¡Pingos se colaron en el escudo nacional!
Más de algún turista avispado debe haber quedado cachudo con la espigada figura del huemul que adorna el escudo nacional del Monumento a los Héroes de Iquique, en la Plaza Sotomayor de Pancho.¿ La razón? ¡No es el animal patrio!
El animal que custodia a los héroes caídos hace más de un siglo es en realidad un caballo. ¡Y no es el único!
Otros rocines sacan pechito en importantes sitios patrimoniales de este calcetín de tierra.
El mismo "problema" se repite en el escudo del salón interior del Teatro Municipal de Santiago y el carruaje presidencial que se usa hasta nuestros días.
Nuestro escudo nacional fue aprobado en 1834 bajo la presidencia de José Joaquín Prieto y su diseño quedó en manos del british Charles Wood.
El dibujo original señalaba que el emblema debía llevar un huemul, "el cuadrúpedo más raro y singular de nuestras sierras, que no hay noticia que habite otra región del globo" y el cóndor, "esta ave más fuerte, animosa y corpulenta que puebla nuestros aire", según versa la ley promulgada el 26 de junio de ese año.
Hasta ahí todo bien. El "pequeño detalle" es que por esos días no había Google, msn, ni celulíticos para cachar qué pinta tenía el huemul.
"Hay que considerar que en ese tiempo apenas se conocía el sur de Chile, donde vive este animal, por eso lo dibujaron como caballo, que era lo más parecido", señala Hans Fiebig, estudioso de la Corporación de Defensa de la Soberanía.
Para más remate, el caballo no es el único "impostor" en los escudos criollos. En algunas versiones hay guanacos, llamas ¡y hasta un león! en unos papeles del General Baquedano que están guardados en el Museo del Templo Votivo de Maipú.
Para enredar todavía más el entuerto, muchos escudos se mandaron a hacer en países europeos, donde obviamente no habían oído de nuestro huemul ni en pelea de canes. Por ejemplo, el escudo de bronce ubicado en la Plaza de Armas de Concepción fue hecho en Liverpool el año 1856.
DE COLECCIÓN
Pero los corceles no sólo están en los monumentos, también aparecieron en varias estampillas, monedas, medallas y billetes acuñados hasta 1900.
En esos objetos, que ahora son de colección, los potros estaban retratados hasta con la crin al viento. ¡Se pasaron! Una de esas monedas de orégano puede llegar a costar un millón de pesares.
Francisco Salinas, dueño del local Filatelia Clásica, cuenta que el caballo aparecía en todos los documentos oficiales de la época, incluso en una ocasión se mandó a diseñar a Inglaterra una carpeta diplomática para entregarla de regalo presidencial a otros mandatarios. Los toffees mandaron un trabajo de joyería, con un puro problema: el huemul se había transformado en unicornio. ¡Plop!
"Ya a partir del siglo XIX la gente empieza a conocer al huemul, que era un bicho escaso. Pero en los años anteriores ¡quién diablos había visto un huemul en su vida!", dice Salinas.
No son pocos los que preguntan ¿y por qué no lo arreglan? Pero la durazna es que los pingos, aparte de haber aperrado por muchos años, ya son parte del patrimonio.
"Hay que respetar la historia y seguro que hay muchos más errores, que ya son parte de lo nuestro", cierra Hans Fiebig.
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