Rico "Baileys del campo" es caballito de batalla de Gladys Vergara

Más de una década dedicada a endulzar paladares lleva Gladys Vergara Saavedra, merced a sus mermeladas que le han valido el calificativo de "mano de monja" en Tiltil y sus alrededores. De sus conservas, la que la lleva es la de tuna, y cada vez que participa en una feria de microempresarios la utiliza como carta de presentación.
Pero esta esforzada mamita de siete hijos, y abuela de un nieto al que malcría, también encontró la fórmula de un verdadero néctar de los dioses. Lo bautizó "Baileys del campo", ya que tiene esa cosita engañosa del licor de toffee, pero con manjar.
Todo partió cuando en una exposición realizada en Lampa una misteriosa teclita le contó que había un trago que se hacía así y asá. Nada de quedada, doña Gladys le memorizó al detalle y una vez en casa, decidió llevarlo a la práctica, pero como es busquilla, le puso de su cosecha y creó el exquisito aperitivo, dulce y seductor.
Su nieto, chocho con el despegue empresarial de la nona, volcó su talento de dibujante en las etiquetas, y hoy el copetengue goza de gran fama. Se lo piden de todas partes, incluso turistas que lo han catado en las muestras .
Santiaguina de cuna, pero arranchada en Caleu hace un cuarto de siglo, la mujer recuerda que para ayudar a su marido agricultor siempre buscó la forma de aportar en época de vacas flacas. "Nos ha costado harto, porque aquí en Caleu es escasa la pega, pero una siempre busca cómo ingeniárselas", señala.
Gracias al espaldarazo del Fosis, ella y otros ocho campechas crearon en 1998 la Sociedad Agroindustrial El Esfuerzo, para sortear las pocas oportunidades de desarrollo que ofrecía la zona. De esta forma iniciaron la recolección de frutas para fabricar mermeladas. Aunque cada cual tiene sus fórmulas para hacer de su producto algo único, siempre es el licorcito el que se lleva de elogios. "A la gente le encanta. Yo me meto con mi esposo a la cocina y él va probando hasta que esté a punto", dice.
Por ahora están a la espera de que les salga la resolución sanitaria, ya que la escasez de agua potable es el único "pero" para instalarse con un negocio. "Hemos trabajado mucho en este proyecto. Sé que falta bastante, pero no soy de las que se rinde. Toda mi familia me respalda y me siento orgullosa", afirma.
- Y de tanto probar, ¿su marido no se entusiasma en otros menesteres?
- A esta altura nooo, jajajá... Pero él es un gran apoyo para mí, lo mismo que mis hijos y mi nieto Hernán.
- ¿Qué les queda por delante?
- El permiso para vender como queremos. La última vez la prueba al agua tuvo un pequeño reparo y por eso tenemos que instalar un clorador. Hemos hecho muchos sacrificios para conseguir hacer todo legalmente. Logrando eso, creo que estamos al otro lado.
- O haciendo honor a su mágico licorcito, al otro litro, mejor dicho...
Viviana Fainé Brath
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