Es especial el proceso de renovación que vive la selección chilena. Para entenderlo, es fundamental volver al origen y recordar cómo empezó: de manera inesperada y violenta. La historia de esta Generación Dorada tenía un nuevo episodio en Rusia. Si no nos hubiésemos farreado así el mundial, de seguro hoy nadie usaría la palabra "recambio".
Es importante recordar el contexto, porque ahí aparece Reinaldo Rueda. Los referentes estaban peleados, agotados y, en muchos casos, lesionados.... ¿Qué iba a decir en sus primeras nóminas el colombiano? ¿La verdad? ¿"Es lo que hay"?. No podía entrar así. Por eso su discurso fue asociado a nuevos jugadores, algunos jóvenes y otros que no habían tenido oportunidades… no le quedaba otra.
El problema es que, 7 partidos después, él y todos nos hemos dado cuenta del problema: No era capricho del entrenador de turno la ausencia de nombres alternativos a la Generación Dorada. Es que las opciones simplemente no están a la altura de las circunstancias.
Por supuesto que hay nombres como Arias, Cortés, Roco, Maripán y otros que sí han demostrado que están preparados para asumir la responsabilidad, pero en otros puestos simplemente no hay jugadores mejores que Jorge Valdivia o Eduardo Vargas y que incluso Alexis Sánchez en un muy mal momento individual sigue siendo lejos el mejor atacante chileno.
Ya hizo el trabajo sucio, Reinaldo. Ya probó lo que había que probar. Ahora es el momento de poner a los mejores. Hay que ir a Brasil a defender el título y si queremos empezar ganando en un año más en las eliminatorias rumbo a Qatar que presentar la oncena más competitiva posible. Y si hay algún jugador digno de reemplazar a los titulares, que lo demuestre en la cancha y no en Instagram.
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