Pusimos ojitos blancos con el lama Rimpoché

La leyenda dice que cuando murió Buda, hace 2.500 años, su enorme cuerpo fue cremado y la cenizas se transformaron en cristales preciosos, llamados reliquias.
Este mágico legado es el que trajo a Viña del Mar el lama Gangchen Rimpoché, que recorre el mundo con las gemas de Buda al apa, que trajo directo de Sri Lanka.
Cientos de viñamarinos participaron en una ceremonia de sanación y purificación del karma, que encabezó el gordito, quien asegura ser la reencarnación de un lama que se ha perpetuado durante cientos de años.
Sumido en un trance más profundo que una deuda, el maceteado recibió a sus fanas sentado en posición de Buda y sonrisal. Relajado el hombre.
Los fieles pasaron uno a uno y se arrodillaron frente al altar que contenía las gemas, tomaron un puñado de pétalos de rosa y elevaron una oración. Un ayudante del gurú tibetano entregó la bendición final, al chantarles un gorro dorado en la cabeza.
La Cuarta, la experta en poner los ojitos blancos, conversó con el lama para conocer su experiencia en nuestro terruño.
- Maestro...
- Decidme, pequeña polilla cegada por el fuego de la pereza, la envidia, la lujuria y la codicia.
- ¿Cómo lo han tratado por estos pagos?
- Muy bien. Su país es muy bonito. Es segunda vez que vengo con las reliquias de Buda y espero ayudarlos a encontrar sanación, concentración y paz.
- Qué bueno. Tengo cualquier "stretch", jefe.
- Pobre. Le enseñaré a encontrar la armonía espiritual y guiaré a su país para que siga siendo bello, con buenas medidas medioambientales. Venga para acá, agáchese...
- Ehhh... ¿Lo volveremos a ver, chamán?
- Si me invitan, yo encantado. Ahora te dejo, porque me dio hambre y me esperan a almorzar.
- ¿Es cierto que come puras verduritas, mi rey?
- Muera de viejo, nomás, pequeño chinche porteño.
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