El día que asesinaron a John Lennon: cómo fueron sus últimas horas y los porqués de la tragedia

John Lennon en su último día con vida.
John Lennon en su último día con vida.

Un día como hoy, hace cuarenta y tres años, un perfecto desconocido esperó por John Lennon a la salida de su casa y le disparó cuando el beatle le dio la espalda. “Lo maté porque era muy, muy, muy famoso”, reconoció. Aquí, una crónica de las últimas horas con vida del ídolo del rock.

Ese lunes, John Lennon se levantó temprano como de costumbre. Tampoco le quedaba de otra: en su agenda tenía apuntada una sesión de fotos, seguida de una entrevista y unas cuantas horas de grabación en el estudio. Lo normal para alguien que estaba volviendo al ruedo. Como sea, con poco tiempo por delante, se preparó un café y encendió un pucho. Después, cuando notó que su hijo Sean se había despertado, se sentó a su lado y juntos disfrutaron un rato de televisión.

A esa misma hora, en alguna habitación del Hotel Sheraton de Manhattan se encontraba Mark David Chapman. A diferencia del beatle, él no tenía mucho por hacer.

El día de John siguió sin novedad. Cerca de las nueve, con Yoko del brazo acudió al Café La Fortuna, un bar que quedaba a unos pocos metros de su domicilio. Allí se pidió un capuccino y huevos benedictinos. Luego se detuvo en la peluquería y recortó su cabello pensando en las fotos que le tomarían más tarde.

Chapman, en tanto, resolvió ir a hacer guardia al Dakota, edificio emplazado en la esquina noroeste de la Calle 72 y el Central Park West, en Manhattan, donde precisamente vivían Lennon y su familia.

John Lennon tocando el piano
John Lennon tocando el piano

Annie Leibovitz llegó a eso de las once a casa de John para tomar las fotografías que acompañarían una entrevista que concedió a la revista Rolling Stone. Dicen que tanto la nota como la portada tomaron su tiempo. El beatle estaba empecinado en incluir a su mujer en todo lo relacionado a su nuevo álbum y eso no le sentaba bien a las discográficas. Tampoco a los medios. Esa decisión, de hecho, le habría costado varios millones de dólares, pero ésa es otra historia.

La fotógrafa en algún momento de la sesión propuso tomarles fotos desnudos. John se entusiasmó con la idea y se sacó toda la ropa, pero Yoko se negó. De todos modos posaron abrazados. Él sin nada puesto y ella vestida con un sweater negro y unos jeans azules. En cuanto vio el resultado, Lennon supo que era la postal indicada y se lo hizo saber a Leibovitz. En sus palabras, era la que representaba con mayor fidelidad su vínculo.

Icónica portada de Rolling Stone.
Icónica portada de Rolling Stone.

Mientras eso ocurría, Chapman seguía esperando afuera junto a otros fanáticos del músico. Llevaba consigo un marcador para robarle un autógrafo, el LP de Double fantasy y un ejemplar de El Guardián entre el centeno de J. D. Salinger.

También un 38 especial y algunas balas.

***

“Viviremos unos cuantos años más o eventualmente moriremos. Considero que mi trabajo no va a estar terminado hasta que no esté muerto y enterrado. Y espero que para eso todavía falte mucho”.

Parece una broma, pero no lo es. Eso es lo que le dijo textualmente John Lennon a Dave Sholin en algún momento entre las una y las cuatro de la tarde, lo que duró aproximadamente la entrevista que dio para la radio ese mismo lunes y que se difundió días más adelante. En rigor, su último contacto con la prensa.

Sobre las cinco, Lennon y Yoko dejaron el Dakota otra vez con dirección al estudio. Tras un lustro en el que se llamó a silencio, el beatle tenía algo para decir. Por eso es que trabajaba desde ya en el sucesor de Double fantasy y se pasaba sus horas allí encerrado. Como no estaba la limusina que habitualmente los llevaba, le pidieron a Sholin que les diera un empujón. De camino al vehículo, John se cruzó de frente con Mark David Chapman. El tipo, ido ante la presencia de su ídolo, apenas atinó a extenderle el nuevo LP para que se lo firmara. “John Lennon, 1980. Handing It Back”, le escribió el músico. Hizo lo mismo con otros fans unas cuantas veces más antes de partir. Chapman, de uno u otro modo, no lo podía creer.

Al llegar a Record Plant, John y Yoko recibieron la visita de David Geffen, su productor, quien les comunicó que formalmente Double fantasy ya era disco de oro. Luego le dieron forma a “Walking on thin ice”, una canción que a Lennon parecía gustarle mucho. Exhaustos, dejaron el lugar pasadas las diez de la noche.

Chapman, en esas casi cinco horas, permaneció fuera del Dakota, sin que nadie sospechara de su plan.

John, poco antes de la tragedia.
John, poco antes de la tragedia.

A las 10.48, la limusina que transportaba a la pareja los dejó frente al edificio. Yoko, como casi siempre, eludió al grupo que aguardaba por John y entró. El beatle demoró un poco más. Recogió algunos papeles y los cassettes que contenían su flamante grabación. Les sonrió a quienes se conformaban con apenas verlo y apuró el paso para encontrar a su amada en el séptimo piso. Pero su camino lo interrumpió Mark David Chapman. “¡Señor Lennon, Señor Lennon!”, lo buscó, algo agitado. John volvió sobre sus pasos y lo miró.

¿Se habrá dado cuenta que era el mismo tipo al que saludó unas horas antes?

Como no hubo respuesta, el músico se aprestó a seguir su ruta. Pero Chapman no lo permitió.

De golpe, cuatro balas se incrustaron en la humanidad de John Lennon.

A duras penas, el beatle se acercó al hall del Dakota para buscar ayuda. “Pasó corriendo a mi lado. Él dijo: ‘me han disparado’. Le salía sangre de la boca. Simplemente, se desplomó en el suelo. Lo hice rodar hasta quedar boca arriba, le quité las gafas y las puse sobre el escritorio”, recuerda Joe Many en la serie documental Lennon: Murder Without a Trial.

Mientras, José Perdomo, portero del edificio, le arrebató el arma a Chapman. A él, sin embargo, ya parecía no importarle nada. Había cumplido con lo que se propuso secretamente. Cuentan que, sin expresión alguna, se puso a leer el libro de Salinger a la espera de lo inminente. David Spiro, el primer policía en llegar casi dos minutos después, lo puso boca abajo contra la vereda y lo esposó. No hubo resistencia. Su única petición fue que no le hicieran daño.

Cuando el reloj señaló las 11.01, en el Roosevelt Hospital dieron por muerto a John Lennon.

Chapman entonces tenía 25 años. Hoy tiene 68 y continúa preso en el Centro Correccional de Attica, Nueva York. Condenado a cadena perpetua, se le ha denegado la libertad condicional en doce ocasiones.

Mark David Chapman, años después.
Mark David Chapman, años después.

Con el tiempo, el asesino dijo por qué:

“No tengo excusa. Esto fue por gloria personal. Creo que es el peor crimen que puede haber en contra de alguien que es inocente (...); lo asesiné porque era muy, muy, muy famoso y ésa es la única razón. Yo estaba muy, muy, muy… buscando la gloria personal, fue muy egoísta”.

En 1992, Larry King lo interrogó: “¿Sabías que lo ibas a matar?”.

“Absolutamente. Traté de no hacerlo, recé para evitarlo”, le contestó Chapman. “Pero había algo dentro mío que me llevaba hacia allí inevitablemente”.

En febrero está programada la decimotercera audiencia de libertad condicional del asesino de John Lennon.

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