Ventanita Sentimental

Estimado Doctor:

La haré cortita. Tengo 24 años y un tremendo problema de conciencia que no me deja dormir. Resulta que un amigo me invitó a participar en una fiesta liberal. ¿Supongo que las conoce, Doc? Son en las que se paga una cuota, para los gastos, y se baila mucho en el ring de cuatro perillas al ritmo del trencito.

En esta fiesta con suerte se podían distinguir las siluetas, entre las luces azules y rojas. Entre el baile y el copete, conocí a una guerrera. Cuando se dio la oportunidad nos fuimos, junto a mi amigo y su conquista, al ring, lugar donde efectuamos la mosquita muerta, la tortuga china, el beso africano, el ventilador atómico, el doble candelabro, la manada perdida, etc.

Después de un buen rato de pasión, salimos al aire fresco del patio de la casa. Grande fue mi sorpresa al descubrir que mi alocada guerrera era la novia de mi primo, la que había conocido hace poco tiempo en su casa. Sin mayores explicaciones, para evitar que se enterara mi amigo, me despedí y me fui.

Desde ese día no sé cómo decirle a mi primo. Él está muy enamorado y coloca las cuatro patas al fuego por su novia. ¿Me creerá que yo no sabía quién era? ¿Entenderá que es por su bien o mejor muero en la rueda?

SORPRENDIDO

Pailón:

Esta consulta me huele a chamullo, así que tomé algunas providencias para evitar que alguien salga lastimado. Y si estoy en lo cierto, le digo altiro que usted es bastante maricueca.

Aunque le parezca increíble, no estoy enterado de ese tipo de fiestas, donde pareciera ser que las chiquillas concurren únicamente por amor al arte y para darle gusto al cuerpo con Pedro, Juan y Diego. Para hacerlo, tienen que ser prostis, y éstas andan siempre con taxímetro, es decir, cobran por la carrera.

Por lo que cuenta, los hombres ponen una cuota para los gastos y el cachalote. ¿Dónde está el negocio de los organizadores, digamos los dueños de casa? Ellos tienen que correr con el trago y con el constante lavado de sábanas, salvo que las dejen para varias batallas.

Si usted siente envidia por su primo y rabia por su polola, que seguramente no lo pescó, no debería actuar de manera tan ruin.

Ahora, si quiere meterse en un forro tan grande y, posiblemente, irse de pateadura, cuéntele esta historia al primo.

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