No hay macho en el mundo que no haya soñado alguna vez con conocer la mansión Playboy. El lujo, el glamour y, sobre todo, las fiestas junto a hermosas mujeres con poca ropa, despertaron las fantasías de todos.
Sin embargo, en este caso calza perfecto el dicho de que "no todo lo que brilla es oro". Tal cual, porque algunas ex conejitas rompieron el código de silencio y contaron los secretos más sórdidos de la propiedad.
Una de las que reveló la verdad de lo que ocurría en la mansión fue Izabella St. James. La belleza escribió el libro "Cuentos de una conejita: tras las puertas cerradas", donde reveló que la pieza de Hugh Hefner era una de las más sucias del lugar.
"Hef estaba acostumbrado a tener alfombras sucias. La de su habitación no había sido cambiada por años y todo empeoró cuando Holly Madisonse se mudó a su habitación como la novia número uno y llevó con ella a sus dos perros. No estaban entrenados y hacían sus necesidades en la alfombra", reveló asqueada.
Pero el sapeo de Izabella no terminó allí. Por supuesto, porque según reveló, los lujos estaban reservados para invitados famosos, y el glamorur para cuando habían cámaras filmando.
"Hacíamos todo lo posible por decorar nuestras habitaciones y que se parezcan más a un hogar, pero nos daban sábanas y acolchados que daban asco de lo viejas, manchadas gastadas que estaban", aseguró.
Por su parte, Mellisa Howe alegó que "si hacías algo mal, te llegaba de inmediato un correo electrónico. Había un estricto código de conducta. Hasta armaron reglas sobre cómo debíamos usar Instagram y Twitter".
Pero la que tal vez dio mejor en el clavo fue Karissa Shannon. Según contó, "no podíamos llevar chicos a la mansión. Esa era la regla número uno: nada de chicos. Esa fue la principal razón por la que nos fuimos".
HUGH HEFNER EN LA INTIMIDAD
El pelambre de las ex conejitas también incluyó al creador de Playboy.
Claro que sí, porque según reveló Izabella St. James, Hefner exigía que cada viernes las conejitas le contaran qué habían hecho durante la semana. Solamente después les pasaba 1.000 dólares a cada una.
"Teníamos que ir a su habitación. Era el momento en el que aprovechaba para quejarse de todo lo que no le gustaba sobre nuestra relación. En especial, si las novias no participábamos mucho de las fiestas sexuales que él organizaba", lanzó sin anestesia.
Pero las que se pasaron fueron Jill Ann Spaulding y Carla Howe.
La primera basureó pesado a su ex jefe cuando habló de los momentos de intimidad entre ambos. "Simplemente se quedaba tirado en su cama, con una erección falsa. Y hacía que las chicas se subieran arriba de él por dos minutos, mientras las otras lo alentaban con gritos", recordó.
Carla Howe, por su parte, dijo que era "como estar con un abuelo".