Ventanita Sentimental

Doctor Cariño:

Nunca es tarde y por eso le escribo, ya que con sus consejos me puedo salvar. Es decir, puedo salvar mi matrimonio.

Estoy casado hace 17 años con Matilde, que es una buena mujer y excelente madre -tenemos tres hijos-, pero sumanente fome para sus cosas. Además, por el hecho de ser dueña de casa está convencida de que puede andar desaliñada y chascona todo el tiempo.

No es de extrañar, entonces, que me haya prendado de los tiernos y atractivos encantos de una lola de 21 años, con la cual iniciamos un romance con tutti. Tampoco debe extrañar que la Mati se haya enterado de mis andanzas. ¿Cuál fue su reacción? Primero cambió su manera de ser. Se vistió a la pinta, empezó a ir a la peluquería, también a un gimnasio y, por supuesto, cambió del cielo a la Tierra. El paso siguiente fue lanzarse a la vida, ya que pasaba en la calle.

Varias veces ha llegado tarde, media chascona y sin pintura. He querido llamarle la atención, pero no me aguanta ni una palabra. Creo que la voy a perder y que el hogar se irá a las pailas. ¿Qué puedo hacer para evitarlo?

CARLOS

Carloncho:

Veo que usted es otro de esos burros cancheros y que apenas le pagan con la misma moneda arruga y empieza a tirar para la cola. No me extrañaría que se haya pegado hasta sus lloriqueos por los rincones de la casa, pensando que es mártir, una víctima de su desnaturalizada esposa.

No pues, viejo. Cuando uno da, tiene que estar dispuesto a recibir. Así es la vida.

No me dice nada, al final, de su lola y de cómo marcha el tórrido romance. Sin embargo, parece que la cosa se ha enfriado, ya que usted está dedicado a controlar los atuendos, pinturas de guerra y salidas de la Mati.

Si pretende que ella no se lance a la vida de frentón y usted y sus hijos pasen a pérdida, tendrá que pedir perdón, tirarse al suelo y prometer nunca más pecar ni comer carne fuera de la casa. Ojalá no sea demasiado tarde.

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