Parece que ser un poco voyerista no es tan malo...

A mi lado, un hombre negro azuloso toma sol junto a su pareja, una mujer de rasgos latinos que sin ser la mejor, tiene el encanto de parecer una chica más bien normal. Él, en cambio, un tipo atractivo, grande y lleno de tatuajes.
Con ese look rabioso es que le ofrece a su chica encremarla con el bronceador. Ella, sin dudarlo un segundo, acepta encantada y le levanta una ceja toda coqueta.
Yo, detrás de mis lentes de sol, me escondo para mirarlos disimuladamente y excitarme con la sensualidad con la que ese hombre toca a esa mujer.
¡Es un maestro erótico! Le levanta una pierna, apoyando el pie sobre su hombro y masajeando con sus enormes manos desde las pantorrillas hasta la ingle sin cesar y en movimiento circular.
La toca con cariño, pero a la vez con fuerza. La sostiene. Le besa el pie, mientras sigue ayudando a absorber la crema que se derrite en tre sus manos ardientes.
Luego toma la otra pierna y repite el proceso ante la atenta y quieta mirada de su mujer. Ambos en silencio, se hablan con los ojos, que se queman al fijarse en el otro… Y yo a su lado, me derrito con esta película amatoria que tengo la suerte de ver en vivo y a escondidas. Y aunque tengo la sensación de ser un poco pervertida por no dejar de mirarlos, entiendo que ser voyerista parece no ser tan malo, pues en cosa de minutos terminé en la cama absolutamente excitada con mi pareja y pidiéndole que masajeara mis piernas como la afortunada latina de la piscina.
Si mirar tuvo tan buen resultado y, además me ayudó para encenderme con mayor rapidez, pues entonces bienvenido sea el voyerismo virtual o real. Total, en mirar no hay engaño…
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