La sexta entrega de la saga se convierte en la más gráfica y extrema hasta ahora, con muertes elaboradas, giros en torno a una familia y un homenaje que conecta todo el legado. Aunque su último acto pierde fuerza, esta nueva secuela transforma el gore en un espectáculo tan grotesco como irresistible.
En general no lo hago, pues en general tengo una postura súper relajada al respecto, pero inevitablemente debo comenzar en esta ocasión con una advertencia: la sexta entrega de la saga Destino final no solo es la más gore y gráfica hasta la fecha, sino que también se atreve a cruzar límites que sus predecesoras evitaron.
En Destino final: lazos de sangre las muertes no solo son más elaboradas y salvajes, sino que incluso hay una que incluye a un niño. Es algo sangriento, excesivo y, tal y como la historia lo presenta, está totalmente justificado. Desde ahí, yo ya estaba arriba de la Destinoneta.
Pero claro, desde sus inicios, hay que tener presenta también que esta franquicia encontró una fórmula que parecía inagotable: una visión premonitoria, una lista de muerte y una cadena de accidentes fatales orquestados por un destino ineludible. Y cortesía de sus secuelas, poco a poco dicha estructura se afianzó y permitió una serie de reinvenciones inteligentes.
El mejor ejemplo sigue siendo la quinta entrega, ganándose su lugar como la favorita por su buen manejo narrativo y su sorprendente final.
Y ahora Lazos de sangre sigue esa línea de renovación. Sí, hay una lista. Sí, la muerte acecha con una paciencia quirúrgica y un hambre de asesinatos que se va satisfaciendo metódicamente. Pero esta vez hay un giro con una familia al centro que cambia la dinámica: los personajes están unidos por la sangre, lo que no solo añade un conflicto emocional, sino que también hace que el espectador se involucre un poco más antes de verlos caer, uno a uno. O sea, seamos honestos: desde el primer minuto sabemos que nadie está a salvo.

Sin entrar en muchos detalles, esta nueva película que resucita a la saga nos presenta otra vez a un grupo de personas unidas por un accidente brutal.
La gracia es que en esta ocasión el hecho ocurrió hace décadas y un ancestro esquivó el destino final, por lo que la muerte ha tardado años y años en enmendar el rumbo. Y ahora llegó la hora de hijos y nietos.
La historia elegida para esta secuela logra avanzar al sacar partido a una de las claves de la saga: su puesta en escena, la forma en que la cámara construye la tensión, muestra los pequeños elementos en juego y anticipa la tragedia antes de que ocurra. Es un espectáculo casi coreográfico donde cada tornillo suelto o vaso mal posicionado es parte de un rompecabezas letal.
En el caso de Lazos de sangre, no solo mantienen ese estilo, sino que lo llevan al extremo, con muertes tan elaboradas y grotescas que, inevitablemente, provocan carcajadas nerviosas en la sala.
Este fenómeno —emparentado con la comedia slapstick— es muy real: las risas nacen del exceso, del absurdo gráfico, del espectáculo de ver cómo algo tan exagerado se convierte en un ritual casi teatral. La película lo sabe y se apoya en ese tono de diversión macabra, como una montaña rusa sangrienta de la que nadie puede bajarse.

Eso sí, debo agregar que el último acto cae en lo predecible, con giros menos efectivos y una resolución que pierde fuerza y hasta se siente demasiado simple para toda la mitología que la propia película logra construir. Pero incluso con ese tropiezo, el viaje sigue siendo satisfactorio para quienes han seguido esta saga desde sus inicios.
De hecho, para coronar todo, Tony Todd —la voz y rostro recurrente de la franquicia— tiene una última aparición que, sin exagerar, le da sentido a todo su rol en la saga. Es un homenaje merecido que da forma a un gran momento en una película que, por suerte, se preocupa más de contar su propia historia que de solo repetir la fórmula.
Solo resta agregar que Destino final: Lazos de sangre no es perfecta, pero sí es muy jugada, sangrienta y, por momentos, diabólicamente divertida. Y para una saga construida sobre el morbo y la imaginación de la muerte, eso es todo lo que uno debería pedir.
Destino Final: Lazos de sangre ya está en cines.