Solo me gustas en tus días buenos: apuntes sobre la funa que enfrenta a Bad Bunny y sus fans

Matices de una polémica que desnuda lo conflictiva que se ha vuelto la relación entre los fans y los artistas.

Bad Bunny hasta ahora había salido jugando de las situaciones potencialmente adversas para su imagen pública, pero irse contra una fan es un pecado capital en estos tiempos de audiencias empoderadas y demandantes. En especial considerando que hoy en día solo parece importar lo que pasa a grandes rasgos, en desmedro de la escala de grises que componen la realidad.

Fuera de cualquier apreciación venida desde el sentido común, como condenar la reacción agresiva de Benito (una obviedad) o hacer el punto de que había mejores formas de lidiar con la situación (duh), lo cierto es que lo sucedido es un síntoma de lo problemática que se ha vuelto la relación entre los cantantes pegados y el público, cada vez más mediada por las redes sociales y menos por la música.

El propio Bad Bunny lo mencionaba a fines del 2018, cuando sacó el disco X100pre y le dio una entrevista a sus compatriotas Chente Ydrach y Molusco. En aquel tiempo, con menos fama que ahora, ya hacía hincapié en el malestar que le causaba ser tratado como una máquina expendedora de selfies y autógrafos, y no como una persona de verdad. Justamente lo que hizo la fanática que invasivamente le puso un celular en la cara.

Pescar su teléfono y tirarlo lejos fue la manera (pelotuda, estamos de acuerdo) en la que Benito expresó su frustración por sentirse deshumanizado. Es la misma incomodidad a la que hace tiempo se vienen refiriendo cantantes chilenos como Pailita o Marcianeke que son grabados hasta cuando van al baño (literal). Difícil encontrar un artista pegado, de acá o del extranjero, que no haga mención a lo agobiante que resulta vivir así.

En algún punto, el público empezó a relacionarse con sus ídolos de la misma forma en que un cliente se relaciona con una empresa: te pago por tu servicio, entonces tienes que atenderme 24/7 porque solo eres bueno en la medida en que me satisfagas. Porque ni hablar del valor de la música, que en la era del streaming está al nivel del agua de la llave o la luz del interruptor: aprietas un botón y accedes a ella en cualquier momento.

Las redes fomentan esta sensación, prácticamente generalizada en las audiencias jóvenes, donde es muy común que un fan acérrimo pueda volverse un hater si le niegan un saludo para una alianza y últimamente la costumbre de arrojar celulares al escenario durante los shows ha ido tomando fuerza. “Somos todos personas”, salió a decir Pablo Chill-E en defensa de Bad Bunny. Parece tan obvio, pero no todos parecen verlo así.

Aunque haya estado pésimamente expuesto, el punto que quiso demostrar Benito cuenta de todos modos. Y no es por apañar a millonarios famosos que secan sus lágrimas con billetes de cien dólares. Simplemente se trata de que hay mucho por cuestionar en los vínculos que establecemos con las celebridades (¿no será que buscamos tapar nuestras propias falencias exigiéndoles perfección?) y lo poco fino que hilamos entre ellas (¿un cantante se mide igual que un influencer?).

Por ahora, Bad Bunny está en modo control de daños, con profesionales manejando el desastre comunicacional. Como un castigo de parte de la audiencia, sus números en las plataformas de streaming bajaron de inmediato y, en consecuencia, debió borrar el tuit donde defendía su actuar (y prometía repetirlo si lo abordaban de nuevo como la fan de la polémica). De cierto modo, este grito de humanidad suyo está siendo acallado por los fans y por su agencia de relaciones públicas (que buscará todas las formas posibles de darle un giro a la situación).

El mensaje de los fans/clientes es fuerte y claro: nos gustas mucho, Benito, pero solo en tus días buenos. Pobre de ti si reaccionas mal como lo haría cualquier persona estresada. Ahora, desde luego que hay sufrimientos más urgentes que el de un millonario exitoso que es #1 mundial de Spotify, sin embargo, creer que por su plata y sus logros el tipo tiene comprada la felicidad (cuando el video demuestra claramente que no) es una trampa mental que justifica seguir con el círculo vicioso de la antipatía. Sin mencionar que es atribuirle a lo material y a las apariencias un poder que nunca han tenido ni tendrán, por más que todas las canciones urbanas del mundo digan lo contrario.

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