Crónica

Clama por casco robado: se lo había regalado De Gavardo

La amistad se construye con los años. Se atesoran. El amigo, muchas veces, es el hermano que se elige. En definitiva, al que lo ves en las buenas y siempre, pero siempre, en las malas...

Mauricio Cerda lo tiene claro. En 2004 perdió a su abuelo y grande fue su sorpresa cuando al fondo de la iglesia vio a Carlo de Gavardo. Callado. Imperturbable. Listo para dar la mano y el abrazo que vale en ese momento: el de la condolencia con el alma.

Desde el 97, año en que el “Cóndor” empezaba a hacerse conocido, comenzó a armarse la amistad. Cerda, publicista entusiasta, incluso hizo suyo el amor por las motos y compartieron varias veces cumpleaños de sus hijos.

El día de la final de Copa América entre Chile y Argentina llegó la tristeza, cerca del mediodía. Carlo, su amigo, había muerto.

“No vi el partido. Me fui directo a la iglesia. No había más... Siempre recuerdo cuando fue al velorio de mi abuelo. Nunca supe cómo se enteró. Él, atrás, mirando todo. Se me acercó. Los amigos están en las malas”, recuerda Cerda.

Esta historia de amigos, de las tantas que cosechó Carlo en su vida, da sentido al dolor que hoy siente Mauricio...

Hace un mes le entraron a robar en su empresa. Le sacaron todo. Pero lo que más le duele es que le quitaron su tesoro: el casco que le regaló De Gavardo y con el ganó muchas etapas en el mundo. Fue el abrir de una herida que cuesta cerrar.

No tiene precio. Es invaluable. Cerda sueña con que llegue el día que se lo devuelvan. Pero siendo realista, tiene también otro deseo, de los terrenales: que el que lo tenga hoy en día, al menos, lo sepa cuidar.

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