El "Tío Walo" cayó en el vicio, pero sus seres queridos lo ayudaron a levantarse
Vivir la vida como si fuera un eterno carnaval no siempre significa que las cosas marchen a la pinta. A veces la jarana destruye a quien toma un rumbo licencioso y también a los que ama.
Eso le tocó vivir a Rodolfo Arancibia Miranda, que pasó de ser un fiel seguidor de "La Vida Loca" del cantante Ricky Martin a pegarse la cachada y las puñaladas de que se estaba condoreando medio a medio.
CON TUTTI
El "Tío Walo", como lo conocen sus amistades, lleva 20 añitos manejando taxis y coletivos para sobrevivir en la selva de cemento.
"En este rubro se conocen muchas cosas y los que recién empiezan tienen que tenerlo claro", dice Rodolfo, que ya viene de vuelta en lo que al inframundo se refiere. "A mí nadie me va a venir con cuentos de cómo son las cosas en la calle", señala con tono de cátedra.
Los dramas del "Walo" partieron cuando se metió en la volada de las malas juntas y los malditos vicios, "que me cambiaron el carácter e hicieron que me farreara la plata".
De pasarlo chancho a pasarlo como la mona hay un paso, dicen los filósofos del carrete, y eso le sucedió al titán, que vio cómo su hogar se derrumbaba como un castillo de naipes.
"Uno se va degradando tanto que empieza a hacerles daño a sus seres queridos", sapeó.
Y su círculo familiar más cercano no era el único. "Mi amigo René, que es como mi hermano, me decía lo mismo que mi señora y mi hijo", pero no lo pescaba ni en bajada.
AL INFIERNO
A tanto llegó la cosa, que su amada esposa se choreó con su actitud y le pidió que cambiara, pero fuera del hogar común que tienen en Puente Alto.
"Eso fue como chocar con un poste a 100 por hora", afirma Rodolfo, que se escurrió de lo mal que estaba y se chantó de una.
Para el nene, "es súper difícil salir cuando tocaste fondo, pero por amor se hace el esfuerzo", asegura convencido de su nueva vida.
Todos sus amigotes de jarana desaparecieron, "sólo me quedó el cariño de mi hermana, mi familia y del René", que le prestan el ropero en el duro trance de la rehabilitación.
Aunque hace más de seis meses que se viró de su hogar y vive con su hermana, para Rodolfo "el saber que mi mujer aún me ama me da fuerzas".
Además, la imagen de su cabro de 20 años es su máximo orgullo: "Es un muy buen hijo y vio por todo lo que pasé".
Pero como el "Walo" es de verdura, quiere hacer las cosas a lo vivo. Por eso va piano piano tratando de "reconquistar a mi señora y volver a ser el hombre del que se enamoró". Y hasta va al sicólogo para "afirmarme en esta nueva vida que quiero llevar".
Por todo esto les manda un consejo a los jóvenes del rubro. "Acá se conoce la maldad, pero lo importante es conservar el cariño de la familia", dice con sabiduría.
Alfredo Jacques A.
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