Se fue el cabezón de cabezones: El Gran Bobby Fischer

En algunos casos, pero sólo en algunos, cuando un terrícola llega a ser tan, pero tan pulento, Diosito mira hacia abajo y se raja con un premio divino, casi poético. En el caso del gran Bobby Fischer el obsequio fue que el Pulento lo vino a buscar a los 64 peones, en una metáfora maravillosa de los 64 cuadraditos que tiene el ajedrez que este yanqui lo transformó más que en un deporte, en un arte.
En Islandia (RVU), donde vivía desde marzo del 2005, refugiado de la justicia yanqui que después de tenerlo en un altar lo acusó de traición, Fisher partió barbudo, casi como viejo pascuero y convertido en leyenda.
"Si yo jugué ajedrez fue gracias a él. Es que él se enfrentó a un ejército de rusos, una muralla en plena Guerra Fría, y como un cowboy le ganó a todos. Fue el más grande", recordó emocionado nuestro comedor de reinas Iván Morovic, que como todos quedó pegado cuando en 1972 Bobby le dio a al vodkero Boris Spassky en el "Match del Siglo".
Y aunque a usted no le suene ni en peyote, Fischer harto tenía que ver con Chile. En 1959 vino a un torneo en el ex Cine York, pero también aprovechó de visitar a su taita jurídico que vivía en Gran Avenida.
Un archivo equis que pocos han podido desclasificar en esa historia "B", que dice que un chileno, Eugenio Larraín, pudo comerle la reina una vez al más cabezón entre los cabezones del deporte ciencia.
Imperdibles
Lo último
21:33
18:01
16:30
16:09
15:49












