A bordo de su toco perteneciente a la agrupación Radiotaxis Urbano, Segundo Huaramán, un "alemán de pluma parada de Nueva Imperial", como él mismo se autodefine, cumplió 18 años vacilando y poniéndole el hombro frente al volante.

A sus 52 inviernos, don Segu se declara un amante de su pega. "Me fascina manejar y cada día salgo de la casa cagado de la risa a la calle", dice el abnegado trabajador.

ROMANÉ

Las tallas y anécdotas del titán se multiplican al conducir su Nissan V-16 por las arterias de la selva de cemento capitalina.

¿La mejor de todas? "Una vez se subió una gitanilla y me preguntó cómo me había ido. Yo le conté que maoma, nomás. Me consultó cuánta plata llevaba encima y ahí me entré a urgir, pero igual le pasé tres lucas para que, según ella, me diera la suerte", recuerda.

Acto seguido, la zíngara tomó los morlacos, les echó un líquido y los arrugó: "Ahí dije ¡chuta, mi plata!, pero ya era demasiado tarde, pues los billetes se habían deshecho con el agua".

Finalmente al clon de la Yovanka se la llevó Santa Sara por las calles de la ciudad y nuestro héroe Huaramán se quedó mirando al sudeste: "Después me percaté de que en el suelo había puros papeles de diario arrugados. O sea, la gitana me cagó con la plata", dice riendo.

A LO HUAIQUI

Pero no sólo le ha tocado bailar con la feúcha a don Segu, pues un buen día, por dárselas de "Huaiquimán", atinó con una buena carrera. "Una señora subió al taxi y me dijo si le podía hacer un servicio, que iba a pagar todo", cuenta el jefe: "La idea era pillar a su esposo profesor chanchito con una alumna, y para pasar piola se fondeó en el asiento trasero... hasta que salió el perla con la cabra...".

"El cincuentón agarró a besos a la lola y la señora me pidió que la llevara a su hogar. Al final me gané 10 lucas fáciles y me fui feliz. Al frescolín lo iban a esperar con las maletas listas en la puerta de su casa, jajajá", remata el cuento.

Alfredo Jacques A.