Crónica

Rocío Castro pasó de diosa de pasarela a reina del campo

“No tienes pinta de agrónomo” o “no te imagino trabajando en el campo”, son   dos de las frases que Rocío Castro, de 35 peritas, escuchaba a diario en la Universidad Católica de Temuco y que decidió tirar al tacho de la basura.

Más que desalentarla, las pesadeces aumentaron los deseos de la chiquilla por terminar con éxito su carrera y convencerse de que al igual que su padre y su abuelo podía prosperar en la agricultura.

Y claro, ocurría que su imponente figura de 1,76 metro de altura, ojos verdes y pelo rubio le jugaban en contra. Entró al mundo del modelaje a los 15 años y durante su período universitario desfiló y las hizo de anfitriona en eventos

Hoy, todo eso no es más que una anécdota de una actividad que nunca le gustó. Ella quería seguir la huella de su padre y lo logró: “Hoy soy ingeniero agrónomo”, señala con el pecho inflado.

“Muchos me estigmatizaron. Cuando hice mis prácticas a veces llegaba a trabajar a una comunidad y murmuraban: pucha, esta niñita, debe ser finita, regodeona. Había harto prejuicio y se complicaban. Pero todo cambiaba cuando me conocían”, recuerda.

Prodesal

Eso también le sucedió cuando llegó a Punta Arenas. El amor la llevó en abril de 2010 a la capital austral. Abandonó su trabajo y su tierra natal para asentarse en la Patagonia junto a su pololo. Ahí se casaron y en febrero nació su primera hija.

“No conocía a nadie. No tenía trabajo, contactos, nada. Empapelé Punta Arenas con currículos. Resignada, decidí llevar mis credenciales a la PDI, pero justo ese día me llamaron para decirme que había quedado en el Programa de Desarrollo Local de Indap”, recordó.

“El Prodesal no distingue edad, sino que evalúa la capacidad de trabajo. Cree en las personas y apoya con asesorías”, indica.

Asegura además que “en Magallanes la agricultura sólo es posible gracias al apoyo de Indap” y resalta que el 80% del trabajo en el campo lo hacen las mujeres: “Ellas ponen el hombro con viento, nieve o lluvia. Son aperradas”.

Pese a ello, la gran preocupación del sector, dice, es que la agricultura envejece cada vez más y los jóvenes no encuentran estímulos para vivir en el campo, donde el promedio de edad   bordea los 65 años.

Hoy Rocío recorre en su viejo jeep 2.000 kilómetros mensuales asesorando a los 88 pequeños agricultores de Punta Arenas que integran el Prodesal.

“Me encanta lo que hago, por eso sigo trabajando acá. He tenido ofertas de otros lados, pero esto es lo que me motiva. Cuando tuve a mi hija, las agricultoras me fueron a ver a la clínica, todas estaban pendientes como unas abuelas, y ese cariño es impagable.  Yo no soy agrónomo de oficina, soy de terreno”, sentencia orgullosa.

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