Juegos peligrosos: el mal de los casinos clandestinos en Chile

El debate en torno a las famosas máquinas tragamonedas se ha intensificado. El senador Alejandro Navarro, uno de sus más activos detractores, explica que "esconden mafias, adicciones y afectan la economía familiar". Echa una mirada más a fondo a este problema en el exhaustivo reportaje realizado por La Cuarta.

Avenida Independencia. 19.00 horas. Roberto (52) ingresa al salón de juegos y, mientras saluda a los parroquianos de siempre, una dulce voz anuncia que la noche será larga. Un ritual que se cumple todos los días.

Escoge la máquina 67, mete $10.000 y nada. Otros diez y la fortuna tampoco apareció. Cuando se apunta a poner otro billete, besa la máquina. Le habla. Pareciera coquetear con ella. Un par de toques más y el sonido hace que todas las miradas se den vuelta. "¡¡Por fin, por fin!!", grita eufórico. ¿Cuánto ganó? $80 mil. Asegura que con estas luquitas salva la semana.

La 67 es una más de las 600 mil máquinas de juego que hay repartidas en los 1.500 salones que existen en Chile. Mientras comunas como Santiago las tienen eliminadas, ciudades como La Serena, Valparaíso y Concepción las están regulando. ¿Por qué? Todo por vacíos legales que generan que los salones aumenten mes a mes.

A diferencia de los casinos que pagan un 20% de las ganancias a los municipios en donde se ubican más el IVA, los llamados "casinos populares" sólo pagan patente municipal, las que oscilan entre los $30 mil y $40 mil. Un negocio que mueve más de US$630 millones, según la estimación que hizo la Asociación Chilena de Casinos (ACCJ), y que se encuentra en tierra de nadie.

Roberto explica que asiste todos los días, "vengo después del trabajo, me aleja de los problemas, me entretengo y me atienden bien", dice sin dejar de mirar los números que bajan desde la pantalla ni por un segundo.

Son las 20.30 horas y comienzan los sorteos. "Deben tener un mínimo de dos mil pesos en la máquina para recibir cinco mil de regalo", una ganga piensa cualquiera, pero esos cinco mil no salen nunca de la máquina. De los $80.000 que ganó hace un rato, a Roberto sólo le queda el recuerdo, mientras la tómbola millonaria empieza a rodar.

"Máquina 44 al agua. Máquina 32 al agua. Máquina…Creo que tenemos un ganador, en la máquina 83", una señora se levanta llena de júbilo para lanzar una ruleta que le da entre $20 mil a $100 mil. Gana $40.000.

¿Es una práctica común?

Estas salas, las que tienen cerca de 80 máquinas entre tragamonedas y bingos, las únicas permitidas, los sorteos son todos los días. La apuesta mínima es $ 10 y la máxima puede llegar a los $3.000. Mientras que los "premios" a entregar en algunos casos superan los $ 4 millones. Dinero sencillo, pero no regulado.

Ya son las 11 de la noche, hora del sorteo estrella. Roberto se cambió por tercera vez de máquina. "Voy recuperando, esta paga, no como la otra mierda", se queja. Su máquina es la 63. Se persigna, besa el número y luego levanta las orejas para esperar que la guapa chica con acento caribeño diga su cifra.

"Primero vamos a ir con los $500 mil pesos. Máquina 70 al agua. Máquina 12 al agua… Y nuestro ganador es la máquina número… 67, señora Hilda se lo ganó, si usted, venga", vocifera la chica mientras una abuela de 60 años va feliz a recibir el premio. Al otro lado, Roberto se castiga  diciendo "yo había estado en esa máquina, ¡Para qué me cambie!...".

Los empleados, en su mayoría colombianos, comienzan a pasar por las mesas con bebidas. "Tome con gusto, parcerito", señalan. A los clientes más expertos les ofrecen algo para acompañar la bebida cola. Luego sigue el desfile de comida: carne, empanaditas y demases, mientras los ilusos continúan echando billetes por la tragamonedas.

¿Regalar alcohol?

Gonzalo Durán, alcalde de Independencia, señala que dar alcohol de forma gratuita, realizar sorteos y entregar bonos, sale de todo marco regulatorio.

Además, "estos locales funcionan en condiciones poco atractivas para los barrios, con guardias privados en las puertas, lo que genera una sensación de inseguridad, dado que hay uso de dinero, lo que es susceptible a ocurrencia de delitos y, lo otro, siempre se especula que esto puede generar un posible tráfico de drogas".

Al igual que él, municipios como Estación Central y La Granja apelan por una normativa que establezca transparencia y garantías a la comunidad.

¿Qué dice la Superintendencia?

En la entidad, que sólo regula a los 24 casinos, señalan que "se debe considerar que en nuestro ordenamiento jurídico la explotación de juegos de azar es, por regla general, una actividad ilícita, salvo que una Ley expresamente los autorice para ser practicada y explotada comercialmente".

¿Destreza o azar?

Los juegos de azar sólo pueden estar en los casinos regulados, mientras que los de destrezas pueden estar incluso en un almacén. El asesor jurídico de la Asociación Chilena de Municipalidades, Rodrigo Barrientos, cree que "muchas de estas máquinas están intervenidas, pero los municipios no lo saben. La Superintendencia debe informar a ellos para poder dirimir, aunque las municipalidades no tienen los organismos técnicos para hacerlo".

En teoría, en el país ningún organismo puede definirlo, ya que sólo lo hacen tres universidades de Estados Unidos y Perú. Si los municipios tienen la responsabilidad de definir la disyuntiva, aparentemente nadie sabe cómo hacerlo.

Roberto no piensa en los vacíos legales. Sólo quiere ganar. Ahora se sortea una moto. "Si me la gano, le digo al chino (dueño del local) que se la cambio por doscientas lucas". Otra vez la tómbola, sólo que ahora marca la 48.

Durán luchó para poner un impuesto de 5 UTM a cada máquina en Independencia, pero la Contraloría General lo objetó. "Estas salas funcionan con un reglamento antiguo, con un vacío legal".

Pero este no es el único pronunciamiento del organismo que dirige Jorge Bermúdez. En Estación Central, pasado Matucana, la Alameda muestra una cara en la que los casinos populares hacen nata.

El alcalde, Rodrigo Delgado, señala que "la Contraloría General, a través de su dictamen 92.308 del 23/12/2016, instruye a los municipios la obligación de solicitar al interesado un informe de la Superintendencia de Casinos de Juegos  que determine que las máquinas no son de juegos de azar para poder otorgar la patente. Sin embargo, el dictamen señala que rige hacia el futuro y, por ende, no afecta las patentes municipales ya otorgadas".

"En el año 2008 regulamos el funcionamiento de estas máquinas y pusimos una ordenanza para su funcionamiento, que debe ser certificadas por peritos de las Cortes de Apelaciones. Hay desprolijidad en la regulación, el Gobierno no se ha planteado esto, es ambiguo saber si es una máquina de azar o destreza", añade Juan Valdés, concejal de La Granja, comuna con más de 30 salones.

Desde la otra vereda están quienes están detrás del negocio, agrupados en la Fiden, Asociación Gremial de Operadores, Fabricantes e Importadores de Juegos Electrónicos Recreativos, ellos aseguran que "erradicar las máquinas viola el derecho natural que las personas tienen a divertirse en forma sana y al alcance de sus posibilidades".

Roberto insiste. "No fue la moto, pero yo me voy de acá con harta plata o sin niuno", mientras vuelve a echar un billete en la máquina. 23:34 marca el reloj y más de 80 personas siguen en ese local apostando, tentando a la suerte.

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