"Lo único malo es que ahora todos me dicen el Mala Yerba"

El terremoto no tuvo compasión con los que dormían en Peralillo, Sexta Región. En menos de dos minutos se vinieron abajo 163 casas de adobe y ocho personas perdieron la vida.
Pero no todo es tragedia. Eduardo Valenzuela Valdés (49) está agradecido de la vida, pese a que sólo se quedó con los calzoncillos que llevaba puestos.
¿La razón? Es uno de los pocos que quedó bajo los escombros y vivió para contarlo.
MILAGRO
Eran las 3.30 horas del sábado y Eduardo dormía plácidamente cuando toda su casa comenzó a vibrar.
"Esta casa tiene más de 150 años y había resistido sin problemas varios terremotos", recuerda.
Cuando el movimiento agarró fuerza, su madre de 72 años alcanzó a salir de la vivienda, pero Lalo no tuvo tiempo de reaccionar. El techo y los murallones cayeron sobre su cama. Sólo atinó a abrazarse del catre antes de quedar atrapado entre los escombros.
"Pensé que me moría. Gritaba por ayuda y lo único que escuchaba eran gritos y sirenas de emergencia. Encima mío tenía palos, tejas y barro. Le pedí a Dios que me ayudara", relató.
Lalo estuvo más de 3 horas y media atrapado. No sabía que sus amigos comenzaban a escarbar entre el adobe para rescatar los más de 100 kilos de su humanidad.
"Lo primero que vimos fueron sus manos. Tratamos de tirar, pero no pudimos, porque es muy robusto", relató uno de los rescatistas.
Con la ayuda de carabineros, bomberos y vecinos, volvió a ver la luz. Lo primero que hizo fue lanzar un garabato al aire para celebrar el triunfo de la vida.
Una hora después, Eduardo recibía el diagnóstico médico: Sólo magulladuras.
Un amigo le pasó un overol y zapatillas. Y ahora está feliz.
- ¿Qué piensa hacer ahora?
- No sé. Perdí todo lo que tenía, pero lo importante es la vida, porque todo lo demás se recupera. Lo único malo es que ahora todos me dicen el "Gato" o el "Mala yerba". Ojalá se les olvide luego.
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