"Mi hijo estaba preso por algún robo... para financiarse su vicio de la pasta base", dijo Eduardo González, padre de José Francisco González Bustamante, de 24 años, quien murió en el incendio de la Cárcel de San Miguel.

Don Lalo tenía escaso contacto con su hijo, quien tenía una condena por robo en lugar habitado, dos por violación de morada y una por daños.

Era tanta la ausencia de comunicación, que sólo tres días antes del incendio, su familia supo que estaba en el recinto penal, a través de una nota que llegó a la mamá de José: "Mami, te quiero mucho".

"Supimos por las noticias lo del incendio, yo venía llegando de la pega y en la tele salía lo que había pasado...  fuimos altiro a buscar noticias de mi hijo", comentó al diario pop.

DESCONOCIDO

"La pasta base me quitó a mi hijo", dijo don Eduardo con profundo dolor mientras esperaba a todo sol que le entregaran el cuerpo de su retoño en el Servicio Médico Legal.

"A los diez u once años se metió en el vicio y de ahí que yo lo perdí... nos alejamos por culpa de la droga. Era frecuente que se perdiera de la casa, que no supiéramos donde andaba... todo por la pasta base".

Luego de saber que estaba preso, la familia tenía pensado ir a verlo dentro de estos días, pues el desafortunado cumpliría 24 años el próximo sábado.

"Ahora tenemos que esperar acá no más, hasta que nos entreguen el cuerpo... y  después de eso tenemos que hacerle unos funerales dignos", suspiró González.

Pese a la tristeza, igual don Lalo aprovechó de lanzar un palo contra las autoridades.

"Este tipo de tragedias lleva ocurriendo hace años,  siempre pasan y prometen cambios, pero nunca se producen esos cambios... al final, esto va a pasar y luego van a seguir muriendo por las mismas cuestiones", alegó.

CARLONCHO PASÓ POR EL INFIERNO POR CULPA DE UNA HECHIZA

Entre los gritos infructuosos que llamaban al "Colorín" y al "Guatón Toño" desde los estacionamientos de la cana de San Miguel, la familia de Carlos Marcel Vilches Abarca lloraba con cuática tras la confirmación de la muerte del "Caco".

La condena de Carlos era de 18 meses, por un porte ilegal de armas de fuego. "Le quedaban tres meses para estar afuera y lo metieron con puros pollos", comenta el sobrino de Carlos, Felipe Espinoza, que no podía creer el drama que está viviendo producto de la muerte de su tío regalón. Según parló con el diario pop, estaba cometiendo una pena que no se merecía en una celda con puros cabros buenos pa'l combo.

"Lo metieron preso porque lo pillaron con una escopeta hechiza que no era suya", lo defendió el cabro chico.

Pero tenía atados de antes y por eso fue a parar a San Maikel. Vilches fue acusado por su ex de haber disparado unos tunazos, por lo que estaba fichado cuando lo pillaron con el arma. Claro que en la familia defienden al broca.

El reo pasó cinco años de su vida en Europa. Durante ese tiempo dejó a la minoca cuidando la casa, pero aseguran que ella se dedicó a salir con cuanto macho pasaba por delante. Al llegar, Carlitos cachó que la flaca no le mostró ni las uñitas de los pies, por lo que terrible de envenado habría pegado un tiro que pasó cerquita de uno de los patas negras.

"La mina quedó enojada con el Caco después de eso, por eso llegó y lo sapeó con los pacos de pura picada, porque la mina nunca lo pescó y se metía con un montón de locos", cuenta su sobrino.

"No cacho por qué nos pasa esto a nosotros, él estaba tranquilo y quería puro salir para estar mejor, pero lo metieron en una celda con puros feos que salían a la calle y hacían lo que querían", remata Felipe, que aún no cree lo que le pasó a la familia.

"TUVE QUE ROCIARME CON BENCINA PA' QUE PESCARAN"

Ramón Moncado pasó 7 primaveras en la cana y ahora espera a su primo Elías Acevedo afuera para saber si está vivo o no. Sin embargo, es uno de los que más despotrica contra las condiciones de la cana por el estado en que están las celdas.

"Nos pegaban todo el día y nos daban las sobras de las comidas de los gendarmes. Nos sacaban la cresta tupido y parejo", comentó Moncado en el tumulto de personas que esperaban fuera de la cárcel.

Además, remata que quedó súper quemado con el lugar cuando llegó la hora de quedar libreta. Según cuenta, "se demoraron 18 días en darme la libertad porque el loco que hacía los papeles me puso al final de los expedientes. Me tuve que rociar con bencina en todo el cuerpo y abrazar a un asistente social para que recién me pescaran".