Crónica

De tanto atender gitanos en consultorio, al final aprendió Romané

El reloj marca las 11 de la mañana cuando en el Centro Comunitario de Salud Familiar del sector Norte Alto de Antofa un piño gente irrumpe con cuática. Se trata de tres gitanas adultas con dos niños.

"Sarsan so karode (hola, a quién buscas)", pregunta Andrés Madrigal (27), administrativo del centro y encargado de dar el pase al doc.

"Al doctorí", responde la gitana más adulta.

- ¿Tu san nazuali? (¿Estás enfermita?).

- Eá me duele todo. ¡Bree eike male! (Por la cresta, en buen chilensis).

- ¿Co san? (¿Quién eres?, ¿cómo te llamas?)

- E sem Esmeralda (Yo soy Esmeralda).

Este tipo de diálogos se repite todos los días en este Centro de Salud y no es por obra de magia que Andrés cache este legendario dialecto. Según cuenta, hace cuatro años, cuando llegó a trabajar a este lugar, lo tiraron a los leones al toque y tuvo que atender a los gitanos que llegaban.

"Al principio me echaban la foca porque yo no les entendía nada de lo que querían y tuve que ponerme las pilas y aprender un poco" comenta Madrigal.

ESFORZADO

Como la peguita le sirve para pagar sus estudios vespertinos, tuvo que jugársela y hoy es casi un gitano más.

"Los gitanos valoran harto mi esfuerzo por aprender a hablar en Romané. Me llevo bien con ellos, pero hay que tenerles paciencia, ¡uff!" explicó Madrigal.

A pesar de haber estado en su chara, comer con ellos y participar de una que otra tertulia gitana, Andrés jura de guata que nunca se ha enamorado de alguna joven del clan y sabe que por mucho cariño que le tengan, nica aceptarían a un "gallé".

"Una vez, una gitanita rubia y de ojos azules, me preguntó si le podía  grabar un cidí. Lo hice, pero al otro día me andaba buscando el marido para hablar conmigo. Cuando supe que era casada le dije que viniera sólo si estaba enferma".

"Casada, pero no muerta", le contestó.

Actualmente el cabro cursa último semestre de Traducción Bilingüe, se maneja en inglés, habla un poco de portugués, ha estudiado griego, latín y hebreo. Y hasta saber "coa" lo salvó cuando unos flaites lo querían alivianar. Un ejemplo.

Víctor García J.

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