Crónica

La cara chilena de los efectos de la radiación

El 14 de diciembre de 2005 es una fecha que Francisco Rojas Núñez (28) jamás olvidará. Ese día estaba trabajando en la planta de celulosa Celco Nueva Aldea cuando hubo un accidente radiactivo que lo dejó con secuelas para el resto de su vida.

Con 23 años aceptó laburar como ayudante de operador en dicha empresa y la mala pata quiso que estuviera justo donde cayó una cápsula de iridio, provocando el escape nuclear.

"Tuve la mala suerte que me tocó vivir eso a mí. Recién al otro día me enteré de lo que había pasado, gracias a un compañero que se acercó a contarnos", relató el hombre.

Pero eso no es nada: Una semana después comenzó su real calvario, ya que le salieron ampollas en sus pies y comenzó a sentir su cuerpo como si tuviera gripe.

"Fui al doctor, pero no me hicieron exámenes a cabalidad. Me acuerdo que un médico me dijo que con una pastilla que me dio se me iban a pasar todos los síntomas de la radiación y yo, como era ignorante, le creí", reveló Francisco.

Desde ahí, sus problemas sólo aumentaron, pues ahora debe andar para todos lados en silla de ruedas, debido a que le diagnosticaron necrosis en su pie derecho.

"No puedo salir de la casa, sólo voy a la Mutual de Seguridad, porque de repente siento dolor. Esto es terrible; yo incluso estuve con tratamiento sicológico, porque me dijeron que me iban a amputar el pie", aseguró el joven, quien deberá viajar a Francia para seguir el tratamiento.

Hasta el día de hoy, el hombre se arrepiente de haber ido a buscar pega a la celulosa, porque desde entonces ni él ni su familia están tranquilos.

"De saber que manejaban material radiactivo nunca hubiera aceptado ese trabajo. Uno nunca está tranquilo, imagínese que mis nietos pueden salir deformes", afirmó preocupado.

Francisco reconoce que las imágenes del desastre nuclear que afecta actualmente a la planta en Fukushima lo hicieron revivir de nuevo su tragedia: "Me hizo recordar lo que pasó, siento un poco lo que pueden sentir las personas que podrían tener el problema de radiactividad. Esto queda para toda la vida, no se pasa de la noche a la mañana, está siempre contigo".

Sobre por qué hay tanta preocupación mundial por un posible escape nuclear, Francisco tiene la respuesta: "Es imposible darnos cuenta que uno está infectado. La radiación no se siente, no se ve, no tienes cómo saberlo y por eso es tan peligroso si llegara a haber una explosión".

Rojas no deja de pensar en que todo lo que ocurre con la planta en Japón pudo ser evitado, sobre todo sabiendo el historial de sismos que hay en ese país.

"Es una desgracia. No deberían haber permitido poner energía atómica, aunque nosotros estaríamos cometiendo el mismo error si permitimos una en Chile", dijo.

Pero tranqui, que si ya anda con julepe pensando que el viento traerá contaminantes tóxicos, el doctor Pablo Jiménez, consultor en radiología de la Organización Panamericana de la Salud, confidenció que "en caso que un escape radiactivo afecte el océano Pacífico es muy poco probable que la radiación pueda llegar a las costas de Chile. De ser el caso, la cantidad sería tan baja que no afectaría las especies".

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