Con gas tóxico, chorros del carro lanza aguas y piedras lanzadas por encapuchados han debido convivir casi a diario, desde el pasado 18 de octubre, los residentes del edificio N°8 ubicado en Ramón Corvalán a pasos de la Alameda, y Plaza Baquedano.

Y es que su fachada evidencia las huellas que ha dejado la crisis social en la llamada Zona Cero: ventanas rotas, rayados y pancartas colgadas por los mismos habitantes con mensajes que parecen pedir compasión por los adultos mayores que viven ahí.

El conserje del condominio, José Olea, comentó a La Cuarta que los primeros dos meses fueron complicados, dada la ubicación del edificio: "Las bombas lacrimógenas se sentían tan fuertes que teníamos que salir hacia la parte de atrás del edificio. No se podía respirar en la recepción".

El frontis se convirtió en una especie de refugio para los manifestantes, que se esconden en la entrada escapando de carabineros, según cuentan los vecinos. Además, señalan que la presión del agua del guanaco ha hecho estallar varios vidrios.

Olea explica que en diciembre, incluso recibió dos balines ejerciendo sus labores en la edificación.

Residentes del edificio

Pero no solo él ha sido afectado, ya que los residentes también han pagado las consecuencias.

Tamara vive hace un año en el edificio, dice estar acostumbrada al gas lacrimógeno y comenta que las barricadas son pan de cada día. Por su parte, otra residente, que prefirió mantener su identidad en secreto, y que vive hace seis años en el edificio, asegura que dejó de ir a trabajar por un mes y medio, ya que no podía entrar en las noches al edificio debido a los disturbios que se producían en el sector luego de cada marcha. "Ha sido terrible todo esto. Hasta el día de hoy no se puede vivir tranquilo", aseguró la residente.