Ventanita Sentimental

Querido Doc:

Le escribo lleno de esperanzas, confiado en que usted encontrará el camino que yo no puedo hallar.

Tengo 52 años, dos veces casado y las dos separado, cuatro hijos -dos en cada matrimonio- y tres nietos.

Mis fracasos matrimoniales se deben a que desde joven he sido aficionado a caerme al frasco y cuando se me calienta el tarro, no me para nadie. Puedo pasar varios días poniéndole entre pera y bigote.

Naturalmente, me gasto toda la plata y me meto con la mujerzuela que me salga al camino. Una vez estuve dos días con sus noches encatrado con una gorda de Avenida Matta. Para qué le cuento el vacío que me sobrevino cuando se me pasó la mona y la vi, echada sobre la cama.

Cuando creía que ya estaba retirado de las pistas, que no sería capaz de encontrar amor del bueno a mi edad, apareció en mi vida una viuda cuarentona, llena de gracias, que no me cobra como las otras y me ofrece que rehagamos nuestras existencias... pero me dice que tengo que dejar el copete y también el pucho, ya que fumo como chino en velorio.

Se me ocurre que es demasiado tarde para dejar esos vicios que alegran mi vida. Claro que por otro lado están la viuda y sus muchos atributos. Ella realmente me atrae y creo que tendríamos un buen hogar.

¿Qué hago, Doctor?

Eulogio

Compadre:

Si esta consulta la llega a leer esa viuda tan potable y que desea llenar el hueco dejado por su difunto, estoy seguro que le bajará la cortina y no querrá verlo más.

Supongo que se habrá dado cuenta que ésta debe ser la última oportunidad que se le presenta de tener costilla propia para las frías noches, donde un guatero con uñas no tiene precio. Y usted vacila entre ella y el tragullo con nicotina. ¿Es que está definitivamente bruto, hombre?

Le aseguro que si se aleja del maldito veneno y de ese placer genial, sensual, que suele provocar cáncer, no sólo ganará a la viuda golosa, sino que prolongará su vida.

Así como le aguantó la parada, le toca el turno a ella de exigir. Y si usted no puede desterrar sus vicios, bueno, sea discreto para ponerle entre pera y bigote y echar humo. O sea, jamás llegue pasado a trago ni a cigarrillo ni menos extravíe el camino a casa.

COMPARTIR NOTA