Chinito rechazó un palo verde por casona ''abandonada'' de Plaza Ñuñoa

A los vecinos cercanos a la Plaza Ñuñoa les costaba pronunciar el nombre de Yuet Wong Chan, así que para simplificarse sus vidas le empezaron a decir José Chan.
El hombre de “setenta y tantos” contó a La Cuarta que se vino al país en 1969 desde Hong Kong. Apenas puso un pie en Chile, abrió su restorán “Lung Fung”, en Agustinas 715.
Chan, que habla español igual de fluido que el ex pelotero del Colo Severino Vasconcelos, jamás imaginó que la tremenda casona que le compró a un matri que exportaba loza sería hoy la única vivienda señorial que queda en el barrio.
Con un lote de enredaderas, la propiedad del empresario chino pasa piola como casa embrujada. Rodeada de locales para chupar y comer, no falta el parroquiano que le entra el julepe al pasar por afuera.
“No pasa nada, es súper tranquilo. Nunca he visto nada”, contó Chan pa’ derribar el mito de que la casona tiene más espíritus que los de la peli El Conjuro.
El comerciante soltó que no pudo disfrutar a concho el palacete. “Estuve tres años nomás. Es que justo llegó Pinochet y con el toque de queda se me hizo complicado. Andaba de allá para acá para llegar a mi trabajo, así que me compré un departamento en el centro”, confesó.
LE HACEN OJITOS
El cantonés afirmó que le han hecho ojitos por su propiedad, pero que ninguna oferta lo convenció.
“La gente quiere comprar porque está lleno de negocios en el sector. Algunos quieren arrendar, pero no me conviene. Una vez me ofrecieron un millón de dólares, pero creo que vale más la casa. Me tienen que pagar bien”, aseguró.
Sobre la vida de barrio que tenía, que quedó desplazada con la llegada de los locales y edificios, aseguró que “era todo muy bonito y agradable. Eran puras casas, ahora se hizo popular. Hay hasta estacionamientos para los locales”.
Según sopló su dueño, la casona tiene cinco dormitorios, mil metros cuadrados, un antejardín y “muchos baños, ya no sé cuantos”.
Aunque se ve abandonada por fuera, Chan la tiene como nueva. “Tengo gente que va a hacer el aseo, además aprovechan y me ven la casa. Yo también voy bien seguido. Está muy bonita, igual que cuando la compré”, señaló.
El empresario soltó que una vez tuvo el bichito de transformar ese lugar en otro local de comida china, pero todo quedó en nada. “No tuve los permisos, porque quería vender alcohol”, dijo.
Y a pesar de que la casa es una joya, ninguno de sus tres hijos se quiso quedar para echar raíces en esa vivienda.
CASA DE VERANEO
Como la vivienda está impeque, Chan toma sus pilchas en verano y se instala en el lugar.
“Es más fresquito. Así que ahí estoy un buen tiempo cuando hace calor y paso varios días”, concluyó.
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