No pocos chilenos crecimos en la década de los setentas y ochentas bajo el alero de una frase que nos marcó a fuego en los aciagos días que sufríamos cuando nuestra querida Selección se medía ante las potencias mundiales. "Jugamos como nunca y perdimos como siempre".

Qué mote aquel, culpable de innumerables justificaciones para explicar lo inexplicable. Que nos faltó categoría, que no tuvimos la experiencia para instancias mayores. En fin, cuanta excusa pesimista que nos ayudaba a tragar de otra forma ese amargo elixir de la derrota.

Pero algo pasó en el camino. Nuestros hijos crecieron apartados de estos motes tan juleros y, amén de la globalización a la que se subió el carro chileno, el discurso cambió.

Y aunque los vejetes de siempre mantuvieron la bandera del pesimismo, millones de jóvenes se pusieron los pantalones para decirnos que, con ganas, empeño y categoría, todo era posible. Tan posible como lo que nos regalaron estos 23 peloteros nacionales, encabezados por Alexis Sánchez, Arturo Vidal y Gary Medel, los gestores de este maravilloso cambio de mentalidad, que del simple discurso pasó a la realidad, a pesar de la eliminación del Sambódromo en una infartante definición por penales ante los anfitriones y principales candidatos para ganar el Mundial, Brasil.

Porque ahora, si Alexis me asegura que Chile está para ser campeón del mundo, el "Pitbull" me dice que podemos ganarle a cualquiera -con "chispeza" o sin ella- o Vidal me secretea que es el mejor volante mixto around the world, tendré que creerles. Y darles las gracias.