Sonriente, pero desconfiado. Luis Araya Galaz (40) se asoma por la puerta que da al salón multiuso de la Cárcel de Alta Seguridad de Santiago y saluda alegremente al personal de Gendarmería, para luego dirigirse a nuestro fotógrafo y preguntarle: “¿usted es el periodistax?x”.

Ariel, el fotógrafo, tiene 58 años, barba abundante y una expresión seria que a lo largo de su carrera le ha valido el apodo de “Perro”. Probablemente sea esa la característica que hizo suponer a Galaz que él sería el encargado de las preguntas, pero no, el encargado de las preguntas soy yo y apenas lo nota se da vuelta y me saluda afectuosamente.

El único condenado por el crimen y secuestro de María Soledad Lapostol parece tenerlo todo fríamente calculado, menos el sudor. A lo largo de la entrevista, la camisa rosada a rayas que luce deja ver claras muestras de nerviosismo, pero no así su versión de los hechos ocurridos el 21 de diciembre de 2007, cuando la ejecutiva del banco Penta apareció en la parte trasera de su automóvil con cuatro disparos en la cabeza. Los mismos hechos que hoy lo mantienen encerrado en el recinto de Alta Seguridad y por los que sigue alegando inocencia.

-¿Cómo va la vida en la cárcelx?x Lleva casi 8 años cumpliendo condena por el crimen...

- La vida en la cárcel es como estar en un paradero de micros. Sabes que la tuya va a pasar en algún momento,  pero ahí estás, esperando que eso ocurra.

-La suya igual viene lejos. Le quedan 12 años para recién apelar a algún tipo de beneficio...

- Así es, aunque yo igual tengo la esperanza de que la mía pase antes. Que pueda ser escuchado y que se revisen las irregularidades de mi caso.

-¿Cuáles seríanx?x

- Hay dos informes de ADN distintos que manipularon para dar conmigo; tampoco hubo robo, ya que yo jamás usé su tarjeta en un motel, como se dijo.

- Pero en una de sus declaraciones dijo que sí habían pasado a un motel para que ella comiera algo.

-Es que mi primera declaración no cuenta. Yo usé lo que sabía para darle a los policías lo que querían y que así soltaran a mi pareja, que estaba detenida injustamente.

- Y su detención, ¿fue justax?x

- Yo sabía que me andaban buscando pero nunca traté de esconderme. Hasta llamé al fiscal en su momento pero no creyó que era yo.

- ¿Qué ocurrió el 20 de diciembre de 2007x?x

-Yo me junté con la señora Soledad en el banco Penta para ver un Mitsubishi Montero que ella vendía.

-¿Cómo llegó a ellax?x

-Un ex amigo que tuve en la cárcel sabía que andaba buscando un 4x4 y me dijo que a él le iban a pagar con uno. Que tenía que puro ir a verlo y que si me gustaba me lo dejaba y arreglábamos.

-¿Por qué un “ex” amigox?x

-Porque esa persona fue la que me involucró en el caso.

-¿Sigue manteniendo que todo fue un montajex?x

-Ese auto estuvo 1 año y medio botado en una compra-venta de Quilpué. Lo llevaron al banco sólo para que yo fuera y quedara registrado en las cámaras. Ahí parte todo...

-¿Todo por parte de quién...x?x

-De Alfredo León (marido de Lapostol). Ella tenía ocho seguros de vida. Ellos no estaban bien, iba al sicólogo, y su casa, que está en un lugar exclusivo, tenía millones y millones en deudas.

-¿Cómo obtiene esa informaciónx?x

-A través del juicio. En las declaraciones...

-¿Qué le gustaría que pasarax?x

-Mi único anhelo es que un perito tome los informes de ADN y los compare. Basta con que señale que hay diferencias para que yo salga libre.

-¿Participó en el secuestro y homicidio de María Soledad Lapostolx?x

-Yo no participé del homicidio. No maté a María Soledad Lapostol.

-¿Del secuestro síx?x

-Tampoco. Yo me enteré por las noticias de lo que había pasado después que nos separamos.

- Es inocente entonces...

-Nunca nadie es inocente del todo. Tal vez estoy pagando por los otros delitos que cometí. ¿Pero te digo algox?x Sería mucho más tranquilizador estar aquí por algo que realmente hice. Este proceso, esta espera ha sido muy desgastante.

El caso que paralizó al país

La mañana del 21 de diciembre de 2007 el país se paralizó ante el hallazgo de una mujer al interior de un portamaletas con cuatro impactos de bala en la cabeza.

El cuerpo correspondía a María Soledad Lapostol (55), una ejecutiva bancaria del banco Penta, cuya familia había interpuesto una denuncia por presunta desgracia durante la noche anterior.

El ensañamiento de él o los asesinos y la ausencia de un autor confeso, acaparó la atención de los medios y convirtió al denominado “Caso Lapostol” en uno de los más enigmáticos de los últimos ocho años.

Con el paso de los días, comenzaron a aparecer una serie de pistas con respecto a los autores, así como detalles de lo que fue el escabroso crimen. Veintidós días más tarde, la policía detuvo a Luis Araya Galaz, quien hasta ahora es el único condenado por el homicidio.

Tras ser detenido, el sujeto se mandó una serie de declaraciones en que aseguraba, incluso, haber sido poseído por el demonio a la hora de cometer el asesinato. Días más tarde, aseguraría que él jamás participó de la muerte de la ejecutiva y que los culpables serían otros dos delincuentes no identificados.

Tras ser llevado a juicio casi un año después de su detención, Luis Araya fue condenado a presidio perpetuo simple y encontrado culpable del cargo de robo con homicidio. Pese a ello, la fiscalía jamás logró probar que él haya apretado el gatillo y en las pruebas de ADN se delató la presunta participación de otra persona, además del único imputado.

La familia de Soledad Lapostol, en tanto, se fue mascullando la rabia ya que esperaba presidio perpetuo calificado.

Indignado con la sociedad

Una estafa y un quiebre económico convirtieron a Luis Araya Galaz en un delincuente. Según nos contó, tenía apenas 21 años cuando fue víctima de una estafa que lo dejó acogotado e  indignado con la sociedad. En ese momento, su vida de hombre casado y trabajador se fue a las pailas.

“Estudiaba auditoría y trabajaba como asistente. Tenía mi familia y mis cosas, pero fui estafado por un colectivero. Tenía que pagar arriendo, auto, comida, y no tenía con qué”, explicó.

Tras definirse como “un delincuente atípico”, Araya Galaz explicó que su quiebre con la sociedad lo llevó a perpetrar ene choreos con intimidación en perjuicio de personas con plata. De esa forma, mantuvo a su familia y pagó sus deudas.

“Siempre escogía a mis víctimas y me preocupaba que mi robo no les causara un gran mal. Tenía gastos de hombre de familia, nunca me di lujos ni caí en ningún vicio. Siempre fui distinto”, cerró.