Doctor Cariño:
Respetuosamente me dirijo a Ud. con el propósito que me preste su experimentada ayuda.
Soy de Santiago, pero el problema se me ha presentado en la hermosa Valdivia, desde donde estoy escribiéndole. Estoy acá hace dos meses porque mi viejo, que vive en esta ciudad, está delicado de salud.
En este tiempo he conocido a dos mujeres encantadoras, que me pretendían, y como soy débil de carácter, las acepté a ambas.
Yo hace dos años que no pololeaba, y de repente me veo enganchado con dos niñas al mismo tiempo. Una tiene 24 años, la otra 14, y yo tengo 26 años.
La verdad, querido Doctor, es que no sé con cuál quedarme... He tratado de decidirme por una de ellas pero es imposible.
Es por esto que acudo a Ud. y confío en que me dará un buen consejo. Su experiencia me servirá de mucho aunque debe tomar en cuenta que a las dos las quiero mucho.
Se despide atentamente.
RENÉ
Renecito:
Mi experiencia sobre la materia me indica claramente que si sigue pegándole al romance con la cabra chica se meterá en un forro de proporciones, ley incluida.
Las abuelas dicen "quien con guagua se acuesta amanece mojado", y en su caso es lo menos que podría pasarle. El hecho que no tenga una definición entre una mujer hecha y derecha, y una niñita demuestra que usted es pajarón a la vela o bien tiene algo de chacal de las cunas.
Considere que es una menor de edad, con todos los riesgos legales y penales que eso significa, y que la otra es mayor de edad y, seguramente, sabe lo que es canela. No hay por donde perderse mi viejo.
Si a Ud. se le pasa la mano u otra cosa con la lolita, no le quepa duda que se le dejará caer la familia en patota y es posible que llegue primero al cementerio que su viejo, que está delicadito de salud.
En cambio, si hace una diablura con la criatura, lo único que le puede pasar es que le pongan una pistola en el pecho, lo lleven al Registro Civil y se quedará a vivir para siempre en Valdivia, que es realmente una ciudad muy hermosa. ¿Está todo claro, pailón?
