A la jaula guerrero nigeriano que alimentaba a la pitón en motel porteño

En una jaula de bambú, y a coco y agua, permanece detenido en Valparaíso un africano capturado por detectives de la Brigada Zebra, durante un safari preventivo realizado en busca de extranjeros ilegales, forasteros tránsfugas y animales exóticos que han ingresado de contrabando al país.
Según el subcomisario Patricio Ulloa, jefe del Departamento de Extranjería de la Policía de Investigaciones (PDI), el nigeriano Víctor Omeregie (23), era requerido por hurtos, apropiación indebida, microtráfico de drogas y presunta inducción al aborto. Este último delito se habría perpetrado en Antofagasta, desde donde los cazadores de cabezas le seguían el rastro.
Omeregie, que en dialecto yoruba significa "Guerrero del amor armado con una trompa de elefante", ingresó a la maleta al país hace 60 lunas (5 años) y desde entonces ha sobrevivido cagando al estúpido hombre blanco o moreno.
Se sabe que el curiche es oriundo de Abuja (igual que aguja, pero sin el hoyo en la cabeza y más larga), la actual capital de ese país. Antes, la sede de gobierno de Nigeria era Lagos, pero al parecer se les secó.
Nigeria está ubicado en el oeste de Continente Negro y actualmente es gobernado por Umaru Yar'Adua, quien llegó a la presidencia con el apoyo de la Concertación de Colmillos por la Democracia, Code-Code, por sus siglas en español.
La captura del extranjero se efectuó en el hotel Puerto Valparaíso, hasta donde Omeregie llegó acompañado de una gacela con el propósito de devorarle hasta los tuétanos.
Otras versiones indican que fue la mujer quien se dejó caer al matadero con el negro al hombro, con la perversa intención de que, luego de una noche bestial, a la mañana siguiente la mucama encontrara sus huesos pelados sobre la sabana africana (ver Animal Planet), igual como quedan las cebras luego de carretear con una patota de leones.
Los detectives de Extranjería, formados en Scotland Yard, como buenos caballeros esperaron hasta que la pareja lanzara su último suspiro antes de intervenir.
"Había que respetar los derechos del consumidor y las recomendaciones del Sernatur, que persigue que los extranjeros se sientan cómodos y disfruten a concho de las delicias gastronómicas y entretenciones que les brinda el país", explicó uno de los funcionarios.
Condicionados por estas normas, los polis tuvieron que permaner con la oreja pegada a la puerta cerca de dos horas.
Desde allí escucharon los guascazos del negro, los aullidos de sorpresa, terror y placer de la gacela, sus pataleos agónicos y, ¡por fin!, el tam tam de sus puños golpeando contra su pecho a la manera de King Kong, y el soberbio grito de victoria del biznieto de Shaka Zulu. ¡Kriiga, kriiga, bundolo tarmangani!
Sólo cuando toda esta alharaca cesó y la mujer se retiró arrastrándose por el pasillo, los polis le pidieron al carita de túnel que sonriera para poder capturarlo.
J. Bonifaz/M. Vega
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