¡Hasta siempre, viejito bueno, viejo lolero!
Hirohito se fue vestido de fiesta. En la madrugada de ayer, su nuera cachó que la función del viejito lolero llegaba a su fin, lo afeitó con cariño y preparó su traje para el viaje al más allá.
Poco antes de morir, a los 86 años, Eugenio León Hernández invocó a su mamá que lo esperaba en el otro mundo y llamó a su hijo que estaba trabajando. A las 6.45, el alma del cantaautor pícaro más grande de nuestra historia abandonó su pequeño y carreteado cuerpo, que luego fue velado en su casa de Quinta Normal.
Se fue tranquilo, feliz, porque su legado fue reconocido en vida por la Sociedad de Derecho de Autor, en la tele, las radios, el diario pop y en las fiestas kitsh, donde fue el número estelar y regalón de los pokemones.
Se nos fue Hirohito, el autor de temas inmortales como "Viejito Lolero", "Me Ando Meando", "La Vieja Juliá" y "Supo Tito". Su carrera de cantante comenzó hace casi 60 años en una fiesta aburrida, cuando dijo "el que no baila es cola". Todos salieron a la pista para no quedar estigmatizados y desde ahí no dejó de componer.
La compañera de toda su vida fue Felicia Parra, una mujer como las que ya no se fabrican, que aguantó al bohemio músico que trabajaba de noche y dormía de día. El tallero tata decía que era tan bueno para el copete, que no se acordaba cuando se había casado porque estaba curado.
Su hijo Eugenio asimiló su muerte con paz y resignación. Contó que Hirohito pasó los últimos meses entre su casa y el Hospital Félix Bulnes, que dejó por última vez el 8 de este mes. Nunca perdió la lucidez y el sábado cantó por última vez con un amigo de su club de ancianos. Sus familiares dicen que sacó unas baquetas, un pandero, se mojó el dedo y le puso güeno.
El domingo tuvo una recaída y murió de una neumonía fulminante. Con el dolor de su alma, sus parientes dijeron que fue lo mejor, porque estaba sufriendo mucho. Ya no caminaba y cuando lo hacía era con la ayuda de un burrito de aluminio con ruedas. Había sufrido una trombosis que lo dejó medio ciego e inmovilizado.
En su última entrevista, Hirohito nos dijo que "el cariño de la gente me hace llorar", y que "cuando canto, me olvido que estoy enfermo".
Con humor se puso los disfraces que le llevamos para salir en la foto y, consciente de su frágil salud, confesó que en su lápida le gustaría que dijera: "Aquí yace un viejo lolero, un viejo cachero". ¡Ídolo!
MI ENTREVISTADO REGALÓN SE FUE AL RITMO DE LA TUTULA
La carrera de Hirohito tuvo un segundo aire en 2000, cuando Leo Caprile lo invitaba a su programa "Casi en Serio". Tiempo después dejó de salir en los medios, hasta que lo entrevisté para el The Clinic y me contó sobre sus orígenes vendiendo zapatos.
Comenzaron a llamarlo de fiestas kitsh y le hice notas para Las Últimas Noticias. Más tarde lo entrevisté para La Cuarta. La última fue en noviembre, para los 25 años del diario. Ahí el tata se despidió de su público porque sabía que le quedaba poca cuerda. Todos los años lo llamábamos para saber cómo había pasado agosto. Decía que su secreto era una copita de vino. Gracias por todo, querido amigo.
Sebastián Foncea
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