“Tuve hasta pensamiento’ suicida’”: la generación urbana no tiene paz mental

Bajo la superficie que escandaliza al mundo adulto, la música urbana envía claras señales sobre los problemas que enfrenta la juventud chilena de hoy. Lo mínimo que podemos hacer los mayores de treinta es prestar atención.

Young Cister, uno de los líderes del movimiento urbano en Chile, más de alguna vez ha hecho públicos los vaivenes de su salud mental. “Tengo problemas emocionales, ira, impulsividad, sufro de ansiedad, baja autoestima, inseguridades”, detalló hace tres meses en una historia de Instagram que desató la preocupación de sus fans. Los mismos que acudieron en masa a la línea de ayuda vía Whatsapp que el cantante habilitó como parte de la promoción de su nuevo single, “La terapia”.

“Baby, págame la terapia / no voy a confiar má' en esa labia / no te miento, que yo ya siento rabia / fuiste una más dе las que la mente еngaña”, dice la letra del tema, uno de los estrenos del momento en las plataformas. Su gran éxito invita a celebrar el talento de Young Cister, pero también a preguntarse por qué resuena tan fuerte en la juventud chilena su batalla personal, así como también el concepto, la campaña de marketing y la letra sobre trauma emocional de su último sencillo.

Días antes de que saliera “La terapia”, Jairo Vera anunció un retiro temporal de la música en una historia de Instagram que partía con la frase “no me siento bien mentalmente”. La voz del EP Pa ke te enamore, uno de los mejores lanzamientos urbanos de la temporada, reconoció que el desgaste lo tiene fuera de su centro, al que pronto espera volver. Algo similar fue lo que dijo Julianno Sosa en marzo, cuando se tomó un pequeño break por estar “mentalmente colapsado”.

El de la Sosa Mafia es otro que no esconde sus demonios. Incluso durante su beef con Ak4:20, hizo un paréntesis para reconocer que sus problemas de agresividad son una secuela de haber crecido rodeado de violencia. El ambiente del que vienen muchos de los artistas encumbrados en la cima de los rankings es así. “En mi población suenan los disparo’ / lo que tiene el rico pa nosotro’ es caro”, resume Standly en una rima de “La mea nota”, su colaboración con Pailita.

Un artículo académico de Ciper, firmado por tres investigadores, dice que “en los países con alta desigualdad, como es el caso de Chile, las brechas sociales coexisten con una variedad de privaciones materiales y fragilidades del sistema de protección social que inciden negativamente sobre la salud mental”. Toda la literatura al respecto arroja la misma conclusión: crecer entre pobreza y violencia daña las chances de que una persona tenga estabilidad psíquica.

Tampoco ayuda estar siempre en línea. Los expertos indican que vivir hiperconectados genera desde insomnio e irritabilidad hasta sentimientos de exclusión y pensamientos obsesivos. ¿Y qué es “Ultra solo” sino un tema acerca de la ansiedad digital que experimenta Polimá Westcoast mirando a una ex en las redes? “Súper triste verte con otro en Instagram”, canta el chileno-angoleño en uno de los himnos del 2022, tiktokeado hasta la saciedad con bailes al ritmo de una confesión ya icónica: “Por ti paso el día conectao’ / pendiente al cel, pendiente a ti / pendiente si subes una story”.

El último hit de Cris MJ, con más de 22 millones de reproducciones en apenas tres semanas, es un reggaeton llamado “Paz mental”. Como tantos otros temas del género urbano, la canción habla sobre escapar del agobio y el estrés emocional carreteando: “Ahora prefiero estar solo y tener paz mental / Vamo’ pa’ la rumba con mis pana’ a vacilar”. Un colaborador frecuente de Cris MJ que también sabe lo que es sentirse ahogado y capear tensiones en el pariseo es Marcianeke.

En una de sus últimas canciones, “Me quieren y me odian”, el desgarbado talquino cambia su festivo registro habitual por uno más profundo. “Aunque a vece’ en mi esta’o no pillé salida / Tuve hasta pensamiento’ suicida’”, rememora en la letra del sentido tema. La lucha de Marcianeke por salir de la depresión está documentada en una de sus primeras entrevistas largas, concedida al esencial youtuber Diego González. El título del video es una decidora cuña: “Me intoxiqué con la idea de suicidarme”.

La droga que siempre se asocia con Marcianeke, el tussi, tiene como base de su composición a la ketamina, que no es más que un anestésico veterinario que causa efectos disociativos. Su creciente popularidad, enmarcada en el boom del consumo de fármacos como sustancias recreativas, ha sido objeto de escándalo en el mundo adulto, pero pocos se detienen a pensar por qué cada vez más jóvenes sienten la necesidad de automedicarse. ¿De qué dolores intentan escapar? Si no son físicos, ¿serán acaso existenciales?

Claramente los artistas urbanos más populares de Chile (y ojo que también los de menor fama) están enviando mensajes sobre la juventud que la sociedad debería tomar en cuenta. Su música y sus dichos son señales acerca de la generación a la que pertenecen, los malestares que la aquejan y su forma de lidiar con ellos. A todas luces hay una denuncia implícita: nadie se hace cargo de su salud mental y ese desamparo ha sido terreno fértil para alivios instantáneos de corto plazo que a la larga solo agravan la enfermedad.

Prestar atención a la cultura joven y hacer una lectura comprensiva de toda la data que ofrece es lo mínimo que podemos hacer los mayores de 30. De nada sirve escandalizarse, menospreciarla, ni menos censurarla como plantean los diputados RN que buscan prohibir que la música urbana suene en las escuelas argumentando que fomenta el consumo de drogas y el uso de armas. Un movimiento artístico que cala tan hondo en la conciencia juvenil merece otro tipo de reacción como, por ejemplo, trabajar en fortalecer curricularmente el desarrollo de habilidades interpretativas en los estudiantes para que sepan discernir entre arte/entretenimiento y vida real.

Mientras los legisladores deseosos de prensa hacen gala de su flojera, pulsiones totalitarias e indolencia, acrecentando la ya gigantesca brecha entre la generación que recuerda la vida sin wifi y la que no conoce el mundo sin smartphones, los cantantes nacionales siguen poniendo encima de la mesa las dificultades que enfrentan los adolescentes chilenos de hoy en día. Ignorar sus voces no va a solucionar ninguno de los problemas de fondo que el género urbano deja al desnudo, partiendo por la crisis de salud mental juvenil en la que claramente estamos sumergidos.

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