''El Askeroso'' lo deja pochito con un transexual

Rubén Soto entró a estudiar sicopedagogía al Instituto Los Leones y sólo alcanzó a hacer la práctica. Descubrió que carecía de vocación porque no le gustó tratar con niños. “Quedé chato”, recordó.
Luego, trabajó cuatro años en una gran ferretería vendiendo pintura hasta que lo echaron, y con la plata del finiquito se instaló con un kiosco en avenida La Paz, justo a la entrada de emergencia del Hospital Clínico de la U. de Chile.
Su gusto por el humor negro lo motivó a bautizar el negocio como El Askeroso, “pero no hay problema porque mis clientes saben que está todo limpio y ordenado”, explicó.
“Estuve un año dando jugo porque no sabía administrar el negocio, vendía dulces, confites que dejan una cagá de ganancia porque el margen es muy chico”. Igual resistió a cerrar, le agarró el gusto a trabajar sin un jefe encima, y dos años debieron pasar para que el 2009 decidiera dar un giro hacia los sánguches “que permiten jugar con los márgenes de ganancia”, argumentó.
“Nunca pensé tirar la esponja, para mí el negocio es la proyección de mi casa, atiendo a los doctores y a los que hacen el aseo por igual”, dijo.
La picada se distingue por la ambientación. Rubén la adornó con calaveras, esqueletos, miembros desmembrados, un cuadro de Nosferatu, zapatillas transformadas en maceteros y un espejo que dice: “No se te olvide quién eres”.
La mayor característica de El Askeroso es el nombre de sus sánguches elaborados con pan de completo. Uno que le lleva carne por arriba y vienesa por abajo (más tomate, palta y mayo) se llama transexual y lo probamos para hablar con conocimiento sobre su buen sabor. El transexual gigante con una vienesa de 40 centímetros vale $2.500, y por el chico le piden $1.500.
Al comerse un Coronario le puede dar un ataque: le lleva queso, tocino y huevo. Mientras que una Trombosis tiene carne salteada con carne barbacoa, queso derretido y tocino.
Rubén contó que la mitad de sus clientes son estudiantes de las carreras del área de la salud del sector, el 40% lo representa trabajadores de por ahí y el resto son pacientes.
El sueño del sanguchero es abrir en un lugar cercano una fuente de soda para poder vender copete y así conservar a su querida clientela.
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