Por Guido Macari MarimónLa Firme Presidencial con Marco Enríquez-Ominami: “Dijeron que era el más flojo y cafiche, ¡el candidato que más plata gana soy yo!"
Ya lanzado en su quinta carrera presidencial, ME-O repasa su vida íntima, laboral, política y mediática, marcada en la última década por los juicios que enfrentó. “No tengo rencor, pero tengo una historia difícil, y no quiero buscar compasión”, declara.

Marco Enríquez-Ominami Gumucio (52) ingresa de terno a su comando emplazado en el Barrio Bellavista, custodiado por dos guardias personales, tras retornar del Encuentro Nacional de la Empresa (Enade) 2025. Antes de cruzar por la puerta al interior, se acomoda el peinado con la mano como acostumbra, gesto que alguna vez inmortalizó Stefan Kramer en su imitación. Luego desaparece en la sombra de la propiedad donde se encuentra el resto de su equipo.
Ya dentro, mientras La Cuarta espera a ser recibida por el candidato, este se encuentra con la puerta de su oficina cerrada: “NO TOCAR, solo WhatsApp”, se lee un papel. Ya al encontrarnos con el también cineasta y exdiputado, este manda un mensaje de voz en francés y luego se excusa por estar con la mirada atenta al celular:
—Estoy colapsado —comenta y, mientras se toma las fotos que serán parte de la entrevista, manda mensajes por teléfono—: Voy trabajando.

En cualquier caso, ME-O se toma el espacio para tirar alguna tallita o explicar, a propósito de los arreglos que se realizan dentro de su comando, que es porque “estamos recién llegado”.
Al salir a la calle, en una esquina, Enríquez-Ominami llama la atención de algunos transeúntes, uno de ellos un padre que vuelve con su pequeño hijo de la escuela: “Es candidato a ser Presidente de Chile”, le explica el papá al retoño. Instantes después, pasan sonrientes un hombre y una mujer que le dicen que “le vaya bien” y “buenas tardes”.
A diferencia de otros candidatos, siendo independiente, ME-O recién pudo inscribir su candidatura a fines de mayo, tras no poder participar en las primarias de la centro-izquierda, Unidad por Chile. Ahora, en las últimas encuestas, no pasa del 1%. Tras el 20,13% en su primer intento, no volvió a alcanzar resultados similares, ni siquiera con el Partido Progresista (PRO) de espalda. Después enfrentó dos periodos de juicios en su contra, el caso OAS y SQM, saliendo juridicamente airoso de ambos. Califica a estos procesos como intentos “de matar mi reputación”.
—Me quitaron el derecho a voto, ahora, hace cuatro años, habiendo ganado el juicio —se desahoga al respecto.

En entrevista con La Firme, ME-O repasa su historia, partiendo desde su niñez en el exilio en Francia, su vínculo con la imagen de su padre biológico, Miguel Enríquez, y la relación con su papá adoptivo, Carlos Ominami; el retorno a Chile cuando “las ideas de Kast, Matthei, Kaiser y Parisi gobernaban”, según arremete; su conflictiva posición dentro de la “elite”; las complicaciones y choque cultural con el país donde nació; su salto de lo audiovisual al primer plano político, primero como diputado y luego como candidato presidencial; los años de juicios y cómo los vivió tanto como figura pública como personalmente, y los mitos sobre su figura; su matrimonio a toda prueba con Karen Doggenweiler; la relación con sus hijas, Manuela y Fernanda, que esta última ahora presentó desde Argentina a través de redes sociales; su cercanía o distancia con personajes como José Antonio Neme, Kurt Carrera, Rafael Gumucio, Juan Sutil y Julio César Rodríguez; el viral cruce con Monserrat Álvarez; propuestas varias para La Moneda y algunas arremetidas contra sus contendores.
El exdiputado, cuando oficializó su candidatura en agosto en entrevista con Iván Valenzuela, hizo una analogía entre sus empresas presidenciales con la historia mundialera del mismísimo Lionel Messi:
—Me comparé con él porque perdió cuatro mundiales y ganó el quinto —recuerda ahora—. Y a Messi también le decían: “¿Para qué insiste?” y le pedían que dejara la Selección. El quinto lo ganó.
¿Seguirá ME-O ese mismo destino? ¿Logrará dar la vuelta?
LA FIRME CON MARCO ENRÍQUEZ-OMINAMI
Fui exiliado. No crecí aquí. De niño recuerdo ir al museo con unas tías, muy cultas, que me llevaban. Todos los museos de París eran gratis. Terminé agarrándole el gusto, pero era una tortura al principio; quería pololear y tenía que ir al museo “TODOS” los días.
Nací en una clínica en Vitacura. Yo era ultra-ultra elite. Me tomaron preso en Vitacura, porque le caímos mal a la elite. Nací en la elite, la elite no me quiere y yo los quiero; pero no me quisieron: me tomaron preso con mi mamá (Manuela Gumucio), nos metieron en una embajada porque nos querían separar, porque buscaban a mi padre, Miguel Enríquez, que tampoco era hijo de obrero (su papá era rector de la universidad) y que peleaba con la elite.
Quiero aclarar algo: fui exiliado, con cinco meses de edad; lo que pasa es que yo era parte del paquete, me metieron, supongo, pero absurdamente. Creo que había una idea en la derecha chilena de que yo estaba condenado genéticamente a ser un revolucionario, como en las novelas, que yo iba a ser igual a mi papá: no lo soy. Soy otra cosa.

Vengo de una familia que se peleó con su élite, todos mis bisabuelos, tíos y abuelos peleamos con la élite. Nos llevamos mal con nuestra élite. Tengo la peor opinión, ¿aun sintiéndome parte? No sé, porque nos odian y exiliaron. Mi familia fundó diez partidos políticos y todos mis parientes fueron críticos de su élite: mi abuelo rompió el Partido Conservador y el otro al Partido Liberal, Partido Radical, MIR, PPD, PRO, Izquierda Cristiana, MAPU, la DC y la Falange. Todos esos partidos fueron partidos que mutaron en la rebeldía. Diría que somos una familia de gente austera, de la élite y crítica de la élite. No somos ricos, ser élite no es lo mismo que ser rico.
Fui huérfano en muchas cosas. Fui huérfano de Chile, me quitaron mi pasaporte, me quitaron el ingreso: huérfano de patria. Hasta los 10 años tuve un pasaporte celeste, lo tengo guardado: “Apátrida” (“sin patria”). Ya niño me prohibieron entrar a Chile, me quitaron mi derecho a la nacionalidad. Recuerdo cruzar las frontera cuando viajábamos y los policías de aduana se emocionaban, diciéndome: “Pobre niño”, jaja. Y yo los miraba y decía: “¿Por qué tanta pena?”. Yo fui “sin patria”. ¿Me sentía chileno? Sí, porque mis papás y abuelos lo eran. La orfandad es tal que yo era chileno sin conocer Chile.
Como se ha hecho mucha caricatura de mí, de que no trabajo, que me mantienen y que soy ladrón del Servel, hago sólo un pequeño recapitulativo: a un niño le dicen que es chileno y no le dejan conocer su patria —no quiero hacer llorar, jaja—, entonces yo, que soy moreno, iba al colegio, me miraban los franceses y decían: “Pero tú no eres francés”, y yo hablaba en francés. “No soy francés”, decía yo. “¿Pero de dónde eres?”, me preguntaban. “De Chile”, contestaba. “¿y cómo es?, me decían. “No sé”, respondía”. “¿Y cuándo vas?”, preguntaban. “No puedo entrar”, contestaba. “¿Y qué hiciste?”... Húerfano de patria po’...

Por eso soy el mejor candidato presidencial: el único que ama a su patria. Los demás nacieron y vivieron acá. Soy el único que decidió ser chileno. Si yo no hubiera ido a la embajada a pedir mi pasaporte no lo tendría. Por eso soy joven de carnet, soy 13 millones, me lo dieron tarde, y tengo 52 años.
Siento una gran admiración por Miguel Enríquez, con quien tuvimos vidas muy distintas. Como la elite no me quiere, tampoco me quieren de la izquierda, porque no soy como mi papá, y yo debería estar “en la lucha”, en La Araucanía con un fusil, supongo. No soy como mi papá por una razón muy simple: Miguel Enríquez, a quien admiro, tuvo una vida mucho más privilegiada: mi abuela dejó de estudiar Derecho para darle todos los días a las 6 de la tarde un vaso con leche; y mi mamá trabajaba y yo no la veía nunca, y a mi papá lo mataron. Mi papá creció en Concepción, fue a un liceo en la esquina y después a la universidad donde su papá era rector... No busco compasión porque sé que cae mal, pero mis adversarios dicen: “Pero este huevón tuvo un exilio en París”.
Mi exilio en París fue con un hermano asesinado, un primo asesinado, dos tíos desaparecidos, todos mis abuelos torturados, presos o exiliados, y mi hermana en una embajada distinta a la mía. Imagina el ambiente en la casa. Vivimos un exilio muy raro y es parte de mi incomprensión, porque trato de explicar que no tengo rencor, pero tengo una historia difícil, y que no quiero buscar compasión ni pena, ni la ando poniendo por delante... Me preguntaste por mi apellido, yo no quería hablar de él.
Creo que el MIR, no tanto en la propuesta pero sí en el diagnóstico, leyó mejor que el socialismo que iba a haber un golpe: (Salvador) Allende nombró a (Augusto) Pinochet, y mi papá le dijo varias veces: “Te van a hacer un golpe”, y Allende le contestó: “No, Pinochet es un institucionalista”, jaja. Mi papá tenía infiltradas las Fuerza Armadas, marinos eran del MIR y servían la mesa a los almirantes. El MIR tenía información de que estaban preparando un golpe y Allende nunca lo quiso creer. Mi papá sabía.
¿Yo habría sido mirista?... En un contexto de dictadura habría luchado con todas las fuerzas contra la tiranía.

Cuando llegué a Chile en 1986 creo que estaba con una depresión que no se me diagnosticó. Llegué cuando las ideas de Kast, Matthei, (Joahnnes) Kaiser y (Franco) Parisi gobernaban y cuando ser hijo de un revolucionario que había luchado con armas contra la dictadura era ser hijo de un terrorista; hacían esa caricatura de mi padre. A los combos me fui. Me agarré mucho. Fue muy difícil, porque era una incomprensión total. Creo que mi padre fue un gran héroe. Y no hablaba bien el idioma. Era un país en dictadura, había mucho dolor; y habían criminalizado a toda nuestra familia y éramos castigados por nuestras ideas.
Volvimos en dictadura, cuando nos dejaron, a toda la familia. Una vez que volvimos, las ideas que defendían mis familiares eran consideradas “terroristas” para la democracia, por tanto, uno no sabía si volvía para siempre o te echarían de nuevo. Mi madre me mandó primero como punta de lanza, jaja, y llegué solo un año antes. El francés, mi idioma natal, había que mantenerlo, porque si me salía del sistema educacional francés ya no podía volver a Francia. No se sabía si en 1988 se perdía el plebiscito y tenía que volver a Francia.
Con la adolescencia, en Chile, se me produjo un gran rechazo, un divorcio total, con el bullying, a los modos de relación de mi generación, porque es muy violenta, todo era reírse, sexualidad y decir “guatón”, “enano” y “pailón”. El fútbol lo jugaban insultándose, se sacaban la madre; se agarraban a combos en las fiestas y la borrachera. En ese sentido, muy de chico me despegué de mi generación. Del fútbol me salí porque eran puros insultos. Yo jugaba, soy de la U, pero tocaba la pelota y me gritaban: “¡Suelta la pelota, maraco cu...!”, y yo decía: “¿Pero por qué tienen que tratar así?”. O decían: “¡Juega como hombre!”. Y yo pensaba: “¿Para qué se maltratan en un partido?”. Y después se trataban como si fueran amigos.

Siempre me pareció horrorosa la hipocresía de ir a misa; alojaba donde mis amigos y me obligaban a ir a misa con los papás. Después que había visto cómo los papás trataban a los subordinados y se comían una hostia, yo decía: “Wow”. Lo conecté con las películas de (Martin) Scorsese, o de Francis Ford Coppola, que filmaba el mundo del crimen con la iglesia. No digo que fueran criminales, pero es raro hablar de Jesucristo y ser clasista, hablar de él y despreciar, creer que la pobreza es un estado natural, o que “los pobres son pobres porque son flojos”. Raro es ser cristiano y decir eso. Se te olvida dónde naciste, se te olvida que el tipo no tuvo un dentista, que no tomó la leche que tenía que tomar y que no tenía sala cuna.
Le daba besos a la almohada para practicar, es muy antigua esa huevada, jaja. Me iba muy mal con las mujeres... No me iba bien (Según reporteó La Cuarta, era más bien “picaflor”). No, está desinformado. Siempre me fue pésimo. Las almohadas eran mi pasión. Y después no fue bien (Desmiente al reportero). Mentira.
Me echaron de la Alianza Francesa por una mezcla de cosas. Fue un periodo muy duro en mi vida. Creo que habían elementos políticos y de inadaptación; tengo un problema con la élite, como se habrán dado cuenta, jaja. Quedó un lío, porque quedé fuera del sistema francés. Mi padre, que siempre quiso el público, se enojó y me dijo: “No corresponde que sigas en el sistema privado”, y dijo que “a este joven no lo ayudó más”; me puse a buscar colegio y terminé en el Saint George’s College (colegio privado de la Congregación de Santa Cruz), bilingüe; dejé de aprender inglés cuando llegué al colegio americano.
Me costó aprender español, pero entendía mucho porque mis padres y abuelos entre ellos y a mí me hablaban en español, y yo le hablaba en francés. Pero me costaba mucho “perro” y “pero”, que era una pesadilla; la “R” fue mi gran desafío, aprender a decirla.

Me fui de la casa de mi madre a los 18 años, muy joven. Me habría encantado quedarme, pero me hice el digno. Me arrepentí profundamente, jaja, de hacerme el choro. Con un amigo francés no fuimos a vivir juntos, arrendábamos un departamento en Santiago Centro, vivimos un años, no nos dieron las lucas y tuve que volver donde mi madre. Volví un año y me volví a ir a los 20... Me arrepiento porque mi hija, la chica (Manuela), se fue a los 18: fui castigado. A uno le gustaría que se quedaran más.
En CHV me ofrecieron animar un programa y no quise, porque el periodista que me entrevistó era amigo de mi mamá y ella me dijo: “Mándale saludos, éramos compañeros de universidad”. Y se portó bien. Y a la salida del programa se me acercó uno de los productores y me dijo: “Al programa le está yendo mal y queremos que tú lo animes”. Y le respondí: “Tengo un problema, ya le di la mano a un señor que mi mamá me dijo era un buen tipo, y yo adoro a mi madre; no me atrevo, encuentro muy cruel reemplazarlo”. Me pareció feo. No diré qué programa es, muy famoso. No quiero echarle la culpa a los productores, que tenían razón: parece que no lo hacía bien. Después me reemplazó otro periodista muy famoso, que no diré quién. Me negué a animar y capaz que hubiera sido animador de televisión. Habría conocido a Karen como co-animador.

En Francia era otra cultura y, por ejemplo, el sexo no se vivía con tanta obsesión. Hice una película sobre eso, 10.7 (El caso de Monserrat de Amesti), que es sobre once hombres que cuentan cómo se acostaron con la misma mujer. Uno diría “qué machista”, pero al revés: quedan muy mal ellos, por lo mentirosos y lo despreciativos. Gané muchos premios. Fue un cortometraje muy famoso que hice con (Alberto) Fuguet y Rafael Gumucio. Es una crítica a mi generación, la manera en que los hombres nos referíamos a la conquista. Me rio de eso. Y lo digo como pecador, no como predicador: era una manera de conversar y me sentí muy distante de esa manera de vivir la juventud.
Soy muy crítico del mundo woke, entonces tengo una mezcla: me gusta que cuidemos el vocabulario y las formas de expresarnos, pero también creo que se les pasa la mano y ya no se puede decir nada. De “juega como hombre, maraco y la conchadetumadre”, que es lo que me decían, y lo encontraba un poco excesivo, a que uno diga eso y sea un “criminal”. La cancelación es insoportable. Si se me sale una grosería de ese tipo, tampoco me vas a condenar a la pena de muerte. Soy filósofo y Aristóteles hablaba del “justo medio”, ni tanto ni tampoco, como dicen los lateros: cuidar al otro y al mismo tiempo permitirse ciertos juegos de lenguaje.

Siempre fui militante, estuve en política de muy joven, e incluso fui precandidato a la Fech. La política es mi vocación, pero mi pasión fue el cine, la televisión, las imágenes y lo audiovisual. Mi convicción era la política y ahí terminé; me resistí muchos años, no me gustaban los políticos, no confiaba; pero tampoco me gusta el individualismo. Creo que hay que militar en causas, y milité en el Partido Socialista desde los 15 hasta los 35. Me aburrí del cine y la televisión; no sé cuándo, pero me fui dando cuenta de que la televisión era una dictadura del plano medio. Tuve los mejores éxitos de audiencias con mis series y arrasábamos. Fui mutando y decepcionándome del formato. Y entré en la política, que creo que cambia más la realidad de la gente que la televisión.
Encuentro mucho más interesantes a los líderes políticos que a los de telenovela. Si me hacen elegir entre conocer a un Presidente o interactuar con un actor de telenovela, prefiero al animal político. Hay quienes a los actores de telenovela. Prefiero a la gente que pelea por el poder, por cambiar la vida de los demás. Creo que a los chilenos nos están manipulando: hacen creer que es normal cosas como que las AFPs son un sistema normal, y no, en el mundo no es masivo.

Me inventé un apellido: le agregué otro apellido a mi apellido, o sea, soy un innovador y trato de vivir mi vida con alegría, propuestas y en mucha incomprensión con la élite. Cómo nos pifiaron los empresarios ahora (en la Enade), ¡cómo aplaudieron a (Evelyn) Matthei y (José Antonio) Kast!, era de ellos el estadio. Y cuando estudié Filosofía en la Chile tampoco me querían porque era hijo del ministro de Economía (Carlos Ominami). Ya aprendí que no me importa el prejuicio: me importa la verdad, soy lo que soy.
Fui el primer niño en Chile al que se reconocieron dos padres —que la ley cambió en el 2000—. Como soy peleador, fui a un juicio y le dije al Estado de Chile: “No, yo tengo dos papás, y no porque mi mamá tenga muchos amores: es porque ustedes mataron a uno, fue asesinado por el Estado”. La ley decía que, si quería cambiarme de apellido, tenía que borrar el otro. “No acepto”, dije: “Tengo un padre de biología y uno que me educó”. Demoró como dos años, fuimos a tribunales y a los 30 años me adoptó mi papá; y la ley exigió que cada uno fuera con su mamá, al frente de un juez, a que ellas dijeran que no éramos “locos”; requería el consentimiento de ambas madres. Yo, que soy director de cine, lástima que no lo filmé, porque era una gran escena: las dos estaban frente a un escritorio, con dos adultos, y yo diciendo “me adoptó Carlos”.

Mi madre, Manuela Gumucio, es mi gran confidente, mi gran amiga, mi mejor amiga; le compite a Karen (Doggenweiler). Están en competencia: las dos son periodistas y las dos madres solteras.
Me considero un tipo perseverante. La Karen no me pescó al principio, decía que era muy picaflor (en De tú a tú, Canal 13). Me demoré un año. Una vez que me pescó, enganchó. No dimos un beso y le dije: “El paso siguiente es conocer a tu mamá”, se rió y llamé a la suegra. “¿Pero por qué quieres ver a mi mamá”, me preguntó. Y yo, como chiste para seducir a la Karen, le dije: “Si no veo a tu mamá no sigo”. Al día siguiente invité a mi suegra a almorzar. Fuimos a almorzar a un restorán peruano. Se nos quedó el teléfono, la Karen llamaba y no nos dimos cuenta. Fue un almuerzo largo; y la Karen, desesperada. Nos hicimos amigos rápido con la suegra, que es atómica: en dictadura, hizo cosas súper valientes; mi papá es más conocido, pero ella es de esos héroes anónimos que hizo cosas muy riesgosas. Es gente que respeto tanto o más que a mi papá. La mamá de Karen merece todos los homenajes del mundo.
Mi madre nunca se casó pero yo sí, y a los seis meses de que me puse a pololear con Karen. ¿Siempre quise casarme? Karen me enseñó mucho. Fue una forma de amar nueva para mí, cuando la conocí: el amor a toda hora. Hay muchas novelas y películas que muestran que el amor es no responder el teléfono, hacerse el interesante y hacerse el culto. A mí me iba mal por eso: me llamaban, no contestaba al teléfono y decía “la dejaré esperando dos semanas y voy a aparecer en dos semanas”.

Me empecé a sentir padre de Fernanda (Cornejo) muy temprano, muy rápido, cuando estaba de novio con la Karen; nos quisimos inmediatamente. Peleó al principio, le pareció raro esta figura de un hombre en su vida; ella tiene un papá (biológico) que, en fin, no lo voy a calificar... Yo tengo doctorado en esto, fui adoptado por otro, sé lo que hay que hacer y no. Nos quisimos muy rápido e intensamente.
Tenía gran éxito en el audiovisual y una empresa, y en el 2005 me pidieron que fuera diputado, y arrasé, saqué la mayor votación de la historia en ese distrito. Mis mayores orgullos son la Ley de Dicom; haber tenido el coraje contra toda la izquierda y la derecha de proponer un nuevo sistema político; una ley de aborto; No a HidroAysén; la nueva Constitución (al menos la iniciativa); y el matrimonio igualitario; la reforma tributaria... Que todo eso que ahora parece normal en el 2006 FUERON GRITOS. El arzobispo me trató de “canibal” por presentar una ley de aborto.
El 2009 dije: “La centro-izquierda no va a ganar la elección, ya van 20 años, el país quiere cambio, ganará Piñera y el único capaz de enfrentarlo sería alguien distinto a los viejos liderazgos”. Y me dijeron: “Usted vale hongo, retírese”. Respondí: “Bueno, hagamos un acuerdo programático”. Hice un grupo de diputados que se llamó “Los díscolos”, hicimos un decálogo, lo firmaron 80 autoridades, rectores y académicos con propuestas, como educación pública y gratuita, nueva Constitución, derechos civiles y no a HidroAysén. Y el candidato (Eduardo) Frei se negó a firmarlo, y ante eso le dije a “los díscolos”: “Llevemos la nuestra”. Y a uno, que no voy a nombrar, le dije: “Sé tú po’ (...) Si no vas tú, voy yo”. Y marcábamos (en las encuestas) como ahora: cero. Me inscribí. Antes no había tenido la inquietud.

¿Me sigo sintiendo “díscolo”? Indomable, porque “díscolo” significa indomable. Me gusta la verdad, no me gusta que me mientan.
¿Sigo sintiendo que Chile es una “monarquía”? Sí, claro: napoleónica y borbónica, en el sentido de que la gente tiene poco poder. No es que sea una monarquía en el sentido estricto.
Ya fui diputado, ¿por qué volvería a presentarme? 180 leyes presenté. El Senado lo quiero eliminar. Mi papá Carlos fue senador, mi bisabuelo, mi abuelo y todo el mundo, y tengo la peor opinión del Senado. Quiero (un Poder legislativo) unicameral, como en Finlandia y muchos países... Perdón a mi familia... Escribí un libro sobre eso e hice una comisión que duró del 2006 al 2009. Tenemos que repensar la monarquía chilena para a un sistema semipresidencial con democracia participativa y directa, una nueva ley de partidos políticos y una nueva ley electoral que permita repartir en otras cantidades de distritos...
Quiero un sistema político distinto, pero como eso no le importa a nadie —salvo a decir: “¡Hay que echar a los apitutados! ¡Que se vayan todos los nepotistas”—, como estamos en un circo, todas mis propuestas que están escritas en libros, valen CERO... Hoy en el debate dijeron “vamos a echar a todos los apitutados”: la propuesta económica es “echar a los apitutados”. Eso no es una visión económica.

En mi primer debate presidencial a (Sebastián) Piñera le temblaban las manos; y a mí, las rodillas. Fue muy impresionante, porque, por mala suerte, me tocó primero. Estaba temblando mal; nunca había entendido lo poderosa que es la mente sobre el cuerpo. Me temblaban las piernas y le di la mano a Piñera; yo estaba más nervioso, pero a él le temblaba la mano. “¿Cómo estás nervioso tú?”, le dije. “Yo estoy mucho más nervioso que tú”, me contestó: “A mayor experiencia uno sabe más lo que está en juego”. Muy simpático su comentario; algo me calmó, porque pensé: “Si está nervioso Piñera, que tiene casi 30 años más que yo, es normal lo que siento”. Igual me temblaban las rodillas...
Fui un muy duro adversario de Piñera, pero nunca rehuyó de los debates, nunca anuló un debate, como lo están haciendo ahora (Jeannette) Jara y Kast.
No tengo amigos en política, dije (CNN Íntimo, 2013). Hoy, Marcelo Forni me cae bien, de la oposición, UDI, que fui diputado con él. Amigos tengo muy pocos; Forni es un buen amigo, pero no lo veo nunca. Guido Girardi (Brière) padre fue un gran amigo en la política. Y Raúl Leiva me parece un buen tipo, pero no lo conozco mucho. Es muy antigua la frase: en política uno no sabe quiénes son los amigos, sabe quiénes son los enemigos.

¿Alguna vez me han ofrecido ser ministro? Sí. Nunca he aceptado... Para ser más preciso: me han ofrecido ser parte de proyectos presidenciales ganadores en segunda vuelta y he dicho que no, porque no tengo interés en un cargo.
¿Me siento viudo de la Concertación? Fui muy duro con ellos y creo que ellos no supieron renovarse.
El hablar rápido lo trabajé, fui al fonoaudiólogo y trabajé la dicción. Parece que hay algo con el francés, que fue mi primera lengua. Pero también tiene que ver con que mi papá hablaba rápido y mi primo Rafael (Gumucio) también, así que tengo fenómeno “sándwich”: los Enriquez y Gumucio hablan muy rápido. Lo he trabajado muchos años.
¿Por qué le perdí el afecto a Rafael Gumucio? ¿Nos arreglamos?... Fue un hermano primo, no fue primo hermano: fue mi hermano primo, y la vida nos ha distanciado. Pero le guardo gran cariño.

Mi mayor cicatriz son los juicios, que fueron once años. Los periodistas me dicen: “A usted en las elecciones no le va bien”. Si tienes 28 fiscales arriba tuyo, te construyen infamia. Fueron dos candidaturas proscrito, me proscribieron (a diferencia de (Daniel) Jadue, yo gané y el Tribunal Constitucional me tuvo que reinscribir). Fue un dolor: que me quitaran el derecho a voto y mi ciudadanía fue bien traumático. A los cinco meses me quitaron el derecho a vivir en Chile, y el 2017 y 2021 me hicieron lo mismo. No es paranoia: dos veces. Es bien traumático que el Estado de Chile te prohíba participar del debate público en democracia y en dictadura. Fue muy injusto. Me insultaron tanto y me inventaron tantas infamias que algo queda, hay un daño.
A mis adversarios y distintos entrevistadores les gusta hacer una caricatura de mi carrera política y se les olvida que hay once años de proscripción política... ¿Eso dónde lo metemos en el pasado? Si gané los juicios quiere decir que era inocente.
¿Un periodista se coludió en mi contra con un fiscal? ¡¿Uno?! Veinte. ¿Cómo lo sé? (Ante pregunta de reportero) Si como periodista sacas aquí un papel de la carpeta investigativa donde yo estoy siendo investigado, y no la tengo, ¿cómo lo obtuviste? Lo filtró el fiscal. Fui a entrevistas con periodistas en programas de televisión, ¡en directo!, y me sacaron hojas de mi carpeta. Eso es colusión, un delito: de las carpetas bajo secreto no pueden revelar información. Después, el periodista y director de prensa de Canal 13, Christian Rendich, me persiguió con acusaciones falsas, que gané en tribunales ocho años después; pero ya me hizo el daño: me proscribieron. ¿Qué cargo obtuvo al día siguiente a la elección? Jefe de comunicaciones de Piñera. Un pequeño premio. El fiscal Pablo Gómez me inventó una causa penal, ¡y me tuvo once años en juicio! ¿Qué pasó cuando salió de la Fiscalía? ¡Abogado de Piñera! Oh, mira tú... Pero no quiero pelear, ya me cansé: los perdono. Están perdonados.

No tuve esos pensamientos (suicidas, en medio de los juicios). Vengo de una familia que murió por sus ideas, que fue asesinada por ellas. Lo que he vivido es muy duro, sostengo que soy el liderazgo político más atacado en la Historia de Chile, penalmente: nunca se persiguió tanto a un líder. Ningún líder político ha ido a dos juicios penales orales y ha sido declarado inocente. Es un momento muy importante en mi vida, pero estoy consciente de la dificultad que tienen los chilenos y hoy me preocupan ellos. Difícilmente alguien habría aguantado estos niveles de acoso judicial, once años con la PDI y Carabineros viniendo a mi casa de manera hostil, mandatado por fiscales corruptos.
Después de once años, trece causas penales, dos juicios penales orales, 28 fiscales, diez funcionarios de Impuestos Internos, cinco del Consejo de Defensa del Estado, $5.000 millones invertidos y digitados por algunos que buscaron sacarme de carrera cuando era el futuro Presidente de Chile, lo lograron; y después de once años, terminé la última sentencia (caso SQM), y veredicto, que nuevamente —y por décimotercera vez— demostró que yo era inocente (se lo declaró absuelto). Nunca debí estar en ninguna de esas causas ni juicios y es evidente la persecución. Es evidente el doble estándar y esto constituye un escándalo de Estado.
En lo personal y para mi familia, el fallo de SQM es un momento muy emocionante, porque en una carrera política muy difícil cuando no eres de “esta” izquierda ni de “esta” derecha; y en medio de la infamia y acusaciones infundadas, ha quedado dado claro que el Estado me ha declarado inocente una vez más. Es emocionante y también estoy claro: lo importante ahora es preocuparse de que esto nunca más le ocurra a un compatriota.

Hoy mi palabra es libre. Soy un hombre libre y recién comenzó la campaña: vamos con fuerza a recuperar el tiempo perdido para aprovechar que somos la candidatura más preparada, la única que tiene un plan técnico y financiero, que no propone medidas sin respaldo financiero; y el más honesto, puesto que soy el único que transparentó sus ingresos de todos los candidatos. Vamos con mucha fuerza y mucho ánimo con esta idea.
Como “un gran acuerdo de impunidad de la clase política” calificó el exfiscal Carlos Gajardo este fallo de SQM. Es de una mala fe increíble lo que el farandulero abogado afirma, porque él mismo creó este problema, cuando era fiscal (Ximena Chong), puesto que filtraba información, y junto a fiscal Manuel Guerra y Sabas Chahuan, los responsables de la mayor operación de despilfarro político de la Fiscalía desde la Reforma Procesal Penal y del juicio más largo en historia (desde que rige la reforma).
Una pregunta para los que derechamente hoy mienten: ¿cómo se puede hablar de impunidad si estuve once años procesado por trece causas, 28 fiscales, seis años con arraigo nacional y cinco años con firma quincenal ante Carabineros, mis cuentas bancarias abiertas, mis emails revisados y 300 colaboradores interrogados? ¿Me pueden explicar dónde estaría la impunidad?... ¡Proscrito! Perdí mi derecho a voto, mi derecho a ser elegido y fui expulsado a la campaña presidencial pasada. Es de una mala fe e inmoralidad que estos abogados de matinales traten de ganar prensa sin honrar lo mínimo: la verdad. Se me persiguió y soy totalmente inocente. Mi tarea ahora no es polemizar con abogados de la farándula, sino con quienes digitaron este proceso y utilizaron a estos mismos fiscales faranduleros.

Julio César Rodríguez, a propósito de mi cruce Montserrat Álvarez, planteaba que yo tenía “el síndrome del niño golpeado” (en Por qué tenía que decirlo). Lo vi. Me di cuenta de que no vio el programa, que vio solamente las redes sociales; estaba opinando sin información. En los primeros noventa segundos, ella me preguntó: “Oiga, usted bajó de peso”, y le respondí “claro, estoy más flaco”, y ella me dijo: “¿Tiene problema con los pesos? ¿Con la platita? ¿Con el financiamiento?”. Eso significa “ladrón”, es una imputación penal... (Reportero le planea que fue más bien una insinuación o una pregunta con malicia) ¡Ladrón me dijo! ¿Cómo fue la entrevista con Matthei? “Oiga, tiene 70 años, ¿por qué es tan linda”... Julio César no vio el programa, se refiere al extracto, cuando me dijo por qué persevero (como candidato presidencial). No tengo problema con que me pregunten eso, pero a Matthei, Kast y Kaiser le tienen que preguntar algo parecido. Yo no tengo miembros de mi partido en el directorio de TVN.
¿Por qué me enoje con JC Rodríguez (contó JC en su programa con Neme)?... Da lo mismo. Lo dejo pasar. Sin comentario.

La política es sin llorar y, al mismo tiempo, creo que la elite política se ensañó conmigo. Creo que no soportaron que fuera tan libre, libre económica, política e independiente de la izquierda y la derecha. Como toda la verdad llega algún día, hace dos semanas se publicaron las declaraciones de renta, ¿y quién es el único transparente de los ocho candidatos? Soy el único. ¿Cuánto declaró Evelyn Matthei? $1. ¿Parisi? $0 (“no aplica”), que vive en Estados Unidos. ¿Jara? $700 mil (En realidad: $985.641). ¿Kast? $3.500.000, y tiene nueve hijos, su mujer no trabaja y tiene quince propiedades; no es transparente… ¿Y a quién le inventaron que no trabajaba? Y finalmente el que más ganaba era yo ($9.066.967, según las respectivas declaraciones).
¿A quién le inventaron que no trabajaba? Finalmente el que más ganaba era yo. El único que paga más impuestos en Chile. Aprovecho para que la gente sepa quién es el único candidato transparente. Todos los demás mintieron. Me llamó mucho la atención que en la entrevista (con Las Últimas Noticias) que se me hizo ese día era cómo yo ganaba tanto; la portada no fue por qué Matthei miente. El mundo al revés, o sea: el que cumple con la norma, que le va bien finalmente, no lo han mantenido, trabaja y paga impuestos… y la portada fue para mí... ¿De qué vive, Matthei? ¿Cómo vive con un peso al mes?

Soy pariente lejano de Juan Sutil. Nos hemos juntado un par de veces, tenemos enormes diferencias, pero le tengo aprecio. Somos parientes muy lejanos. Está trabajando con Matthei, entiendo que es su jefe de campaña. Me parece un tipo frontal y directo. Me gusta.
Yo con la derecha me puedo entender, siempre y cuando no salga su parte más violenta: cuando tratan de explicar que estuvo bien que mataran a mi padre... Pero no quiero enfrascarme en eso.
Mis adversarios tratan de instalar una idea de que uno es un privilegiado; del punto de la ilustración, sí: mis bisabuelos eran profesionales y tengo una familia ilustrada, que no quiere decir lo mismo que una familia millonaria. De hecho, mi abuelo se murió hace tiempo y tengo el reloj herencia, que no dejó nada en la vida, y era presidente de la DC y senador (Rafael Gumucio, 1909-1996); de hecho, la operación se la pagó mi tío, para ponerlo en simple.
¿En qué estoy fuera de la política? Estaba con mi consultora (con Patricio Navia), pero ser candidato presidencial es a tiempo completo.
Mis ingresos son por Rivas y Rivas Limitada, 4C Consultores Limitada, conferencias, diplomados que dirijo en universidades públicas y privadas fuera de Chile, documentales por encargo y de autor, y derechos de autor.

¿Cómo será ser hija de dos padres tan mediáticos? Difícil, supongo, habría que preguntarles a Fernanda y Manuela... Además, sobre todo, que somos tan distintos, porque soy controversial y la Karen es consensual. La Karen en una sala le cae bien al 90%, y a mí en general el 49% no me quiere. Son hijas de dos realidades distintas. Creo que es interesante para ellas. Pero son muy humildes las dos, y las eduqué un poco cómo aprendí de Miguel Enriquez, que en un poema cuando era adolescente escribió: “Estoy dispuesto a morir por mis ideas” y dice que quiere devolver los “privilegios” que él tuvo —sin ser rico—, de la ilustración y la educación, a su pueblo. Es un poco mi lógica. No sé si tuve tanto privilegio, pero tampoco pasé hambre.
Fue muy doloroso que mis hijas se fueran a vivir afuera, porque las echo de menos. Y la Manuela me copió; nunca más le contaré mi vida porque me copió la de irse (de la casa) a los 18 igual que yo. Vive en Francia hace tres años y ha venido dos veces, viene poco... Ya me acostumbré. Me llamó ahora, muy simpática… A Buenos Aires me tocaba ir mucho, por lo cual veía mucho a Fernanda.
Viajo mucho, tengo mucha conferencia en Madrid tengo que ir mucho a Londres, y paso siempre a París. En cualquier invitación que me hagan torturo a los anfitriones y les digo: “Que sea vía París”. “Es que cuesta $100 dólares más”, me contestan. E insisto: “Vía París”, y aprovecho de ver a la Manuela. No sé si a ella le gusta tanto que vaya. Está haciendo su vida. Pregúntale a ella, pero no creo que le guste tanto que yo vaya tanto. Iré todas las veces. La quiero ver.
Cuando pelean la Fernanda le dice a la Manuela: “Yo llegué primero”. Picadas las dos. Pero Fernanda llegó primero efectivamente; tienen nueve 9 años de diferencia. Con la Fernanda alcancé a estar sólo padrastro un año, porque la Manuela nació a los 15 meses. Ha sido una buena paternidad y la Fernanda me reconoce como alguien muy importante en su vida y yo la reconozco como mi hija. Tengo dos hijas, de hecho, nunca he dicho una y media: digo dos, de tomo y lomo.

Estaba al tanto del pololeo de mi hija Fernanda, lo conozco, el tipo es un encanto, y un periodista con gran talento, un tipo finísimo, de una dulzura y de una solidez igual que ella: una gran pareja, se quieren mucho. Se nota que ahí hay sentimientos muy serios e interesantes, jaja. Me encantan los periodistas, me gustan con ética, serios y rigurosos; soy hijo de periodista, casado con periodista y ahora mi hija pololea con un periodista.
Conocí al pololo de Fernanda (Hernán Nucera) cuando salimos a comer en Buenos Aires, ¡los cinco!, con mi mamá, mi hija menor y mi mujer. Fuimos a conocerlo y al pobre le tocó el round completo. Fue hace poco, no me acuerdo cuándo. Lo encuentro adorable, me encantó, gran pololo, adorable y superior. Yo lo conocía de antes, me había entrevistado, en televisión argentina. Me pareció súper profesional y serio. Creo que había entrevistado a mi papá también, años antes. Es de gran nivel y estamos todos como familia súper contentos, y se la ve muy contenta a ella. La Fernanda es súper inteligente y no me meto; nadie me ha pedido mi opinión y no corresponde que la dé. No me meto a calificar nada.

No diré que Kaiser, Matthei, Parisi y Kaiser son buenos candidatos. Después me queda Jara: si yo creyera que Jara es una gran candidata, voy con ella. Pero no creo en el gobierno, no me gusta Boric. ¿Qué hago? ¿Me rindo? Tengo 52 años, salud, autonomía financiera y un equipo gigante, ¿por qué no vamos a ser candidatos presidenciales si podemos? Soy una opción y tienen ocho.
“He publicado diez libros, he creado partidos, fundaciones, enfrenté a tribunales, movilicé decenas de miles de firmas para causas, me enfrenté, apoyé a 3.000 candidatos a concejales, alcaldes y no fui suficiente, tengo que hacerme una autocrítica”, dije a La Cuarta durante el 2024 sobre no haber salido Presidente ¿Qué autocrítica hago? Fui muy ingenuo, me desafié a ser tan insolente con la élite; tenía que haber tenido mejores aliados para defenderme. Creo que hicieron un intento de matar mi reputación, y creo que lo lograron.

Con Karen construimos una relación que consiste en quién le dice más veces al día al otro que lo quiere ayudar. Estamos todos los días mutuamente, y ahora mismo: “¿Qué falta?” y “¿Qué hago?”. Vivimos una relación muy distinta: hacernos la vida fácil. En 21 años, no miento si digo que hemos peleado dos veces, y lo más GRAVE fue que me fui 20 minutos a otra pieza, que fue la “crisis matrimonial”. Una fue más larga porque me quedé con un cálculo renal, no podía hablar, ella pensaba que estaba enojado y en realidad estaba con cálculo. Son dos. No nos hemos peleado nunca. Somos grandes aliados, una pareja incombustible.
Con Karen tenemos muchos flacos externos (que pueden tensionar la relación, plantea el reportero) y nos acompañamos. Yo soy generalísimo de ella, y ella es mi generalísima. Estamos juntos. Somos de un ticket: funcionamos juntos, educamos a las dos niñas, la sacamos adelante de dificultades y nos acompañamos mucho. Lo aprendí de Karen: no quiero ser esnob, cursi ni recomendar nada a nadie, pero nuestro camino fue el del amor expresarlo. Hicimos un pacto cuando nos conocimos, que creo que fue muy importante: no me pidas que cambie si me conociste así. Las parejas, a mi juicio, se destruyen cuando después le dices a tu pareja: “Oye, estás trabajando mucho”. Nos conocimos en una dinámica: los dos trabajando como bestias. Nunca le he dicho a la Karen: “Oye, deja de levantarte a las 5:30 AM”. NUNCA hemos tomado nunca desayuno juntos. Llego tarde y muy pocas veces cenamos juntos, y ella se levanta temprano. No hay cómo.

Hoy con Karen muy probablemente nos veremos entre 9 y 10 PM, una hora, y esa hora la cuidamos con gran simpatía; o no es que la cuidemos, tampoco es verdad: cada uno está en su teléfono trabajando, y le metemos onda: una hora de simpatía: “¿Cómo te fue?” y “Bien”, “Oye, acompáñame a lavarme los dientes”, y la acompaño, ¡pa’ estar juntos! Es un gran deporte: acompañándonos a lavarnos los dientes. Y nos dormimos rápido. ¿Y los fines de semana? Yo viajo, casi todas las semanas; y ella, también. Nos vemos muy poco, pero nos queremos mucho.
No alcanzo a verla en el matinal. A veces, sí, cuando paso por la cocina y está la tele prendida.
No soy amigo de José Antonio Neme. Es la dupla más importante de mi mujer, por lo cual le tengo aprecio y respeto; pero la amistad es una palabra difícil, no salimos juntos a comer todos los días ni nos llamamos todos los días. Lejos de eso. Ha sido un colega particularmente encantador y armonioso con Karen —que ha tenido muchas duplas—, y los veo disfrutando lo que hacen: veo que hablan y que son muy “cuates”, como dicen los mexicanos. Se la pasan hablando y los veo súper aliados.
¿Qué rol juega Karen en mi candidatura? Estamos en un mundo nuevo, por suerte. Me considero un poco padre de ese proceso en Chile, de despatriarcalizar el debate político, el de los candidatos con su ficus o su mueble al lado. Ella hace su pega y yo hago la mía. (Ella lo apoyó activamente en las tres primeras, sin goce de sueldo en TVN, recuerda el reportero). Estábamos en un mundo mucho más machista: estaban de moda las primeras damas, y “la mujer tiene que estar al lado de su marido”. Hoy, con mucho respeto de las mujeres de los demás candidatos, es completamente irrelevante con quién está cada uno. Lo digo en buena onda, no en mala. Me da exactamente lo mismo quién es el marido de Evelyn Matthei. No tengo idea si Jara tiene pareja, ni me interesa. No me referiré negativamente a ningunas de sus parejas.

¿Mis candidaturas afectaron la carrera de Karen en TVN?... Creo que en TVN hubo mucha agenda política, muy jodida. Es un canal muy partidocrático.
Como Presidente, con TVN buscaría más bien una fórmula parecida a televisión francesa o inglesa, como la BBC. Lo que no me gusta es que sea un canal tan partidocrático.
En el Festival de Viña estaba fuera de Chile (en el debut de Karen como animadora), en una conferencia en Madrid... a propósito de que decían que yo no trabajaba... ¿Me habría gustado estar? Me encanta, yo fui en los 90 al Festival. Y me habría encantado estar. Mis hijas tampoco fueron. Estábamos fuera de Chile. Para que vean que estamos en un mundo nuevo... Habría sido una crisis hace diez años: “CÓMO NO ESTÁ EL MARIDO”... ¿Los camarógrafos llevan a su señora? Están trabajando. (Pero era el debut de Karen, plantea el reportero) Sí, está bien, ¿pero el camarógrafo en su primer Festival llevó a su señora? NO.

A nadie le importa que no haya ido a primarias. Así que da lo mismo.
Quise que Kurt Carrera me acompañara en el lanzamiento de mi campaña, porque somos amigos, nos queremos. Lo quiero y admiro mucho. Me río a gritos. Seguimos jugando tenis, jugamos ayer. Después del matinal, lo que más veo es a Kurt (en Detrás del Muro).
Kurt Carrera contó una vez que le presté plata... ¿Me considero un tipo generoso? ¿Desapegado al dinero? ¿O inmensamente rico? (Pregunta reportero), jejeje, después de todo lo que me han inventado... Sólo sé que soy el único candidato honesto y el que le va mejor, porque los otros son deshonestos, mienten o no entregan sus ingresos. Lo único que puedo decir es que soy el único honesto de los candidatos, el más transparente, pero además al que le va mejor; después de que se dijo tanta barbaridad sobre mi vida profesional, se descubrió que el único que trabajaba y le va bien soy yo. Curioso. La verdad se impone... Y bueno, soy desprendido.
Puedo decir dos cosas: doné el dinero de buena parte de todos los programas de televisión a los que me invitaban,y se puede chequear. Segundo, soy el único diputado en la Historia de Chile que donó su sueldo de diputado a fundaciones de niños con Sida y presos para que se rehabiliten. No ando buscando que me aplaudan, las hice sin prensa buena parte de esas donaciones. Estoy respondiendo a la pregunta (del reportero). No me interesa autocalificarme, son los hechos.

Siento que no hay ambiente electoral. No veo mucha energía, a nadie le está importando la elección. Veo más frío que otras veces.
Dije que “todas los candidatos tienen méritos, menos una”. ¿En quién pensaba? No voy a decir. No quiero polemizar, pero creo que no son transparentes. Que no digan de qué viven me parece súper grave.
Estoy dispuesto a un debate en tanto también juntes las firmas. Veo que todo el mundo quiere debatir (en alusión a los periodistas) y les digo: “Junta las firmas”, que yo las junté. ¿No tengo problema con que me confronten? (Pregunta reportero). Me parece que hay una trampa: somos ocho candidatos, ninguno quiere ir a debates. (han habido dos debates en 40 días), ¿con quién tengo que debatir yo para ser Presidente de Chile? Con ellos. Me dicen los periodistas que “no quieres debatir con nosotros”. ¿Cuál es la regla? Ustedes ponen la regla, hacen las preguntas y las respuestas, pelean conmigo y me dicen “se acabó la entrevista”. El debate tiene reglas. En una entrevista te hacen preguntas, yo respondo y si miento, me contradicen, que es una réplica periodística. Como no hay debate político, no iré a debatir con periodistas: quiero debatir con Kast, no con sus voceros.

La frontalidad hoy es vista como pesadez. Hoy una periodista me dijo: “Usted es un provocador en los debates”. “No”, le contesté yo, “voy de frente”. ¿Qué tiene de provocador decirle a Matthei que si dice que vive con $1 al mes está mintiendo? ¿Dije algo falso? Que transparente de qué vive, quién le paga el sueldo. O decirle a otro (Parisi): “Usted no vive en Chile, paga sus impuestos en Estados Unidos”. La claridad no es provocación. Respondo de frente también; ser frontal no significa ser pesado ni violento. Ahora está la cultura hipócrita de los políticos. Conmigo no cuenten para eso. Yo voy de frente, con datos.
En la franja Jeannette Jara usó unos dibujos animados para hacer unos gatos con Inteligencia artificial, y Matthei unos dibujos animados para hacer a Chile. No veo el problema. Me llama la atención que Kast utilice el dolor de una madre para sacar votos; lo encuentro feo. La mía es una campaña satírica sobre la realidad; no hay nada de lo que se está diciendo ahí que sea falso ni desmentible: todo lo que afirmo en la franja está demostrado que es completamente cierto. La sátira les dolerá lo que quieran, pero es sátira.
Sigo siendo un seductor político. Quiero ser Presidente de Chile y tengo que convencer a un pueblo, que soy el más preparado, el más transparente y el más valiente. En la vida en general no me considero un seductor. Me va pésimo con las mujeres.

Muchas entrevistas son muy difíciles, porque algún periodista me dice: “¿Para qué va a ir de candidato si no ha ganado?”. No es un asunto personal esto, es un asunto de convicción y de ideas. Mi papá perdió su vida. La muerte en política es un sacrificio. ¿Allende es perdedor o ganador? La convicción es más grande: ¿por qué Allende es más conocido que Pinochet en el mundo entero? Porque es un líder político que se sacrificó, guste o no. ¿Por qué mi papá es mucho más conocido y admirado fuera de Chile que dentro? Porque murió a los 30 años por sus ideas.
“¿Por qué insiste en ser candidato presidencial?”, me preguntan. Periodistas me dicen en privado: “¿Pero para qué sigues si no ganas?”. Y les digo: “¡Bah, mira la manera de ver!”. Están tan mal de la cabeza con los políticos algunos de ustedes que el hecho de no ganar una elección presidencial es peyorativo: vas a un debate, planteas tus ideas, te peleas con la élite, empujas los límites de lo posible y perseveras. “No se entiende”, me dicen. La vida no es todo el día perder o ganar. Lees biografía y todos los grandes líderes de la Humanidad te van a contar cómo les fue... ¡pésimo! ¡No les dieron bola! ¡Los echaron de sus pegas! ¡Les dijeron que su libro era pésimo! ¡La cantidad de música que nadie escuchó!
Pido a los que leen el diario: ábranse un minuto a no ser manipulados por un sistema mediático que hace creer que lo que importa es el cargo. ¿Yo no habría sido alcalde? ¿Diputado? ¿Concejal? ¿Senador? ¡Me sobran los votos para el cargo! ¡No quiero!... Qué manera más rara de ver la política. La política no es un espacio de lucro. Además, quiero aclarar que de los ocho candidatos al único que le va bien en privado soy yo, ¿o no? Soy el que más gana, después de que dijeron que era el más flojo y cafiche, ¡el que más gana plata soy yo! ¡Bah! Soy el único candidato exitoso de los ocho, su señoría.

¿La trascendencia me interesa? Creo que hay 10% de niños pobres en Chile: yo fui un poco pobre, y vi pobreza ajena y me impactó. Tengo un tío cura que está siendo beatificado en Vaticano (será probablemente el tercer santo chileno): el padre Esteban Gumucio, de los Sagrados Corazones. Cuando aterricé en (el aeropuerto de) Pudahuel, mi mamá me dijo: “Te vas inmediatamente a La Granja a una olla común”. Yo venía de Francia, de la quinta economía del mundo, y terminé —me acuerdo perfecto— en una olla común con mi tío, ¡y me quedé impactado de los niños en una olla común comiendo! Ese es mi combate: la pobreza infantil. Porque todos fuimos niños. Todos tuvimos nuestros miedos pequeño-burgueses, pero el miedo de un niño en un campamento es el que me importa. Un campamento con lluvia es brutal. Por eso soy candidato. No es una cuestión de porcentajes (aludiendo a las encuestas).
La primera medida que tomaría si fuera Presidente sería contra la pobreza infantil.
¿Habrá estadio para la U. de Chile el 2030? Sí, Para San Ramón y para muchos, porque tengo un plan de obras públicas para crear empleo directo y de corto plazo, y la única manera de crear empleo de corto plazo es un plan de obras públicas; y entre otros, son polideportivos, hospitales, Cesfam, y también un estadio, pero no solamente para la U, sino para San Ramón y para muchas cosas.

Lo más ridículo que se ha dicho de mí es que me tiño el pelo, que el blanco es falso. La cantidad de huevadas que han dicho. O que me tiño las cejas. En Twitter (hoy X) se pueden ver los insultos. Lo del pelo me da risa porque porque me lo preguntan mucho, en los lives. Tengo el pelo blanco. No entiendo el tema, pero es un tema, aparece, como si fuera falso. Tendría que ser el rey de los tontos para reñírmelo blanco. Me gustaría tenerlo negro, pero lo tengo blanco.
No me hecho ninguna intervención estética. Nada, jaja. Me da risa porque en los lives y zooms me preguntan si me tiño el pelo blanco.
Bajé de peso. Como una vez al día. Hago la dieta del ayuno intermitente.
Cuando estoy en candidatura subo de peso. Estoy tratando de mantenerme. Pero subo de peso con el estrés.

Sigo creyendo en Dios.
Me va mejor en TikTok que en Instagram porque ahí somos más audaces.
Estoy trabajando en otro libro, que lo lanzo en marzo, con una de las editoriales más importantes del mundo; hicimos un acuerdo. Trata de estrategias sobre comunicación política.
El mundo va a una velocidad tan rápida, tan desnudo todo, que me pareció que la política era más percutante que la ficción y el cine.
Me considero un lector muy “arribista” y “pretencioso” (dije en otra entrevista). Leo cosas que se supone que uno tiene que leer, pero me he ido revelando y se me ha ido quitando, porque ahora estoy leyendo lo que quiero yo leer. Antes leía lo que todo el mundo decía que había que leer. Ahora leo Han Kang, una poeta coreana, y leo la filosofía que me da la gana. Antes leía los filósofos que había que leer, por decir algo: había que leer a Nietzsche y yo leí a Nietzsche. Ahora leo al filósofo que me da tanta gana.

¿La paso bien como candidato presidencial? Es una convicción, hago la política por mi patria.
Me comparé con (Lionel) Messi porque perdió cuatro mundiales y ganó el quinto. Y a Messi también le decían: “¿Para qué insiste?” y le pedían que dejara la Selección. El quinto lo ganó.
¿Habrá una sexta candidatura?... No, los presidentes no pueden ser reelectos (no inmediatamente al menos).
Cuestionario Pop
Si no hubiera sido Licenciado en filosofía o cineasta me habría gustado ser astronauta, jaja.
Un apodo es “ME-O”.
Un sueño pendiente es haber sido como el cineasta (François) Truffaut.
Una cábala es tomar mucha agua de Jamaica.
Una frase favorita es “nada es imposible, solo depende de que el corazón no persevere”, de Ho Chi Minh.
Un trabajo mío que no se conoce es que fui traductor.

Mi primer sueldo lo gasté en salir con una polola.
Me arrepiento de no haber perseverado en el fútbol.
Un político chileno que admiro es (Salvador) Allende.
Un amigo famosillo que tengo es Kurt Carrera.
Un talento o pasatiempo oculto es el tenis, y bailar “Wadu wadu” (de Virus) muy bien.
Una película que me hace llorar es The Kid, de Charlie Chaplin.
Un miedo que a mis hijas les pase algo.
No creo en el horóscopo. Soy Géminis.

Si pudiera tener un superpoder me gustaría ser Presidente.
Un placer culpable es la leche condensada.
Si pudiera invitar a tres famosos de la Historia a un asado, invitaría a Charles de Gaulle, (François) Mitterrand y a Allende.
Marco Enriquez-Ominami es un inconformista, agente de contenido y un humanista.
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De origen español, el actor y periodista tuvo una reconocida carrera en nuestro país. Actuó en el cine, teatro y televisión. Es considerado como uno de los pioneros del “periodismo ciudadano” y uno de los primeros noteros de tv, por su rol en el matinal “Teleonce al despertar”. Falleció en 2016 a los 94 años. Aquí un repaso por su trayectoria.
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