El rap quirúrgico y medicinal del Dr. Bene

Juan Pablo Araya tiene una de las carreras más sólidas en la escena del hip hop chileno, como miembro del grupo Cuarto Universo y luego del colectivo Mente Sabia Crú. La pandemia lo hizo enfocarse 100% en su oficio de rapero, uno que lo tiene lanzando “El libro mudo”, su segundo disco solista y que tiene pinta de clásico instantáneo.

Dr. Bene aka Juan Pablo Araya o al revés, depende de cómo quieras verlo, cuenta que no escucha sus propias canciones nunca. “Siento que son mías mientras las estoy haciendo, cuando las estoy repasando en la micro, en el metro. Y me cuesta soltarlas, viven mucho tiempo en mi pendrive, en mi celular. Pero una vez que las grabo y las embellezco al punto de que siento que está lista, ya no es mía”, le explica a JC en La Junta.

“Es que las ideas no son de nadie”, refrenda recordando las palabras que una vez le dijo su abuelo cuando él tenía algo así como 7 años.

En entrevista con Blacklife el rapero profundiza en la idea de que para él hacer música tiene un valor en la idea de trascendencia.

“Yo hago esto porque lo amo, nunca quise ni joyas ni mansiones. Con las reproducciones digitales las cosas han cambiado un poco y ahora recibimos algún tipo de ganancia pero no siempre fue así. Este camino es de mucho renuncio, siempre digo eso, y hay que aprender a no escuchar a gente cercana, incluso familiares que te van decir que no lo hagas”, dice.

En una nota de El Ciudadano dirá: “Me gusta dejar semillas en las canciones. No quiero decirle explícitamente a nadie lo que tiene que hacer o cómo vivir su vida, pero sí trato de dejar signos de interrogación para que ojalá quien escuche se haga nuevas preguntas sobre cómo está escrita la historia, sobre por qué pasan las cosas que pasan hoy”.

Esta transferencia de mensajes también funciona bilateralmente entre emisor y receptor. Dr. Bene revela esa evidencia en una historia que relata en La Junta, y que narra la trastienda de “Estación Junio”, una de sus canciones más conmovedoras y también conocidas.

“Muchas letras tienen que ver con historias reales. Yo trabajaba en un hotel y había salido del turno de noche recién. Yo me iba altiro, no me sacaba ni siquiera uniforme para alcanzar a tomar el último metro. Iba sentado y una persona se me acerca, me cuenta esto y después se bajó. Quedé con la bala pasada”.

Cuando Bene dice “esto” se refiere a la situación que relata en la canción y que se resume en la siguiente línea: “Tu letra me salvó de suicidarme”.

“Es brígido que alguien te diga eso, por supuesto me quedé para adentro”, explica. “Eso fue lo que viví con él y después viene la respuesta mía. Yo no me considero un artista, me considero más un aventurero en la música y humildemente quiero ayudar. Dejar algunas cosas para cuando yo no esté. Si mis letras pueden ayudar a que alguien no tome una decisión equivocada, eso me hace feliz”, asegura.

Los libros de Bene

La escena podría ser perfectamente una sacada del libro La danza de la realidad de Alejandro Jodorowski pero se la contó Bene a Julio César en La Junta.

“Mi mamá me inculcó el amor a los animales, siempre decía que los animales hacen a los niños más cariñosos y conectados con la naturaleza”.

“En la población había unas copas de agua gigantes, ahí siempre llegaban palomas sin patas, o heridas. Debo haber estado en primero o segundo básico, cuando las tomaba y llevaba a mi casa en cajas de zapatos. Las guardaba debajo de la cama. Les daba comida, pancito y gusanos. Pasó piola como una semana hasta que un día llegué y mi mamá estaba gritando. Las había encontrado y me las botó todas”.

Varios años después, el 2014, el primer disco en solitario de Dr. Bene llevaría el título de “Salven a las palomas”. “Después encontré otras razones también, pero esa es la principal”, reconoce.

Por estos días estrena El libro mudo, un disco que tiene colaboraciones con Masquemusica, Chyste MC, Nosecuenta, Verbal Kent, Chuchu Bermudas, Freeman y sus clásicos secuaces Matiah Chinaski, Maldito Fen y Dj Perez. Pero Bene tiene también una maciza trayectoria como parte del grupo Cuarto Universo y el colectivo Mente Sabia Crú.

“Creo que he rapeado en todos los barrios de Santiago, he pasado por todos los escalones. Porque estoy desde cabro chico en esto”, comenta en el espacio de Blacklife a propósito de haber teloneado a SFDK con 19 años.

La historia comienza cuando tenía 13 años y su primo grande lo tiró a freestalear entre sus amigos en el parque Los Reyes. En ese tiempo me gustaba grafitear, andaba con mi croquera y plumones para todos lados. Recuerdo que me echaban de clases de matemáticas por no pescar y estar rayando los cuadernos. También escribía cuentos cortos, siendo muy chico”, recuerda.

En este programa cuenta que primero le gustó el rap en inglés como Wu Tang Clan, Mos Def, Talib Kweli. “Siento que Chile es como una especie de puerto, es especial como llegaban acá tantas influencias de distintas partes, rap gringo, español, francés”.

Su primo, revela, le mostraba las bandas esenciales de Chile y en español, pero fue recién cuando escuchó a dos artistas en particular, que sintió el llamado a entrar en el juego. “Calambre, y en especial Epicentro me gustó mucho. Después escuché a Dobleache y me voló la cabeza, ahí me tiré a escribir rap”,

“Las primeras letras eran más intentando hacer estructuras, y con temáticas concretas, no sé, como de la amistad, con el tiempo me he complejizado e intentado ser más abstracto”, le dice a JC. “Solía leer mucho, ahora veo más documentales, pero siempre más de libros informativos que de novelas, puedo leerme sin problemas libros sobre pilotear aviones por ejemplo. En otros programas también saca referencias de libros metafísicos y en sus canciones nombra a escritores como el filósofo psiconauta Terence Mckenna.

“Desde los 10 que andaba con un pianito chico, Casio, para todos lados. Con ese empecé a hacer mis primeros temas. Con un amigo, sacabamos los casete de un tío y tapándole los cabezales grabábamos en uno, un bombo y caja, en otro unos sonidos de piano, después otros ruiditos, y así. Hacíamos una especie de multitrack artesanal”, narra y asegura que ese compañero de curso todavía tiene guardados algunos registros con canciones de esa época.

Aún con una trayectoria contundente, Dr. Bene reconoce que fue la pandemia lo que lo hizo enfocar el total de su energía en la música. Así lo reconoce en Blacklife: “Yo trabajaba en hotelería y cuando todo cerró ahí consideré qué podía hacer con todo ese tiempo, porque la verdad que antes trabajando no tenía mucho porque es un rubro con turnos muy sacrificados.

En El Ciudadano explicará el propósito detrás de El libro mudo: “Con este disco busco reivindicar el oficio de los que hacemos hip-hop. Quiero mostrar la importancia del rap latinoamericano, que se entienda que no es un mejunje de cosas y que no es algo que hacemos porque sí. Buscamos hacer música con contenido, con mensajes”.

“Siento que este disco potencia mi obra, y deja el anterior un poco atrás. Mi plan es siempre ir haciendo algo igual o mejor”, reflexiona en La Junta.

Pero quizá la cita que mejor refleja el espíritu de Dr. Bene es la que expresó en Blacklife cuando dice: “Mis objetivos van cambiando. Hay cosas que se mantienen constantes, como las prioridades. Hay artistas, como Mos Def, que me hacen autoimponerme un estándar de calidad irreal quizá, pero yo quiero llegar a ser un artista así, finalmente un MC bueno en lo que hace. Y si bien creo que he encontrado mi voz, aún no he llegado a ese punto. Tengo un desapego con el pasado y me mantengo relevante simplemente intentando ser bueno y dejar algo bueno para los que vienen”.

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