imprevistos. No niego que hay algo de nervios y curiosidad de enfrentarme al virus en carne viva.

El recorrido por el Barros Luco

El hospital Barros Luco es uno de los grandes del país, atiende a 1.300.000 habitantes de 11 comunas de la Zona Sur de la Región Metropolitana. Antes del comienzo de la pandemia tenía una capacidad de 31 camas UCI, hoy cuenta con 88 para que el mismo número de pacientes se aferre a la vida junto a un ventilador. En cuanto a las camas UTI pasó lo mismo: de 41 camas crecieron a 123. Y es este mundo donde las personas pasan en promedio 12.8 días. También aumentó el ejército de la Salud, porque entre médicos, enfermeras, Tens y otros colaboradores hoy hay 400 personas más dejando la piel en el recinto.

Y así todos los días son iguales. Aunque en mayo la situación fue complicada, se pudo evitar el naufragio al borde del colapso. Ahora el ministro Enrique Paris ha manifestado en sus últimas declaraciones que la tendencia y las cifras oficiales indican una leve baja en los contagios, aunque los funcionarios no bajan los brazos. Desde el primer día que llegó el virus la consigna ha sido la misma y, sobre todo, la dedicación desde quien agarra una escoba hasta quien dicta el tratamiento a seguir por un paciente. Sobre todo al comienzo, tal vez caminando por terreno desconocido, pero eso no amainó el profesionalismo de quienes saben más que otros lo que es convivir con la alegría de una recuperación o la tristeza de ver partir a alguien.

Al caminar por los pasillos del hospital se va abriendo un mundo que es ajeno, muy distinto al que cualquiera puede sospechar desde la calle. Este universo está lleno de trabajo, funcionarios que interactúan directamente con pacientes, otros realizan informes en sus computadores, camillas con enfermos que son trasladados de un lugar a otro.

Al interior de la UCI

Sigo avanzando y los pasillos antes más poblados se vuelven solitarios, la luminaria también pierde intensidad y llegamos como si se tratase de un portón de un castillo impenetrable hasta la puerta de una de las UCI. Fijo la mirada en la ventana que está en la puerta, se ve un sujeto junto al computador en la sala. La pantalla está plastificada, como casi todo. Se abre la puerta y aparece nuevamente un mundo desolado.

Se ven estos "héroes" moviéndose de un lugar a otro, se reúnen en una especie de pequeña reunión para analizar el caso del paciente que se adueña de sus miradas. Sacan conclusiones y definen procedimientos rápidos. El tiempo es oro. Muchas veces sus máscaras se empañan con el propio vapor, pero el objetivo ya está trazado. Es un espacio amplio entre un paciente y otro, a pesar de la gravedad de los internados hay un ambiente tranquilo. Es una lucha diaria por ganar la batalla al coronavirus y podríamos decir que, por ahora, los superhéroes van ganando.

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