Adila Venegas: "Mis hijas quedaron marcadas para toda la vida con el apellido Spiniak"

Una desesperada petición de aumento en la pensión de alimentos de dos y media a seis guatas mensuales solicitó la cirujano dentista Adila Venegas, esposa de Claudio Spiniak.
En la demanda la mujer del empresario condenado por abusos sexuales relata el infinito sufrimiento de ella y sus hijas.
"Con sus conductas inmorales e ilícitas dañó la honra del apellido que llevan sus hijas, y que son objeto de burlas permanentes por sus círculos más cercanos, muchos de los cuales fueron obligados a alejarse, ya que quedaron marcadas para toda la vida con su apellido como sinónimo de pedofilia, degeneración, homosexualidad y todo tipo de aberraciones sexuales", afirmó.
Venegas añade que "esto no tiene forma de reparación, sólo hay que vivirlo para poder palpar este estado. Sólo ante la mención de Spiniak se produce como resultado un vacío alrededor. Los daños psicológicos nunca jamás podrán ser calculados".
SALUD
Según Venegas, mientras Spiniak acrecienta su fortuna, el dinero que les entrega no alcanza para cubrir los gastos. "Su familia no ha trepidado en afectarnos en todos los ámbitos (...) resulta ignominioso cada día, cada mes, para lograr no sólo la puntualidad en los pagos, sino el hecho de que somos víctimas de humillaciones por parte de tales personas".
Asegura que Spiniak -quien paga 2.563.980 pesos de pensión- posee ingresos mensuales superiores a los 50 palos. Sostiene también que sus hijas no pertenecen a isapre o Fonasa y la menor de ellas es insulino dependiente.
Por los gastos en salud ha dejado sin pagar la luz, gas, teléfono, mantención del domicilio y otros "sin siquiera permitir que mis cuatro hijas dispongan de fondos para vestuario ni distracción, ni menos pensar en la calefacción para el invierno". Señala además "una alimentación magra".
Indica que han llegado al extremo de que cuando hay que comprar un implemento escolar, "ellas deben acreditar de manera pormenorizada tal elemento, subyugarse ante estos parientes del padre, para así, luego de días de llamadas telefónicas y mensajes, lograr que satisfagan dicha necesidad; esto es una humillación, no tiene otro nombre".
Luis Vieyra O.
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