Cada cierto tiempo uno se encuentra con gente que, influenciada por el cine y la televisión, está convencida de que el periodista es detective, asistente social, abogado y héroe. Y que en las horas libres, mueve montañas…

Sin contar a aquellas personas que le enrostran con el índice derecho: "Ustedes nunca han hecho un reportaje sobre las fábricas de bebederos de pedestal para colegios e instituciones" o "deberían investigar acerca de la internación ilegal de columpios para canarios".

En ocasiones, uno se topa con un estudiante de periodismo de provincias que ha viajado en tren a la capital y, en el colmo de su ingenuidad, adelanta: "Quiero entrevistar a los seleccionados chilenos que actúan en Europa y que ellos, como líderes de opinión, propongan soluciones al conflicto de los mapuches".

Claro, de tanto escuchar y leer en los medios a ciertos mesías que dictan cátedra de todo, no es fácil distinguir entre la realidad y la propaganda. ¿O nunca oyó hablar de la refundación del fútbol chileno? ¿O se perdió la docena de columnas donde se equiparan las sociedades anónimas del fútbol con el Transantiago y las micros amarillas? El lector común ignora que el autor de esos textos jamás se ha subido a un bus del Transantiago y menos viajó en una micro amarilla…

Si se quiere comparar, el análisis debe ser serio. Y si se señala que con el forado económico del Transantiago se podría construir otra línea del Metro y financiar el plan AUGE, eso no significa ser partidario de las micros amarillas.

Algo no huele bien en las sociedades anónimas del fútbol y por eso el reputado comentarista Aldo Schiappacasse manifestó públicamente que se había equivocado en apoyarlas y que ahora se daba vuelta la chaqueta. Lo primero que le llamó la atención  fue que el Estado les construyera estadios a los inversionistas privados...

Es bueno recordar que fue en el gobierno de la Concertación cuando se declaró la quiebra de los dos clubes más populares del país. Y por mucho que los dos presidentes hayan sufrido "estrés de euforia" para tener planillas de más de 300 millones de pesos mensuales hace una década, lo concreto es que el dinero se gastó en pagarles a los futbolistas, entrenadores y representantes de jugadores.

No puede extrañar, entonces, que si se trata del lanzamiento de una obra, no falte el ocurrente que anuncia: "Yo podría escribir un gran libro. Usted no sabe que una vez gané un concurso de lavado de mangueras por dentro". Eso da pie a que su vecino, otro conocido casual, recuerde que "hace años clasifiqué en segundo lugar en un hundimiento de patitos de hule en la tina".