Ventanita Sentimental

Estimado Doctor:

Le escribo con una mano en el corazón, confiado en que sabrá darme el consejo que necesito.

Soy oficinista en el centro de Santiago, en una importante empresa, y como suele pasar en lugares donde trabajan hombres y mujeres, me he enamorado hasta las patas de una compañera. Esto no tendría nada de particular si no fuera porque los dos somos casados.

El romance con tutti se prolonga hace un año y mi mujer, por supuesto, está muy cachuda, ya que no le doy cuerda al reloj con la frecuencia que acostumbraba. Por otra parte, lo hago sin ganas y sólo me falta leer el diario mientras cumplo mis obligaciones conyugales.

Mi amorcito me ha contado que su marido está en las mismas, ya que cuando quiere guerra la encuentra siempre enferma, que le duela aquí, acá o allá.

Estamos pensando aclarar las cosas e irnos a vivir juntos, pero sólo nos detienen nuestros hijos. ¿Qué me puede decir, doctor de corazones?

ENAMORADO

Compadre:

Le veo mal color a ese romance donde los protagonistas se están cacheteando a espaldas o expensas de sus respectivos cónyuges, que están mirando para la carnicería.

Le digo esto porque no es fácil formar un nidito cuando se tiene esposas (os) e hijos y la gente, partiendo por los patrones o jefes, no ven con buenos ojos que un par de calentuchos dejen muertos y heridos en el camino. Especialmente cuando eso tiene que ver con el rendimiento en el trabajo.

Sería conveniente que usted y su noviecita no piensen con el cucharón o la región vaginal, sino con la cabeza. Si lo hacen, determinarán separarse o, mejor dicho, terminar con el cacheteo y dejarlo todo como un sueño. Piensen que son los protagonistas principales de una teleserie y que el guión señala que los matrimonios se mantendrán y que los fogosos amantes serán sólo amigos.

Le garantizo que esta solución es la ideal, especialmente por la seguridad laboral de ambos.

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