Tras 15 años de los impactantes despachos realizados por el entonces hombre ancla del noticiero de 24 hora, el periodista reflexiona sobre la importancia de uno de sus relatos más recordados y cómo vivió de primera fuente la peor y la mejor cara de Chile frente a una catástrofe.
Dicen que el periodismo es un apostolado, y lo que ocurrió con Amaro Gómez-Pablos durante el terremoto del 27 de febrero de 2010 es una prueba de ello. El entonces hombre ancla del noticiero central de TVN fue de los primeros en despachar desde la zona de la catástrofe, en la Región del Biobío, documentando las consecuencias de un remezón que despertó a medio Chile la madrugada del sábado.
Los primeros en llegar
“En TVN se dio algo especial, que no ocurrió en otros canales y por eso salimos primero”, explica el periodista, acostumbrado a cubrir conflictos bélicos, sitios de detención y grandes catástrofes.
“Todos llegamos un par de minutos después de ocurrir el terremoto, sin siquiera ser citados. Yo me ofrecí a partir a Concepción en mi propio jeep, acompañado de un amigo camarógrafo”, relata.
Esa premura los hizo ser los primeros en llegar al epicentro y comprobar que la tragedia era aún mayor de lo pensado.
“Llegamos y la gente caminaba como zombies por las calles, se agolpaban en torno al jeep al ver el cartel de Prensa y preguntaban por el resto de Chile”, recuerda. La incomunicación era total. No sabían que el golpe había sido más fuerte en su zona y que eran el foco de la noticia.
El terremoto social
El periodista documentó los efectos del sismo magnitud 8.8, el segundo más grande registrado en el país. Recuerda con impacto el derrumbe del edificio Alto Río y el estado de las casas en Dichato, convertidas en un amasijo de palos.
Pero una de las imágenes más impactantes de su cobertura fue su despacho en vivo desde un supermercado Líder en Concepción, donde cientos de personas saqueaban el lugar.
Lo que comenzó como una búsqueda desesperada de agua, comida y artículos de primera necesidad, rápidamente se convirtió en un caos absoluto. Gómez-Pablos observó cómo muchas personas aprovecharon la situación para robar electrodomésticos, televisores y estufas.
“Yo venía de haber cubierto el terremoto en Haití unas semanas antes, con más de 200 mil muertos, y no vi algo igual allí. La falta de civismo en Chile fue impresionante y deprimente. Al grito de ‘tenemos hambre’, ingresaban llevándose artículos que ni siquiera eran de primera necesidad”, comenta el periodista.
Su reacción quedó en la memoria de muchos cuando, en medio de la transmisión en vivo, enfrentó a los saqueadores con una pregunta que aún resuena:“¿Es para usted un artículo de primera necesidad?”
El despacho 15 años después
Gómez-Pablos asegura que nunca emitió juicios de valor, pero reconoce que, mirando en retrospectiva, quizás debió ser más directo:“Aquello era un robo. Fue vergonzoso. Llegaban camionetas caras y desvalijaban todo a su paso”.
La falta de seguridad era tal que incluso los bomberos debían proteger sus herramientas para evitar que se las robaran mientras rescataban sobrevivientes en Alto Río.
El impacto mediático de este “terremoto social” fue clave para que el gobierno de Michelle Bachelet decidiera enviar militares a las calles, una medida que se postergaba por el temor al fantasma de Pinochet.
Sin embargo, no todo fue caos e individualismo. A medida que se alejaba de las zonas urbanas, Gómez-Pablos encontró una realidad diferente.
“En Dichato y las zonas rurales y costeras, la gente era solidaria. Se organizaron ollas comunes y se apoyaban mutuamente. Contrastaba totalmente con lo que se veía en las ciudades, donde primaba el individualismo, la depredación oportunista y la delincuencia”.
A 15 años del desastre, su cobertura sigue siendo un testimonio crucial de las diferentes caras de una catástrofe: el desastre natural, la crisis social y la capacidad de resiliencia de las comunidades.