Ventanita Sentimental

Doctorcito:

Su columna y consejos son excelentes. Siempre los leo. Estoy un poquito complicada, porque hace unos meses conocí a un joven por chat. Resulta que no nos hemos visto aún y hace unos días se me declaró. Dice que me ama y que no puede vivir sin mí.

Se preguntará, ¿dónde esta el problema? Es que soy más alta que él. La diferencia es de más o menos 11 centímetros y me va a dar cosas pasearme con él por todos lados. Sé que suena superficial, pero es la verdad. Él tiene 24 y yo, 19. Tengo miedo a que sea un demente o que me haga sufrir.

Por otro lado, igual me gusta todo lo que él me dice y también quiero estar con él en varios sentidos, usted me entiende, ¿no? Realmente no sé qué hacer. ¿Me embarco en esta aventura desenfrenada o no?

Eli

Mi pailoncita:

A pesar de que me gasto tremendo disco duro y un cable USB de la placa madre, sigo sin entender cómo es posible que la gente termine esclava de la red, el chat y la cacha de la espada. ¡Si parece que no pudieran vivir sin el ratón en la mano!

Es cierto que la tecnología permite acercar a las personas, pero pretender pasársela todo el santo día como idiota frente a una pantalla, es una soberana webada, como diría nuestro gran gurú Gianluca Bufalini, bestia insaciable del periodismo digital.

En su caso, la obsesión por el chateo la hizo poner la carreta delante de los bueyes. Porque si hubiese partido por tasar al tacuaco en vivo y en directo, se le habrían quitado de entradita las ganas de profundizar su "relación" con él.

No la juzgo por cuestionarse las dificultades que pudiere tener por culpa de esos 11 centímetros de diferencia, a pesar de que hay enanos que se gastan su gracia oculta y parecen "miguelitos". Como los tire uno caen parados.

En el catre no hay dramas con la estatura, a no ser que guste de pegarse un salto por el Chaco paraguayo. En ese caso le recomiendo unos zancos de tarros lecheros para el petiso, onda que el acople espacial salga perfecto. ¿Me copia, Houston?

El verdadero drama que veo en usted, mi guagüita rusa, es que no sabe qué cresta quiere. ¿Busca un pololo que la apapache, adore y respete, o sólo un gimnasta del sexo que le dé cuerda al reloj?

Si su opción es la primera, todo mal, pues, mi reina. Usted misma reconoce que le da pánico que el tapón de artesa sea un pelacables más peligroso que el Conde Vrolok. Nuestra historia policial reciente está llena de casos macabros que parten en un cibercafé y acaban en un cementerio.

Ahora, si sólo quiere que le afinen el piano... ¡Meta al pigmeo en la cartera y se lo lleva a un motelucho! Capaz que hasta le hagan rebaja.

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