Lobo con piel de oveja se quiere comer a iluminada

Se han reído tanto de mí, que usted es la última persona que va quedando para darme luz al final del túnel. Se la hago corta: me enamoré de una preciosa mujer, pero que quiere más al Señor que a mí.

Doctor Cariño:

Se han reído tanto de mí, que usted es la última persona que va quedando para darme luz al final del túnel. Se la hago corta: me enamoré de una preciosa mujer, pero que quiere más al Señor que a mí. Es tan religiosa, que desde un comienzo me dijo que si yo quería tener algo con ella, primero debía respetarla. Y entonces lo más lejos que hemos llegado es a un besito, pero con las manos tomadas. Ni pensar en un agarroncito por aquí o un botón desabrochado por allá.

Por ganarme su confianza, hace poco incluso la estoy acompañando los domingos al templo y hasta estoy en clases de guitarra para cantar las alabanzas. Pero me muero por un poquito más... usted me entiende. Es que no sé si podré llegar invicto al altar como ella me rayó la cancha. ¿Qué hago? Ya no doy más.

Antonio

Toñito:

Hay algo de sacrificio en su historia que no me cuadra. Si usted está dispuesto a tocar el pandero y amarrarse la flauta con tal que su iluminada le dé la pasá, pienso que partimos mal. O sea, en el fondo el perla está puro vendiendo la pescá y fingiendo una conexión divina, con tal que la señorita sucumba en sus garras y usted, como buen lobo con piel de oveja, se la termine comiendo con papas fritas.

Si es así, me parece que más que amor lo que usted siente es un desafío, donde puso a prueba su propia resistencia para lograr regarle la flor a semejante angelito. No haga las cosas si no las siente y, sobre todo, respete de verdad a esa mujer que por algo tiene convicciones, no como su calentura pasajera.

Tus consultas y dramas de tipo amoroso pueden aparecer en la Ventanita Sentimental si las mandas a doctorcarino@lacuarta.com

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