Ventanita Sentimental

Doctor Cariño:

Estoy desesperada por un amor imposible. Tengo 24 años y un hijo pequeño. Mis problemas son los siguientes: Estoy súper enamorada de un hombre de 31 años, Sagitario, chofer de micro, casado. Nos fuimos a vivir juntos a casa de mi madre y ahora estamos separados, pero me visita y me dice que me querrá siempre.

Hace tres años conocí a otro hombre de 34 años, soltero. Dice que soy la mujer de sus sueños. ¿Con cuál de los dos cree que debo seguir? ¿Con el micrero o con el nuevo, que es garzón? Mi madre me lleva por el buen camino, porque se opone a todo esto y dice que sólo debo dedicarme a mi hijo. Quiero que me diga quién me conviene más o si corto con los dos. A veces pienso que sería inmensamente feliz si siguiera con ellos siempre.

Indecisa

Mi perra:

Aunque la frase es más vieja que el hilo negro, usted es igualita a esa gallina fogosa que decidió tomar clases de natación y aprender a nadar lo más rápido posible con la finalidad de que, aparte de pisarla los gallos, también la pisaran los patos cuando se entregara a los deportes náuticos.

¿Quiere seguir cacheteándose a dos carrillos, con el chofer y el garzón, por el resto de su vida? Lo va a pasar bien mientras los dos pericos no se den cuenta del engaño, porque si la cacha el chofer va a pegar la mansa frenada, agarrará la palanca de cambio con mano firme y pondrá, seguramente, marcha atrás para no verla nunca más.

Si el garzón es el que se pega la palmada, podría agarrar de una punta el mantel de la mesa y vaciarle todos los platos encima, con sopa y todo, en su coqueto traje dominguero.

Con los dos no tiene ningún porvenir, mi perra. Con uno para usted solita, a lo mejor, porque por el camino se arregla la carga. Creo que su madre tiene razón cuando le dice que su hijo es lo primero. Por eso el caso lo voy a dejar en manos de su mamita.

Hace rato que tengo una pregunta que ya se arranca: ¿De quién es el cabrito pequeño? ¿Del viento, del chofer o del garzón? ¿O antes hubo otros golosos que no perdieron el tiempo? Se me ocurre que no tiene remedio, salvo que escuche la plegaria del Señor.

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