Madre e hija le sacan punta al indio pícaro
En la localidad de Catripulli, Región de la Araucanía, dos esforzadas mujeres sudan la gota gorda para dar vida al califa más grande de Chilito, el dientudo y de tres piernas, indio pícaro.
Cada mañana y desde bien tempranito, Nelly Goeppinger (madre) y Lorena Ulloa (hija) se instalan en un pequeño taller ubicado en medio de su patio. Allí, provistas de cuchillos, limas y una tendalá de artilugios, se preparan para dar cuerpo, alma y pirulín al insigne personaje chilensis.
Todo partió gracias al marido de Nelly, Mario Ulloa, quien tras cachar que el "trípode" podía ser grito y plata, no dudó en ponerse a tallar e industrializar el negocio.
Así fue como pasaron de los pájaros (de madera, no piense mal) a los pícaros.
"Mi esposo era muy picarón para conversar, le gustaba hablar en doble sentido. De ahí partió la idea. Decía 'la cara puede estar fea, pero que se le pare el coso'", recordó Nelly.
Viuda
Treinta y dos veranos después, y luego del fallecimiento de su pierna peluda, doña Goeppinger continúa en el negocio familiar, esta vez, ayudada por su hija Lorena y su esposo. Es este último quien se encarga de darle forma a los "niños de madera", que van desde los 3 a los 6,5 centímetros de largo.
Su golosa hija Lorena nos soltó con una sonrisa de oreja a oreja "yo también estoy aprendiendo a tallar". ¡Èjalé!
Pero no piense que crear un indio pícaro es tarea fácil, pues nos contaron que "el trabajo es largo". Desde elegir la madera, pasando por tallar, lijar y pintar, un pedido de 100 mini califas puede tomar hasta ¡una semana!
Y si usted creyó que estas sureñas sólo se andan con chicos, déjenos contarle que también le hacen a "la niña". Nelly y Lore también han incursionado con la india pícara, aunque en menor magnitud.
Pícara
El 20% de figuras que les piden corresponden a féminas, aunque a Lorena no le tincan mucho. "A mí no me gusta, porque soy mujer. Eso de pegar las lanas (en la parte íntima) como que no... El indio pícaro me parece más divertido", confesó.
Su mami, por su litro, no está ni ahí y trabaja las dos figuras por igual. "A mi no me da risa ni verguenza, es un trabajo como cualquier otro", soltó chora esta aguerrida artesana.
Afortunadamente, tanto esfuerzo le trajo recomensa a las Ulloa Goeppinger. "Gracias a este trabajo, con mi esposo logramos hacer la casa y educar a dos hijos profesionales. Todo gracias al indio pícaro", remachó la matriarca.
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