Con desilusión, pensó que sus días en TV habían terminado y tuvo que ingeniárselas con otros negocios tras quedar “en pelotas” post Morandé con Compañía. Sin embargo, hace poco regresó con Detrás del Muro (CHV) y los números lo acompañan. “El día que me aburra, me retiro de todo”, declara.
Francisco “Kike” Morandé Peñafiel (70) avanza tranquilo, dueño de su tiempo, por los pasillos de Chilevisión, en las imponentes exinstalaciones de Machasa. Anoche viajó desde la Región de Los Ríos —como cada semana en avión— y trae puesto un poncho café que lo cubre casi hasta las rodillas. Caen algunas gotas en Santiago, pero comenta que no se compara con el temporal que había en Río Bueno la noche anterior. Allá tiene su campo en Pindaco, cerca del Lago Ranco, Región de Los Ríos, donde había estado reinventandose tras la salida de Morandé con Compañía de la pantalla en el 2021 luego dos décadas ininterrumpidas.
Mientras se realizan los ensayos para un nuevo capítulo de Detrás del muro —que tras su debut en enero se ha sostenido cada jueves peleando la punta del rating—, Kike se sienta en su camarín para conversar con La Cuarta. Muy cómodo, aunque acaso algo cansado, se pega un largo bostezo antes de partir y aclara que está listo:
—Ya bostecé —evidencia.
Y así, aunque de entrada pudiese parecer cansado, el animador del estelar se alista a hablar. En entrevista con La Firme, le cuesta acordarse de su infancia, hasta que se le viene a la mente cuando jugaba a las bolitas con sus amigos en la calle. Revive pasajes de su vida antes de entrar a la tele con 37 años, cuando el mismísimo Felipe Camiroaga lo presentó como “el animador revelación” de la época, según cuenta. Repasa sus años en Canal 13, especialmente en el Viva el lunes y entrega unas palabras sobre su recordado romance con Cecilia Bolocco. Analiza los años dorados del Morandé de la mano de la que fuera su productora, Kike 21, y la amarga salida del programa de Mega. Analiza y se sincera sobre su regreso a la tele, aunque desde otra vereda. Se refiere a sus negocios campestres y sureños, y a algunas lecciones. Responde y se refiere a sus críticos. Eso, y un tanto más a continuación.
Pero antes, tras terminar la entrevista, Morandé se dirige al estudio, previo a la grabación, donde se encuentra con un invitado estelar, José Alfredo “Pollo” Fuentes, con quien se trenza en un apretado abrazo:
—¡Qué pasa, “Pollito”! —le exclama a modo de saludo.
Ambos se sonríen.
Luego, Kike posa frente a la cámara, mientras en el estudio comienza a sonar fuerte un hit del “Pollo”, “Era solo un chiquillo”, y el conductor baila y aplaude al ritmo de la canción: “Lo voy a querer mucho más/ si quiere volver/ a su hogar”, entona. Está en su salsa. Está de vuelta. Y él siente que será por un buen rato.
LA FIRME CON KIKE MORANDÉ
Hace muchos años que fue mi infancia po’, ya cada vez uno se acuerda menos po’... ¿De qué me acuerdo?, jaja, que jugábamos doce a las bolitas, a los “tres hoyitos”, en la esquina de la cuadra y lo pasábamos extraordinario. No necesitábamos nada más que una bolsa de bolitas. Y tengo el recuerdo de que un papá de un amigo nos llevó y nos compró una bolsa, ¡pero espectacular!, con las mejores bolitas. Me encantaba jugar a las bolitas. Bolitas, autitos y trompos era lo que hacíamos.
Estuve en el colegio Sagrados Corazones de Manquehue. Me iba más o menos, era flojo pa’ estudiar, pero tenía buena memoria. Siempre zafaba, zafaba bien. Tengo una anécdota: Aprendí a leer y a escribir antes de lo que se debía, entonces no hice primera; entré y, como me sabía lo que había que aprender en primera, me pasaron a segunda. Entonces iba demasiado adelantado y, en octavo básico, yo iba en segundo de humanidades y, de acuerdo con el padre rector, me quedé un año y esperé a los que eran de mi edad; incluso era de los menores del curso de más abajo. Ahí me empezó a ir mucho mejor, reconozco. Y después, en el otro curso, eran dos o tres años mayores que yo, entonces me costaba mucho.

Lo pasaba muy bien en el colegio: jugaba mucho a la pelota, nos entreteníamos con los columpios, excursiones y harto atletismo. Los mejores recuerdos. Muy buenos amigos. Éramos muy pocos en el colegio, entonces éramos amigos todos con todos, y compañeros muy buenos, como (Manuel) Pellegrini, ¿qué tal? Éramos bien amigos, hasta el día de hoy diría. No lo veo mucho (dirige al Betis en España) pero sí somos amigos. Siempre le escribo y qué sé yo. Tuvimos ministros, Cristián Larroulet y Juan Andrés Fontaine; actores, Benjamín Vicuña más atrás; y Matías del Río... Colegio bueno.
Siempre he sido de Santiago, pero apenas había un día de vacación, me iba pal campo. Y después, cuando me salí del colegio, ¡al campo también! Como hasta 1980, y de ahí me vine a Santiago. Y ahora, en el campo de nuevo. Parece que me gusta la Pachamama.
Iba al colegio y me ganaba unas monedas haciendo de Viejo Pascuero. Y con el traje, cada vez que pasaba una chiquilla, preciosa, le decía: “¡Jo, jo, jo!”. Y después cuando la fui a ver, sin vestirme de Viejo Pascuero, me dijo: “Perdón, ¿te ayudo?”, y le dije: “Sí, jo, jo, jo”. Cachó que era yo y se cagó de la risa. Pololeamos cinco años. Nunca más la vi. No era pololo, pero me gustaba pololear. No varias pololas a la vez; alguna vez se habrán topado, pero no había tiempo para que duraran mucho, entonces había que tenerlas más o menos rapidito, para probar algo... Se pololeaba nada que ver a cómo se pololea ahora... ¡Nada que ver! No habría dado abasto hoy día, jaja. Estaría muerto hace qué rato, jaja.

No me considero cuico, ¿qué me falta para ser cuico? ¿O qué me sobra?, jaja... No cacho bien lo que es cuico... Cuico es un compadre como que no entiende la realidad. Yo la realidad la cacho. Entonces un cuico anda como emburbujado. Yo soy muy poco burbuja po’. Soy bastante callejero. Toda la vida he sido así. Toda la vida y yo creo que ha sido un poco la enseñanza del campo, porque en Mulchén (Región del Biobío) no teníamos con quién jugar más que con los hijos de la misma gente que trabajaba, y éramos re-amigos; yo tomaba té en la casa de ellos y ellos en la casa de nosotros. Nunca hubo un cuiquismo. Nunca estuvo el cuiquismo en mi casa ni en mi familia. Re-poco cuico.
Zalo Reyes me dijo “el más roto de los cuicos y el más cuico de los rotos”. Me presentó una vez así, jaja. Lo encontré muy simpático. Era buen tipo Zalo Reyes, ¿sabes? Lo presenté en las primeras veces, y Myriam Hernández, que eran todos incipientes muchachos. Cuando hacíamos (eventos) unos fines de semanas en Marbella —que no tenía ni hotel—, y lo transformábamos en un centro de eventos. Me acuerdo que la Myriam Hernández era una niñita linda; y Zalo Reyes, también po’, un guatón gozador. Después varias veces me lo encontré; incluso tengo un autógrafo de Zalo Reyes para mi hija mayor (Catalina), que todavía no nacía, ¡hace 40 años!

Tuve un negocio en que arrendaba tierras, pasé por un periodo complicado económico, con tus dos hijos chicos (Catalina y Francisco), una mala patas nomás, y quedé medio en pelotas. Entonces pregunté: “¿Cuál es la forma más rápida de ganar plata? No la más fácil, la más rápida”, y un compadre me dijo: “Los seguros; vendes un seguro ahora, lo pagan y al mes tienes tu comisión”. “¿Pero me tengo que inscribir?”, pregunté, y me dijo que sí. Y me fui a un curso, que era facilito, en la calle Marchant Pereira, Providencia. Y empecé a moverme y me fue más o menos bien bastante luego. Y por ahí salió un negocio enorme, del que yo no era capaz, entonces me fui a una oficina más grande y les dije: “Oye, me puedo ganar este negocio, pero me tienen que ayudar y de ahí repartimos”... Hoy la compañía de seguros que formamos con mis dos socios, si no son la más importante, están a la cabeza con el que viene después. Nos llamábamos Morandé, Soffia & Tagle... Hoy ya tienen nombres en inglés, han vendido las oficinas, llenan de seguros... Ya es tarde para volver, ¡volvería feliz! Pero me pasaron de largo. Ya con suerte me hablan.
Si nací en 1954 y me casé en 1982, me casé casi a los 28 años. Pensando en un consejo para las futuras generaciones, la única lata de casarse mayor con eso de que “yo quiero vivir” y todo el cuento, es que tampoco hay que ser muy mayor con los hijos, porque después necesitas paciencia; y hay una etapa de la vida que uno no se la puede perder: los nietos. Si partes a los 35, y tu hija parte a los 35, el nieto lo vas a tener cuando tengas 70 y tantos, ¡no lo tomas ni en brazos po’! Tengo nietos que tienen 14, y ojalá tuviera más. Voy a tener uno ahora y no lo puedo tratar igual po’; ya no tengo la fuerza para echármelo al hombre y llevarlo a Fantasilandia, ¡me muero! Ya fui. Te pones más tata. Y los otros: “Llévame al fútbol” y la cuestión que aquí y allá. El sábado iré a San Felipe con mis nietos a ver el partido... Les he hablado tanto de San Felipe, que juega con Rangers allá, jaja, entonces los llevaré a ver el partido de la fecha.

Partí en la tele a los 37 años. Fue fortuito, pero me encantaba. Antes donde había un peluseo con micrófono, me subía, desde la época del colegio. Y después había una fiesta muy grande en el polo, que era “el futbolito”: jugábamos fútbol una cantidad de gente que no te puedes imaginar, de distintos clubes, equipos y cosas; y había una fiesta extraordinaria. La empecé a animar, me disfrazada y todo. Me gustaba. Pero nunca pensé que iba a terminar en esto. No fue un sueño ni un no-sueño; estaba fenómeno con los seguros... No sé si fue bueno o malo, a la larga, después de ver cómo fue la vida. Pero que lo he pasado muy bien, lo he pasado bien. Sin duda.
A Emeterio Ureta lo conozco desde que nací (“Se puso celoso, se puso tonto, se puso con plata”, dijo sobre Kike en el 2023). El Emeterio de repente es impulsivo y dice sus cosas y qué sé yo. Pero Emeterio está bien, ha sabido hacer la vida a su pinta y ahí está... La verdad es que no somos amigos.
Siempre me acuerdo que en el Teatro Las Lilas —que no sé si existe todavía—, en Eleodoro Yáñez, había una premiación, y el animador era (Felipe) Camiroaga, que debe haber tenido 30 años. Me presentó él —con una animadora que ya no me acuerdo— como “el animador revelación de la televisión”, jaja. Me dio mucha risa todavía me acuerdo que dije: “Qué entretenido ser revelación a los 38 años, no te lo imaginas”. De ahí lo pasé muy bien. Después tuve radio, que lo pasé extraordinario; hicimos un programa en la Infinita, Lo que el viento no se alcanzó a llevar, con Nicolás Larraín. Nos ganamos el (premio) Apes también. Después vino Cóctel (La Red), Martes 13 un rato y Viva el lunes (Canal 13)... Puros programas caballo de buenos.

¿Un chascarro o momento favorito de Viva el lunes?... No tengo ninguno favorito. Son los mismos de siempre... Ha pasado tanto, ¿cuánto tiempo hace que termino Viva el lunes? ¿Unos 25 años?... Puta que son hartos, ¿o no?
Nunca pesqué mucho la fama. No soy de grandes lugares ni de ir a a fiestas ni a alfombras rojas ni galas. No, no. Nosotros incluso cuando hacíamos Viva el lunes, me tocó hacer un programa que lo transmitían para los días del Festival de Viña, La Movida, y lo hicimos el primer año con Álvaro Salas y la Angélica Castro. Y la verdad es que íbamos al Festival y no teníamos ni entrada, entonces nos colocábamos en la tribuna y llegaban los dueños de los boletos y nos teníamos que ir. Me acuerdo de haber visto a Chayanne en la galería. Y me agarraban para el chuleteo que ni te cuento, porque yo ya era un conocido, hacía Viva el lunes hace rato... Hoy ves que los que trabajan en la televisión están ahí con el pololo, el hijo, el cabro y el abuelo y todos están sentados en la primera fila... Era todo distinto.
Que la gente me saludara me provocaba cariño nomás. Nunca me creí mucho el cuento ni me ha importado mucho tampoco. O sea, entre que te saluden y no te saluden, mucho más que te saluden. La fama, la verdad, no me pegó.

En el 2000 rechacé animar el Festival de Viña. Yo no soy buen animador. Yo soy bueno y me gusta el... Ahí hay una anécdota: (Gonzalo) Bertrán me dijo: “Hueón, te cagai”, y yo le respondí: “No es que me cague, no me da miedo”. Entonces un día, sin decirle, estábamos haciendo La Movida y le pedí: “Averíguame si hay un móvil afuera”. Y había. “Me voy a ir al Festival”, dije: “Vamos a tener una cámara y saldré (al escenario) antes de que empiece y voy a cantar ‘La Peineta’ con el maestro Horacio (Saavedra) y la cuestión... A ver si me da susto, hueón”... Me fue increíble. Y toda la Quinta Vergara así: “Todos los domingos, todos los domingos...”, jaja. Fue buena... No sé estar todo ese rato: “¡¿Y qué dice el público?!” y “¡que levanten las manos los de la derecha!... ¡Y los de la izquierda! ¡Wow, wow!”. No, me muero. ¡No lo sé hacer! No lo he hecho nunca.
¿Cómo me defino? ¿Un conductor? Sí, como un conductor fácil de seguir, por decirlo de alguna manera. No hablo en difícil; hago más o menos las cosas que todo el mundo quisiera hacer; cuando miro, miro cómo todos quieren mirar. No soy muy polite po’, digamos, el ejemplo a seguir como animador, mal hablado, no tengo mucho vocabulario. A lo mejor, si practicara. Pero no podría. “¡¿Qué dice el público?!” y esos gritos; no, me muero, ni cerca. No lo sé hacer. No es que diga: “¿Y los otros cómo lo hacen?”.

Ya pasó tanto tiempo del romance con Cecilia Bolocco. No es nada po’. Calcula la cantidad de años que han pasado; tiene un hijo como de 20 (Máximo Menem), está casada hace no sé cuánto con un compadre que conozco (Pepo Daire). Y ya, colorín colorado ese cuento se ha acabado. De una vez por todas. No, no, no, nunca volvimos a estar en contacto.
Nunca se me ocurrió que me iría de Canal 13. Se terminaba Viva el lunes, porque la Cecilia (Bolocco) se iba a casar con (Carlos) Menem y se murió Bertrán (2001), entonces no estaba como para seguir po’. Entonces le propuse al canal hacer Cóctel, pero en el 13, y me dijeron que no. No sé por qué no les gustó. Y pedí permiso para hacerlo en otro canal y me dijeron que “ni un problema”, y en el Mega antiguo me aceptaron al tiro. Al poco rato del 13 me fueron a preguntar si estaría “en condiciones de volver”, y dije: “No po’, compadre, ya me embalé yo”. Cóctel era un programa de conversación, porque, en el fondo, Morandé con Compañía no partió como terminó. Partió con unas mesas y, al rato, resulta que llegó la “Porotito Verde” a bailar, entonces empezó el baile; y apareció Willy Sabor con “Súper Ratón”. Empezó a cambiar la cosa: “Saquemos las mesas y dejemos el escenario”. Y así fue mutando para esto y para lo otro. Después llegó el Che Copete (Ernesto Belloni), después el no sé quién, un montón de niñas y este y este otro...

“Morandé con Compañía no habría existido sin Willy Sabor”, dije hace un tiempo... O sea, es una frase nomás. Recuerdo que el primer programa de Morandé con Compañía convidamos al alcalde (Jaime) Ravinet, de Santiago, para que hiciera la inauguración y cortó la cinta. Y los otros invitados eran los jugadores que habían sido campeones con San Felipe en el 71 —y estábamos en el 2000—, para ir viendo cómo funcionaba. Al principio llamábamos a la gente si quería ir al programa y no cachaban mucho de qué iba.
Me acuerdo que el día que partimos con el Morandé fue a verme Raúl Alcaino, que éramos bien amigos y trabajábamos juntos en el 13, y me dijo: “¿Kike, qué vai a hacer?”, y le respondí: “La verdad, Raúl, no tengo idea; hoy día voy a salir adelante y me voy nomás”. Y resulta que empezó a ser un suceso po’. Y tocó justo una época en que Argentina estaba muy sin trabajo para la gente en la televisión, entonces llegaron unas niñas espectaculares y por eso nos pusimos medio cargados al sexy. Y después vinieron los humoristas. Después vino el hipnotizador y trajimos a Tony Kamo desde España. Y después vino este y el otro. Después empezaron a salir los actores nacionales, “El Muro” y Los Cuatro Octavos. Llegó (Fernando) Godoy con el “Guatón” Villegas. Y así, ¡cataplum!, y era una redondela que andaba a una velocidad.
Nunca hubo mucho plan... Nunca hubo mucho plan (en el Morandé). De repente, por decir a alguien, apareció el Toto (Acuña) con la María José (Quiroz), que era la “Shirley”; resulta que Felipe Izquierdo nos dijo: “Tienen un talento increíble” y, ahí buscando, salió “el Zorrón”. ¡Imagina la cantidad de personajes que tiene cada uno de los que está en Detrás del Muro! El Beto Espinoza: “Riccardo Cocciante”, el cantante francés (“José de la Sierra”), “Bebeto Chupeta”, “el Cavernícola” y millones... Después te vas a otro y es lo mismo, la Paola (Troncoso): la “Polilla”, la “Chofi” y qué sé yo. Todas cosas que se han inventando en la marcha.

¿Una “chica Morandé” regalona? ¿Regalona? Todas me caían muy bien, pero la preferida mía era la Jeannette (Moenne-Loccoz, o “Sita Jeannette”). Debe haber sido porque partimos juntos, era muy simpática y jugaba todas. Si me dices, elige una, entre todas —bueno, la Marlen (Olivari), la Claudia (Schmitd) y la Vanesa Borghi, también espectacular—, diría que a la que más pega le tocó fue a la “Sita Jeannette”, porque tenía que actuar, cortar la entrada y ser trapecista ahí mismo... No la vi más... No puedo decir que no éramos amigos, pero nunca nos conocimos las casas; yo creo que la mía nomás, porque de repente los convidaba a que comiéramos un asado. Pero nunca fui a la casa de ninguna de ellas, ni de la “Porotito”, ni de la Mariana (Marino) ni la Claudia ni de la Marlen. Nunca.
¿La partida del Morandé que más me dolió? La del Lindorfo (Sebastián Jiménez) fue fome porque íbamos bien lanzados (con La ley de la selva). Y el Lindolfo es bastante amigo mío hoy, y tiene razón: si de repente te hacen una oferta del porte de un buque, no puedes decir que no. Pero yo creo que si Lindorfo hubiera seguido conmigo, habría sido un tipo que no sé hasta dónde hubiera llegado... No sé hasta dónde habría llegado, porque iba muy bien posicionado; me reemplazó a mí y era un tipo querido... Y después ya no nomás, en la tele…

Varias personas han hablado bien de mí como jefe (como Peka Parra, Paty Cofré, Belén Mora, Beto Espinoza, Marlen Olivari y Blanquita Nieves). Me provoca satisfacción, porque siempre me he preocupado mucho de que estén todos bien y que todos puedan ir cumpliendo metas y sueños. Siempre me preocupé bastante de pa’ dónde iba la moto; por ejemplo, a varios que estaban ya con ganas de postular una casa, les decía: “Vamos, huevón, tírate a la casa; yo respondo que por lo menos por los primeros cinco años vamos a tener pega; y si no tenemos pega, vemos cómo le ponemos. Pero vamos”. Cuando llegamos éramos cuatro autos, y afortunadamente al final teníamos que arrendar estacionamiento subterráneo; y muchos con casa propia, a crédito por supuesto; y con sueños cumplidos, con hijos en la universidad, doctores, ingenieros y periodistas. Son cosas que te dan satisfacción. No era sólo hacer televisión por hacer y llenarme yo los bolsillos de plata, que no me los llene tampoco. ¿Me los podría haber llenado? Sí, me los podría haber llenado. La plata del mundo. Pero yo no era la que pensaba que la plata era para mí nomás. No me la ganaba solo: la ganábamos entre todos y entre todos la teníamos que disfrutar.
¿El único que estaba sentido conmigo era el Inspector Vallejo? No tengo idea lo que dijo el Inspector Vallejo, ¿que el día que murió su papá lo hicimos ir a trabajar? Créeme que no pondré en duda lo que dijo el Inspector Vallejo, pero me encantaría cotejarlo con la Ina (Sáez, exproductora del Morandé) y con muchos de los que trabajamos ahí, porque no fue nunca nuestra manera de ser, ¡ni menos con el Inspector Vallejo!, que iba una vez por semana; ¿entonces obligarlo a ir el día que se le murió el papá? Yo creo que el Inspector leyó mal el crimen. No me suena haber hecho un disparate similar, porque no es mi estilo ni el de la Ina ni de mi hermano “Caco”, que éramos los que manejaban. De ninguno. El otro día cuando lo leí, pensé: “¿Cuándo se habrá muerto el papá del Inspector?”. No tengo tanta memoria, pero “me obligó a ir”, dijo... Me la juego en los tribunales, si quieren, jaja.

No se me ocurrió nunca que se acabaría el Morandé, entonces yo con esas lucas vivía feliz, era como “puta que vamos bien”... Quedé en pelotas después del Morandé, en quiebra. No negocié con ninguno (de los integrantes del equipo); el que llevaba veinte años conmigo y tenía que llevarse lo que fuera, se lo llevaba... no negocié ni una moneda a favor mío, con ninguno. Por eso seguimos siendo todos tan amigos, y aguantaron lo que había que aguantar; era difícil. Esto fue hace poco (2021), cuando nos fletó el gerente de Mega, (Javier) Villanueva, que después lo fletaron igual a él (director ejecutivo que salió en marzo del 2025 tras el fallido enroque de rostros en el canal), que después se debió hacer el “autollamado”.
Me desilusionó que después de veintitantos años te llamen por teléfono (para decirme que no sigue el Morandé). Claro que me desilusionó... Al final en Mega teníamos oficinas. Nos pescaban poco; la firme, nos pescaban poco. Allá nunca nos dieron bola, no sólo al final cuando empezó a guatear; estuvimos veintiún años rompiéndola. Cuando estuvo la otra administración (en el 2011 pasó de Grupo Claro a Bethia), sí; pero con esta no nos pescaron nunca, nunca un consejo. “Oye, los vamos a cambiar del jueves para el martes”, nos decían; “¿alguna razón?”, preguntaba yo; “no, lo decide el directorio”, me respondían y se acababa.
Estar cesante es muy fome. Está bien, me las he tenido que buscar porque hay que rebuscarle. Yo pensaba que mi vida de ahí (en adelante) iba a ser tranquila. Las lucas que tenía eran un ahorro exquisito. Nunca pensé que se acabaría (el Morandé)... Pero no importa, Dios pone la tarea en el camino y uno tiene que enfrentarla cómo corresponde: como hombre, como ser humano, como católico y no pensando en mí, sino que pensando en los demás.

Me molesta que dijeran que “libere a los enanos”, porque lo encuentro lo más injusto que hay: a los enanos los liberé yo... que vinieran a liberarlos a los hueones.... Los pobres enanos no podían trabajar, porque tenía una ley que si trabajaban perdían el beneficio por ser enanos. Y yo les dije: “No sean abusadores, es el colmo”. Si ya nació enano —que no es un defecto— y pudo conseguir trabajo, puta, déjalo trabajar y que además cobre la subvención. Y lo logramos, por suerte... Esos que dijeron lo de los enanos son los mismos que andaban en la Plaza Italia. Sí, que se liberen ellos los hueones, ¿a ver a dónde se irán a liberar ahora?
Me han calificado de homofóbico, de momio y misógino. Tuve que leer lo que era “homofóbico” y “misógino”. Y “misógino” encontré que “es hombre que no le gustan las mujeres” y pensé: “¿Me estarán agarrando pal hueveo?”. Momio he sido toda la vida y me importa un huevo, y ahora más momio todavía después de este Presidente (Gabriel Boric). ¿Y homofóbico? Pregunta cuántos trabajan en mi programa de esto o lo otro. Yo no.
Cuando me invitaron Podemos hablar (noviembre, 2024, CHV) marqué una de las mayores sintonías del programa... Cuevazo... Sí, yo creo... Puede ser que a la gente le gusto también un poco... Entre hueás, yo era bien querido... bien querido... Una cosa curiosa.

En octubre del 2023 dije que no me gustaría volver a la televisión. Es que para mí la televisión era otra cosa: para mí la televisión era tener una productora (Kike 21). Cuando se dio que vino la Teletón y hablamos con (Juan Pablo) González (productor), y después me dijo: “¿Te gustaría”, y le dije que “sí, ¿en qué condiciones?” y que “con contrato no tengo ni un problema, ¡feliz!”. Porque, en el fondo, la producción y toda la parte que uno le dedicaba cualquier tiempo, está a cargo de los de CHV, y lo hacen espectacular. Aquí vengo, trabajo, cumplo con los deberes que tengo. Lo he pasado bien. Me hizo sumamente bien po’.
En mi familia estaban todos felices de que volviera a la tele. Les conté y me dijeron: “¡Uh, qué cosa más buena, papá!” y “Ufff, por fin, porque ya estabas poniéndote medio fome”. En realidad, si no tienes mucho que hacer... aparte que el chanchito era limitado po’. Pero ahora estoy feliz de la vida, y con cosas como que el otro día una señora a la que le fui a entregar huevos me decía: “No puedo creer que usted sea el mismo Kike de la tele”. ¡El mismo! Pero ahora me toca trabajar en otra cosa: tengo que pescar la camioneta, echar huevos arriba y repartir acá y allá, y son almacenes de barrio, y no me importa, no le hago asco a nada. En eso estaba antes de volver a la tele, y estoy en eso. Estaba empezando a pensar en qué hacer.

Ahora estoy en CHV, ¡que no se me habría ocurrido jamás! No porque fuera de izquierda o derecha. Nunca me habría imaginado que tendríamos cabida en un canal como CHV. De hecho, a los muchachos de El Muro los habían llamado de Mega y acá les dijeron: “Traigamos El Muro, pero acá lo hacemos con Kike”. Y los compadres todos se vinieron para acá al tiro. Aparte de que es un espaldarazo enorme, creo que le hemos apuntado; por lo menos vine por cuatro meses, y ahora estamos hasta enero del 2026, y la verdad que no tendría por qué terminar en enero. Todos estos que son más jóvenes —yo ya no tanto— creo que están empezando una carrera que tiene todo y es maravilloso. De verdad una suerte haber conocido este canal, porque políticamente por ni un lado había cómo entrarle. Y he conocido gente genial. Se vive tele acá dentro, se respira mucha más tele que en el otro. Acá nos pescan, conversamos y converso con el director y con este otro. No eres un número más. Acá es todo más: “¿Qué crees tú? ¿Qué piensas?”. Acá estamos y creo que nos ha ido súper bien.
La Ina Sáez era la que le ponía los límites en cuanto a propasarse con el humor (en el Morandé). Hay “Ina Sáez” aquí también... Se echa de menos a la Ina. Reconozco que para que fuera canasta limpia para mí, ¡me encantaría que estuviera la Ina! La Ina tiene trabajo y acá nos fueron a buscar a nosotros, no podíamos llegar pidiendo condiciones. Y no sé si la Ina quisiera venir tampoco; ya está para más cosas que para ser productora de Detrás del Muro. En Mega tiene una producción grande... Con la Ina somos amigos y todo; converso a cada rato, y la llamo para que me expliqué “qué es eso que salió en la televisión (noticias y polémicas)”.

No he pensado en mi futuro en el El Muro. No sé si tenga tiempo. De repente, ganas puedes tener, pero ya no soy el mismo. Me siento joven pero, sin querer, no soy joven po’. Todavía me puedo cagar de la risa y conversar de lo que tengas ganas; pero si me dices “oye tenemos que ir a hacer un exterior al Centro”, ufff, se me hace cuesta arriba no sabes cómo... y antes vivía en eso... Ahora estamos menos jóvenes, jeje. No sé si quedo cansado o no, pero ya lo he hecho harto. Uno tiene que poner el freno. A Don Francisco lo estimo cualquier cantidad, pero no me veo estando “dispara usted o disparo yo” a los ochenta y tanto años. No me veo. No me gustaría.
Creo que El Muro tiene que seguir así, por un rato, consolidarse bien. Que estén todos contentos, porque de repente abres demasiado el abanico... No lo movería. Encuentro que con lo que hay está súper bien.

Quiero llegar a tener un lote importante de gallinas. Ahí, por ejemplo, me ha servido ser conocido, porque toda la gente que vende huevos me dice “don Kike, ¿me entrega huevos a mí?”, y les digo: “Por el momento no tengo más huevos; pero a medida que vaya teniendo, los voy llamando”. Pareciera que por ahí me pueda afirmar. Ya tengo 1.600 gallinas —o supongamos que sean 1.500 porque algunas van parando la chala—, y me llegan mil más ahora en un rato. Entonces ahí ya voy a tener 2.500. Y me llegan mil más después; ahí ya tendré 3.500, que ya son 3.500 huevos. Y los 3.500 huevos hay que venderlos.
Pusimos unas frambuesas con unos vecinos, que Dios quiera que anden bien. Van a dar este año, en diciembre, por primera vez. Yo tenía unas hectáreas y unos vecinos míos tienen un packing y frambuesas, entonces hicimos un “yo pongo la tierra y ustedes ponen la cuestión, lo hacemos y ya Ok”. Se dan bien las frambuesas ahí y parece que hay buen mercado; mis socios son los que se encargan de todo.
La hípica me encanta y todavía el hotel para caballos sigue siendo una parte de mi negocio. Hoy tengo menos caballos. La hípica está muy, muy, muy difícil. Entonces como dediqué una hectárea a las frambuesas, tengo menos espacio y es muy probable que el año que viene, si va bien la cosecha, ponga un poquito más de frambuesas. No me quiero trabar por los caballos.

Mi podcast Morandé Te Ve se acabó. Lo terminé, perdí mucha plata, porque, la verdad, se enfocó mal el negocio. Me lo pintaron que era de una forma, me endeudé y acabo de terminar de pagar la deuda... Me he pasado de hueá en hueá.
¿Me quiero morir en Río Bueno (Región de Los Ríos)? Para morirme me falta tanto. Ojalá me muriera en Tahití, alguna huéa más agradable. Todavía no puedo viajar. Espero en un par de años poder hacerlo. Pero Río Bueno me encanta. Es mi ciudad. Ya llevo tantos años allá que es mi pueblo donde hago todo: voy al dentista, me corto el pelo, me cambian los aceites, me venden fruta y compro unos copetes.
Yo con el alcohol, de lejos. Cuando era joven, a los 40, me daba lo mismo porque tomaba uno o dos vodka y amanecía como tuna; pero ya hace unos 15 o veinte años me cuido, porque amanezco mal. Se me quitó la gana. No tomo ni vino; de repente almuerzo con vino. Pero no, chao con el copete. Tampoco soy fraile, de repente me tomo un traguito. Si estamos jugando toda la tarde al naipe un día de lluvia, me voy a tomar un pacharán o alguna huevadita.

Tengo un dicho que me enseñaron: “los hueones se aburren”. Yo no me aburro, porque siempre tengo algo que hacer. Y el día que me aburra, me retiro de todo.
¿Hasta cuándo pienso trabajar? Depende de a qué le llames “trabajar”. Si me dices que si todas las cosas andan bien, algo que me esclavice me gustaría dejarlo; pero no todavía. Si dices El Muro —que tengo 70 y voy a cumplir 71—, si lo hago el 2025, 2026 y el 2027, ya el 2028 ojalá lo hiciera Lindorfo, jaja.
La herencia es un error de cálculo, jaja. Ese dicho se lo vi una vez a una persona y le encontré toda la razón, que “cuando el que se muere deja herencia, fue un error de cálculo, porque has trabajado toda vida para darte gustos; y al final no te das los gustos por dejarle plata a los vienen más atrás”. Y qué sé yo qué pase con esa plata. De repente a los veinte días ya no queda ni uno.

Siempre me dijeron que era patrón de fundo porque era bueno para mantener las cositas ordenadas y como tiene que ser. Me dicen patrón de fundo por eso, pero me gustaría que fueran a conocer mi campo para que vean si es bueno tener patrón o no; y si me quieren... me saludan de beso los compadres.
En Lugares que hablan (Canal 13) Pancho Saavedra decía “sí, que las autoridades dejan botada (a la gente en lugares remotos)”. No es tan fácil. Yo creo que con el tiempo se dio cuenta de que no es tan fácil. Ojalá que una señora que vive en la punta del cerro le vaya lo mejor posible; pero hay mucha gente que vive abajo del cerro, que tiene los mismos problemas que la señora de arriba. Entonces no es que sea mal alcalde el compadre que no llega arriba. Me acuerdo perfecto que lo dije, que “con el tiempo Pancho se dará cuenta que la cosa no es así”, y que la barcaza que va por el río para mover dos personas tiene que ir una vez cada tres días porque no hay personas para llevarlas todos los días... No po’, si la vida nunca es fácil.

Cuando viejo te pones más emotivo, porque tienes muchas cosas en las que has participado en la vida y que han ido creciendo. Por ejemplo, la misma vuelta de El Muro: encuentro choro que algo que tú tuviste que decir en algún minuto “ya, vamos”, hoy día sea súper bien considerado. Indudablemente son cosas emotivas. No me voy a poner a llorar, pero sí lo encuentro satisfactorio... Soy bueno pal lloro, pero en el interescolar, si mi nieta que hace atletismo llega a ganar pa’ qué te digo, me tienen que traer un canasto de toalla nova para secarme.
Lo mejor que a uno le puede pasar es que se muera y que la iglesia esté llena de hueones que te quisieron... ¿Cómo estará la iglesia en mi muerte? Puta, depende de la edad que me muera. Si me muero a los 90, van a preguntar: “¿Papá de quién es este hueón?”, jajaja. Van a preguntar quién es el hueón que se murió. Indudablemente, se muere la Silvia Piñeiro (2003) y no va nadie al entierro. Si se hubiera muerto en 1962 el entrenador de fútbol, “Tata” Riera, que era un fenómeno, después de haber llegado tercero con Chile el Mundial, se cierra la Alameda. Eso es un poco lo que quiero decir: depende del momento en que te mueras.

Cuestionario Pop
Si no hubiera sido comunicador y todas las cosas que he sido, me habría gustado ser doctor, médico. Creo que me faltó la decisión para haber estudiado Medicina. Siempre hago bastante buen diagnóstico, me gusta estar al día y leo mucho de Medicina, y no tengo idea pa’ qué.
¿Un apodo? En el colegio me decían “Maneno”.
Un sueño pendiente es ganarme el Ensayo, un sueño hípico porque los otros se me han cumplido todos.
¿Una cábala? Ahora ni una... Si me levanto al baño a hacer pipí a las 5 AM, me lavo las manos y la cara, y pesco un poco de pasta de dientes, me lavo los dientes y me vuelvo a dormir. Eso puede ser un TOC.
Una frase favorita es “¡pienses, hueones, piensen! Úsenla, úsenla”.
Un trabajo mío que no se conoce es que fui martillero público, por los años 80 o 90. Me encantaba. Hice buenos remates... ¡Verdad po! Registro Nacional de Martilleros 701, de caballos sobre todo.
Con mi primer sueldo, que era muy poca plata en dólares, pero era cualquier cantidad en pesos chilenos, y no había en qué comprar, me acuerdo que compré una juguera.

¿Algo de lo que me arrepiento? De repente me arrepiento si he pasado a llevar a alguien. Es de lo que más me puedo arrepentir.
¿Un animador que admire? A prácticamente todos: a Don Francis y (Antonio) Vodanovic. Me gustan los más antiguos, que los cacho más que los de ahora. Hoy es distinto, son líderes de opinión, los tipos opinan “yo creo...”, son periodistas, y poseedores de la verdad además. Antiguamente nosotros éramos más animadores. Cuando yo hacía Viva el lunes, lo que yo pensaba importaba un cuete; y en Martes 13, ¡dos cuetes! Hoy día no. (José Antonio) Neme grita y se vuelve loco porque “¡el juez dice…!” y “¡a mí no me venga a decir eso!”. Por supuesto que también es divertido. Son otros estilos. Pero se convierte en el show de los animadores, en vez de que ellos animen.
Un amigo de la tele es la Ina Sáez y Willy Sabor es buen amigo, y lo veo harto; Willy Sabor es un niño cariñoso.
Tengo muy pocos talentos ocultos. Soy muy malo para la pelota y para pintar. Oculto no tengo nada parece. Me habría encantado jugar mejor golf... ¡Puta que soy malo para los deportes!
Me han hecho llorar varias películas, o me han encantado: My fair lady, África mía y La conquista del Oeste. Iba más al cine en esa época con mi papá y después prácticamente no he ido más. Soy muy poco cinéfilo. En provincia hay pocos cines... ¿A dónde tendría que ir? Al mall de Osorno probablemente.

¿Un miedo? Soy muy poco miedoso y no tengo fobias. No le tengo miedo al resultado: si es positivo, vamos; y si es negativo vamos igual. ¿Pero miedo? No... Me cargan los hueones que no se tiran; el que no se tira, bórramelo. Me gusta el hueón que dice: “Tengo ganas de hacer esta huéa”, y yo le digo “hazla, hazla, ¿qué importa si te va mal? Vas a estar vivo igual. Al otro día vas a amanecer: ‘¿qué hago, qué hago, qué hago?’, ¡hasta que le vas a dar!”. Esa ha sido una enseñanza para mis niños y a todos les ha ido la raja.
Me da risa leer el horóscopo, pero no creo; incluso los niños, cuando estábamos ahí sin nada, me mandaron a hablar con una niña, pero no entendí lo que me dijo. Soy Leo.
Si pudiera tener superpoder, uh, el que más me gustaría sería sacar de una vez por todas las rencillas y odio tan inculcados en este país, que lo único que le enseñan a la gente es a odiar. Nunca destacan lo bueno de nadie. Todo es odiar, odiar y odiar.
Si pudiera invitar a tres famosos de la Historia a un asado, me encantaría conocer a Charles Chaplin; me gustaría convidar a Pelé; y Enrique VIII. Puta el equipo bueno. Ahí hago una huéa bonita.
Kike Morandé es un compadre bonachón —¡es que no puede decir uno mismo quién es!—. Es tal como se le ve: simple, sin aspavientos, sin mayores pretensiones de ser el crack, ni de ganarle a todos y, por suerte, por parte de su papá y su mamá, siempre muy preocupado del resto. Un buen amigo fiel.