El Slackline nació en Estados Unidos hace 35 años, cuando un grupo de montañistas se puso a echar la talla con las cuerdas que usaban para subir cerros.

El deporte poco convencional les pareció tan divertido que se masificó tanto que hace 9 años llegó a Chile.

El brillo tiene dos categorías. En una las personas se dedican a hacer acrobacias sobre una cinta de poliéster cuyo grosor es de cinco centímetros, mientras que en la otra modalidad los deportistas deben cruzar grandes distancias a gran altura en una cinta de 2,5 centímetros de ancho.

A la última categoría corresponde la hazaña que el mejor exponente de Chile realizó al cruzar el río Mapocho frente a la Clínica Santa María ante la incrédula mirada de los transeúntes que temían que Carlos Zúñiga cayera al caudal y fuera devorado por una "manada" de guarenes hambrientos.

El caperuzo cruzó como si caminara por el living de su casa el río sobre una cuerda de 50 metros y fue recibido por una ovación.

"La otra vez (el año pasado) lo intenté también y no pude porque teníamos miedo de que llegara Carabineros", recordó.

Pero no es el primer desafío de tanta magnitud que enfrenta Zúñiga, porque participó en dos mundiales de la especialidad y hace un par de años alcanzó a estar entre los tres mejores exponentes del mundo.

Bernardo Salvi también practica Slackline y contó que un equipo básico puede costar desde 50 lucas, mientras que el que utilizó nuestro campeón anda por las 300.

Según Bernardo, la gracia de la disciplina es que el equilibrio permite mejorar el rendimiento en todos los demás deportes y además mejora el trabajo en equipo.

En las próximas semanas se realizará un sudamericano de Slackline en Los Andes, al cual están invitados los amantes de la adrenalina que no se hagan pichí con las emociones fuertes.