El Barros Luco tiene más historias que Doctor House

El Hospital Barros Luco-Trudeau cumplió 100 años y sus funcionarios lo van a celebrar con tutti. Por sus 27 hectáreas de San Joaquín han pasado grandes profesionales de Chile y mucha, mucha historia.
Luis Leiva llegó el '78, cuando iba en tercero de Medicina. Ingresó al servicio de urgencia, de ahí fue alumno interno, becado de cirugía, cirujano, jefe de pabellón, subdirector y desde 2009 es el director.
El doctor ingresó al hospital porque le quedaba más cerca de la casa, pero se encariñó. "En algún momento intenté trabajar en clínicas, pero no me gustó el tipo de contacto con la gente", explicó.
En cien años más se lo imagina diferente porque es muy extendido. "Me gustaría un hospital que fuera más bien una torre de 4, 5 pisos, más funcional".
Para Leiva lo más gratificante es "cuando llega un paciente grave y uno lo ve que se va caminando y dando las gracias. Esa es la mayor recompensa".
La primera anécdota que se le viene a la cabeza la protagonizó un paciente custodiado por la policía que intentó fugarse. "Lo vinieron a rescatar y cuando arrancaba quedó en una reja ensartado desde las partes más intimas para arriba, no murió y lo tuvimos que operar de nuevo, pero sin anestesia", bromeó.
Aún mejor es la talla que recuerda el ginecólogo Ernesto Perucca, con 31 años en el hospital. "Fue para el 85. Un becado dominicano nunca había vivido un terremoto y cuando empezó a temblar salió disparado, y se fue a la cancha y lo vimos saltando. Saltaba de un lado a otro y le preguntamos ¿por qué saltas? Nos dijo que era para que cuando se abriera la tierra lo pillara arriba".
El único lugar donde ha trabajado Hernán Jabre ha sido el Barros Luco. El técnico paramédico de Traumatología nunca ha llegado atrasado en 41 años y sólo le queda un par de meses para jubilar. Lo hará feliz porque "ya cumplí mi tarea, estoy muy satisfecho, di mucho de mí hacia los profesionales y a los pacientes porque yo los trato muy bien".
El golpe de Estado lo pilló en el hospital. "Fue muy fuerte, llamé por teléfono a una vecina para que avisara a mi casa que no podía llegar. Aquí se amanecía operando a los pacientes que llegaban baleados, en algunos casos se podía lograr recuperarlos y en otros, no. Me tuve que quedar tres días; martes, miércoles y jueves, cuando a las 12 y media se levantó el toque de queda y ahí nos dieron la salida".
- ¿Cómo llegaban los heridos?
- Las heridas eran muy feas, de bala, un hoyito así de chico de entrada, pero una salida grande.
Hay una enfermera clínica del servicio de cirugía que está a punto de cumplir 38 años en el Barros Luco. Se llama Dolores Chamorro y su pega le gustó desde el principio, "sobre todo la relación con el paciente, su familia, la retroalimentación del afecto y el reconocimiento de ellos del factor humano que uno pone en su trabajo. Que se den cuenta que somos servidores público y no nos endurecemos de estar frente al dolor".
Dolores llegó a los 22 años y se enamoró del lugar, "al principio me habré enamorado de uno o dos internos buenos mozos, pero uno se empieza a enamorar de su lugar de trabajo y ya no se puede ir aunque le ofrezcan las mejores posibilidades en la Clínica Las Condes, con uniforme, mejor casino, con un entorno adecuado".
Para ella los momentos más entrañables tienen relación con tragedias donde los funcionarios han sacado lo mejor de sí. "Recuerdo algunos incendios, terremotos, las emergencias y las catástrofes hicieron sobresalir a las personas cuidando la casa y rescatando a los pacientes sin daño".
La enfermera es soltera, pero hasta por ahí nomás, porque "me casé con el hospital y con mi profesión que la disfruto mucho".
DE LAS MONJITAS A LA TECNOLOGÍA DE PUNTA
A fines del siglo XIX, un grupo de médicos, ante las precarias condiciones sanitarias del país, se puso las pilas para conseguir plata y levantar un hospital en la zona sur de Santiago.
En 1908 una señora donó una chacra conocida como La Cuadra, en el sector El Llano-Subercaseaux, y ahí se construyó un gran hospital con 796 camas.
Estos días en la Gran Avenida celebran el centenario de la instalación de la primera piedra del recinto que primero fue bautizado como Hospital General Mixto, que en 1919 recibió su nombre definitivo. porque al fallecer el ex Presidente Ramón Barros Luco le dejó al recinto 300 mil pesos, una fortuna de la época.
Como si eso fuera poco, la viuda del mandatario con nombre de sánguche se rajó con otras 400 lucas.
La condición que puso la señora fue la implementación de espacios religiosos como una capilla y un claustro que era habitado por las monjas de la congregación Siervas del Espíritu Santo, quienes junto con alabar a El Pulento se desloman cuidando enfermos.
En la actualidad el Barros Luco ofrece atención a un millón 200 mil personas y, según su director, Luis Leiva, no tiene nada que envidiarle a las clínicas pirulas porque cuenta con el equipamiento más moderno de Chile.
En los últimos años ha atendido a pacientes emblemáticos como a la mujer metralleta (Marcela Rodríguez Valdivieso), quien quedó parapléjica en un enfrentamiento.
En pabellones del hospital le salvaron la vida a Gladys Valck, una joven que el año 2002 resultó herida por una pedrada cuando transitaba en su vehículo por la Panamericana Sur.
También recuerdan con mucho cariño a Kevin Silva, el niño que perdió sus piernas por culpa de un curado que lo atropelló el pasado mes de abril, cuando la víctima iba a participar de un maratón.
"Llegó prácticamente muerto, se hizo un buen manejo y salió sin secuelas, salvo el daño en sus extremidades", recordó el director del hospital.
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