Un campesino que regresaba a su casa en la localidad de Yaquil, cerca de Nancagua, descubrió la tragedia: En las aguas del Río Tinguiririca, en una extensión no más larga que una fila del Transantiago, yacían los cadáveres de 40 desgraciados chanchos.

El huasito cachó que eran tantas las víctimas que si se ponía un cuerpo al lado del otro se podía cruzar perfectamente al otro lado del caudal por un puente de costillares en descomposición.

La Brigada de "Acecinatos" y Arrollados de la PDI (BRACA) fue alertada del misterioso final de los puercos y está a cargo de las pericias del caso, con sospechosos ribetes bíblicos. Algunos investigadores piensan que pudo tratarse de un suicidio colectivo por órdenes del Más Allá del matadero, y hay opiniones que apuntan a la intervención humana.

Detectives corroboraron que los cerdos tenían la marca "P9" en el lomo y orejas, y se pudrían con los chunchules afuera para felicidad de cientos de pajarracos carroñeros.

La policía alertó de la tragedia al fiscal de turno de Santa Cruz y solicitó la presencia de expertos químicos para determinar la causa de muerte y los responsables, ante la inminente contaminación del agua.

Isabel Fernández es una de las afectadas por la cochinada y dio su testimonio.

- ¿Cuándo cachó la catástrofe animal?

- Uno de mis trabajadores que pasaba por el lugar observó los chanchos en el agua y me avisó. Yo de inmediato llamé a Carabineros, pero ya poco se podía hacer. Lo bueno es que creo que será fácil llegar a los responsables por las marcas que tienen. Ellos deben pagar, porque han creado un foco infeccioso y en otras oportunidades han aparecido envases de líquidos tóxicos botados en el agua.

- ¿No cree en el suicidio colectivo?

- No, fueron lanzados muertos por alguna razón. No sé si vienen de alguna feria o se les murieron a su dueño y los tiró al río sin pensar en el daño que hacía al ecosistema.

J. Pinto/S. Foncea