Fotorreportaje: Los sanadores de los vagones del metro

Miles de pisadas, muchas huellas, miradas y un sinfín de personas transitan por los trenes del metro de Santiago cada día, cada mañana, cada hora.

Se trata del eje estructurante del transporte capitalino. Por eso, en tiempos de pandemia, hace un esfuerzo extra para reducir los riesgos para sus pasajeros.

Para eso se implementó un sistema cuidadoso y riguroso de sanitización de cada vagón. Esos que viajan en un ir y venir por las largas cadenas de fierro que cruzan las comunas de la Metrópoli.

Fabián Chihuaicura, de 35 años, empieza su jornada todos los días a las 5:00 de la madrugada. Se despierta, desayuna y empieza a prepararse para viajar desde Quilicura hasta su trabajo, en la estación del Metro Neptuno. A las 06:00 de la mañana empezar su labor de limpieza del vagón de turno.

En los galpones de Neptuno se realizan varios procesos de limpieza y sanitización de los vagones. Allí, casi sin detenerse, el equipo de trabajadores nos explica su ardua labor para mantener los protocolos de higiene en los trenes.

Preparación

Fabián se prepara con todas las medidas de seguridad: traje especial, mascarilla, lavado de manos, alcohol gel, entre otros. Ya con la vestimenta adecuada, comienza a preparar el químico que se utiliza para este tipo de procesos.

Cada tren se va rociando de extremo a extremo con amonio cuaternario, el mismo producto que se utiliza en los hospitales. Con particular meticulosidad va rociando nanopartículas en cada rincón del vagón. Así, nos dicen, queda libre de este bicho maldito por un periodo de 90 días.

Los trenes entran en un proceso de sanitización a través de biotecnoligía. De forma microscópica, se atrae a los diferentes microorganismos, como el Covid 19, bacterias y hongos que se puedan adherir a las superficies. Así se provoca la eliminación de los patógenos.

El valor de los trabajadores del metro

Todos viajamos día a día en Metro, pero nunca pensamos en quienes se esfuerzan para que podamos movilizarnos seguros. Aquellos que se preocupan de que cada manilla, asiento, ventana y que todo el tren quede en perfectas condiciones.

Los trabajadores se sienten orgullosos. Saben que su labor es fundamental para cuidar la salud de los viajeros. Son la clave para que nos sintamos seguros y confiados de abordar el Metro.

Termina la jornada y Fabián y sus compañeros están satisfechos con el deber cumplido.

Se activa la electricidad. El tren comienza a cobrar vida dentro del galpón, disponiéndose a emprender su marcha nuevamente. Los muchachos observan -sabiendo que ya hicieron su aporte- a la culebra metálica que sale imponente. El convoy se pierde hacia la luz de las carreteras de fierro que las guiarán por kilómetros y kilómetros, en donde las almas se subirán y empezaran su largo viaje  por las comunas de esta selva de cemento.

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