Las heridas pasan, pero los afectos siempre quedan

Natalia al otro lado del teléfono sólo dice que la asaltaron. Los minutos pasan lentos y su silencio empeora las cosas. Pasada una hora ya no hay dudas: el robo fue violento y está en una posta.

Algunos dirán que son los gajes del oficio. Yo creo que le puede pasar a cualquiera. Pero lo bueno, dentro de lo traumático de que por querer robarle la mochila la arrastraran por el suelo, es que Natalia Galaz, nuestros ojos de La Cuarta en la Copa América, palpó el cariño y la preocupación de los colegas, las autoridades políticas del país y hasta del cuerpo médico de la Roja.

Las heridas duelen, pero el afecto es el mejor remedio, sobre todo cuando se está lejos del país.

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